14 octubre 2009

Uruguay: Carta abierta de Sofía Miranda





Hay gente que cree que lo que pasó en la dictadura es cosa del pasado, que mejor no tocarlo, que ya fue. Pero no es así. Yo nací en 1987, dos años después de finalizada la dictadura y sin embargo sus consecuencias me afectan directamente hasta el día de hoy.

Desde que nací, prácticamente, sé que hay gente a la que no le importa sacarle la vida a alguien, o desintegrar una familia, o negarle a un niño el derecho de tener un padre, o negarle a una madre saber qué fue de su hijo. La dictadura me negó crecer con la natural inocencia de confiar en los demás porque siempre supe estas cosas, siempre supe que habían personas sin saber dónde está su ser querido, qué le pasó.

En fin, que hubo un grupo de personas que hirió a otro montón de personas sin tener un mínimo de remordimiento o consideración humana. Mi padre es uno de esos hijos a los que le negaron el derecho de tener un padre. Tenía 13 años cuando se lo llevaron, y no sólo lo dejaron sin la figura sino además sin tener idea de qué fue de él, dónde estaba, si podría volver a verlo algún día. Nada, no supo nada más.

El dolor que sintió mi padre por esa separación abrupta e irreversible, por ese agujero que le quedó para siempre en su alma, nos lo trasladó a mi hermano y a mi. Porque si bien fue un muy buen padre y nos dio todo el amor del que fue capaz, la ausencia continua de su padre no le permitió nunca ser feliz del todo, siempre estaba ese algo, esa falta, esa angustia. Mi abuelo siempre fue una presencia intangible en mi casa, probablemente por el hecho de que nunca se supo que había sido de él, siempre está y estaba presente en nuestro pensamiento, porque eso es lo que pasa cuando una persona desaparece, en realidad lo que desaparece es su cuerpo pero su esencia, su recuerdo, todo está muchísimo más marcado que si hubiésemos sabido qué fue de él.

Es hipócrita decir que lo que pasó en la dictadura ya es caso cerrado o que nos tendríamos que conformar con que algunos de los militares y golpistas ya están presos. ¡No nos podemos conformar nunca! No es asunto cerrado porque 30 años después de la desaparición de mi abuelo, mi padre seguía buscándolo y se murió sin saber nada, con esa ausencia latente. Los restos de mi abuelo aparecieron en diciembre de 2005 y se confirmó que eran de él el 1º de marzo de 2006, casi un año después de la muerte de mi padre.

Además faltan montones de personas por aparecer, hay muchas madres que siguen sin saber nada de sus hijos y muchos hijos con una imagen idealizada de sus padres, porque nunca los pudieron conocer, sin saber dónde están ni qué fue lo que les pasó y eso es una herida que va a continuar abierta en nuestra sociedad hasta que aparezca el último de los desaparecidos. Hay gente que prefiere vivir de espaldas a la realidad pero esto no cambia las cosas.

Y no son sólo los desaparecidos, cuántos niños fueron separados de sus padres durante años, criados por parientes, con muchísimo amor claro, pero nunca es lo mismo, quién les devuelve el tiempo de separación, las cosas que se perdieron del crecimiento de sus hijos a esas personas, eso es algo que no tiene solución ni perdón. No nos podemos conformar con que haya algunos militares presos porque no son los únicos, ellos son las caras más visibles pero hay otros muchos torturadores y asesinos, que se sabe quiénes son, están totalmente identificados, como por ejemplo el asesino de mi abuelo, que está libre y tiene una vida de lo más tranquila, y la van a seguir teniendo si esta ley caduca, inhumana y antinatural sigue vigente, vamos a tener que seguir viviendo sabiendo que hay gente de esta calaña viviendo una vida feliz y tranquila.

Feliz y tranquila sí, porque no sienten ningún remordimiento, ningún peso de conciencia, ellos siguen mintiendo sobre el paradero de la nuera de Gelman sin importarles nada lo que siente Macarena. También nos mintieron a nosotros en su momento en la comisión para la paz, ellos mienten porque no les importa seguir lastimando, hacer que gente viva el resto de su vida con un hueco en su pecho.

No digo que encontrando a los desaparecidos ese agujero se cierre ni mucho menos, porque de hecho la herida ya está y es tan profunda que no va a cicatrizar nunca pero por lo menos tenés una incógnita menos en tu vida y la tranquilidad y el orgullo, si es que esta ley se anula, de que vivís en un país done la verdad y la justicia importan y que vale la pena vivir y luchar por él.

Sofía Miranda, octubre de 2009.


Fuente: Madres y Familiares de Uruguayos Desaparecidos

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