En medio de una gran expectación y con medidas de seguridad extremas, que van desde la continua vigilancia policial a las instalaciones hasta la firma de un contrato de confidencialidad obligatorio para todos los que participan en la operación, comenzaron ayer en Granada las labores de excavación en la zona en la que se presume que se encuentran los restos del poeta Federico García Lorca, asesinado por un comando franquista al inicio de la Guerra Civil Española. Los trabajos comenzaron pese a la decisión de la familia del poeta, que se ha negado a que se aclare si los restos del autor de Bodas de sangre descansan en esa fosa, y por expreso pedido de los familiares de otras dos víctimasdel franquismo cuyos cuerpos se presume que se encuentran en el mismo lugar.
Según los estudios previos realizados por la Junta de Andalucía, el sitio en el que se presume que se encuentran los restos de García Lorca ocupa una superficie de doscientos metros cuadrados que ha sido techada desde días atrás por una carpa bajo la cual se desarrollarán los trabajos de excavación. En el interior de la carpa se encuentran cámaras de televisión encendidas permanentemente, pero las imágenes que capten no se darán a conocer al público en bruto, sino que serán editadas evitando en todo momento que se puedan ver huesos o restos de vestimenta y otros objetos que sirvan para identificar a los cuatro cuerpos que según los análisis exploratorios previos se encuentran en el lugar.
El dispositivo de seguridad montado en torno de la carpa metálica y las medidas que se han tomado para evitar que los resultados de la investigación lleguen en bruto a la prensa tienen que ver con el pedido expreso de la familia de García Lorca que ha querido evitar lo que llaman “el circo” mediático. Los familiares del poeta aún no han clarificado ante la Consejería de Justicia andaluza si permitirán que se conozcan los resultados de los análisis una vez que terminen los trabajos, con lo cual es muy probable que dentro de dos meses, cuando las labores lleguen a su fin, se siga sin saber con certeza si los restos de García Lorca se encuentran o no en ese paraje granadino, a pocos kilómetros de la que era su casa familiar.
La presidenta de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Granada, Maribel Brenes, explicó ayer que “no está previsto que los familiares entren al recinto, aunque estudiaremos las peticiones si las hay”. La Asociación ha sido una de las más activas a la hora de exigir que se conozca la verdad sobre el trágico final del autor de Doña Rosita la soltera y brindó desde un principio todo su apoyo a los familiares del banderillero Francisco Galadí, uno de los hombres enterrados junto al poeta granadino en el mismo paraje. En la misma fosa se presume que se encuentra también el maestro Dióscoro Galindo, cuyos familiares no han explicado si están a favor de la identificación de su cuerpo. Al igual que ocurre con los restos de Lorca, el equipo técnico que lleva a cabo la investigación sólo podrá dilucidar la identidad de los cuerpos si la familia aporta muestras de ADN, cosa que hasta el momento los familiares de García Lorca no han hecho.
Aunque sus contratos impiden que se comuniquen con la prensa, los miembros del equipo forense que participan en las excavaciones manifestaron días atrás a algunos medios de comunicación las dudas que tienen sobre las condiciones en las que se encuentran los huesos, que se presumen están entre 0,6 y 1,8 metro de profundidad, por el peso de la tierra y los años que han pasado desde los asesinatos. Una vez que concluyan las exhumaciones, los restos serán enviados al Laboratorio de Identificación Genética de Granada, donde un equipo dirigido por el forense José Antonio Lorente llevará adelante la identificación genética y antropológica.
Federico fue detenido el 16 de agosto de 1936 en casa de su amigo, el poeta Luis Rosales. La Guerra Civil había estallado un mes antes, el 18 de julio, y desoyendo los consejos de sus allegados, el escritor se dirigió a Granada, su tierra natal, que se encontraba bajo el control del bando franquista. Su padre, de nombre Federico igual que él, era un cacique progresista odiado por los terratenientes de la zona por su adhesión a la República y su crítica al caciquismo retrógrado granadino, lo que hizo suponer en un principio que el asesinato del hijo pródigo era también una venganza con tintes de disputa regional. Pero a Federico los fascistas lo odiaban por muchas más razones. Detestaban que fuera abiertamente homosexual y no podían soportar esa rara mezcla de catolicismo y anarquismo; “tradicionalista, monárquico y libertario a la vez”, como le gustaba definirse.
Nacido el 5 de junio de 1898, García Lorca era ya un autor célebre a los 38 años. Durante los últimos años de su vida había cobrado incluso fama mundial, luego de su paso por Nueva York, y gozaba un reconocimiento inaudito gracias al éxito que habían tenido entre el público obras como La casa de Bernarda Alba y Yerma, escritas durante sus últimos años. Ya desde joven se había codeado con lo más granado de la generación de su tiempo, como los poetas Rafael Alberti y Jorge Guillén, el cineasta Luis Buñuel y el pintor Salvador Dalí, con quien mantuvo una turbia y platónica relación.
Quizá fue su fama internacional, piensa su máximo biógrafo Ian Gibson, la que le dio a Lorca la confianza para acudir a Granada días después del estallido de la guerra. El franquismo no había mostrado aún su cara más criminal y la amistad que el propio Federico mantenía con personajes como José Antonio Primo de Rivera, el fundador de la Falange, le impidieron sospechar que irían por él. “Esto es un horrible error”, les dijo a los hombres que siguiendo las órdenes del gobernador civil de Granada José Valdés Guzmán y del general Queipo de Llano vinieron a buscarlo ese día a casa de Luis Rosales. En la madrugada del 17 al 18 de agosto, García Lorca fue asesinado y enterrado luego en una fosa común junto al maestro Galindo y los dos banderilleros, Galadí y Arcollas. Años después, el dictador Francisco Franco defendió el crimen en un ejercicio de refinado cinismo: “Era un gran poeta –afirmó–, pero las autoridades tenían que prever cualquier reacción contra el Movimiento por elementos izquierdistas. Por eso fusilaron a los más caracterizados, y entre ellos a García Lorca”. Ian Gibson logró entrevistar para uno de sus libros a Ramón Ruiz Alonso, el matón que lo ejecutó. “Le he metido dos tiros por el culo, por maricón”, soltó apoyado en la barra de un bar sin una mínima pizca de arrepentimiento.
Oscar GuisoniFuente: Página 12
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