El próximo martes se cumplen 30 años de aquel hito en la historia del pueblo uruguayo que fue el NO a la dictadura. Un NO que asombró al mundo porque no había antecedentes de que una dictadura hubiera perdido un plebiscito.
Fue un intento de la dictadura cívico-militar de modificar la Carta Magna con el objetivo de legitimar el gobierno de facto y perpetuarse en una Constitución de corte fascista que limitaba las expresiones políticas, atropellaba a la justicia y la autonomía universitaria, reglamentaba la huelga y la organización sindical, y todo aquello que se pareciera a un sistema democrático.
LA OPOSICIÓN A LA DICTADURA
Más allá de los delirios de un Luis Hierro López, que en junio del 2008 intentara lavar las implicancias de su partido con todas las dictaduras, diciendo que "La primera oposición la hizo el Partido Colorado a través de las páginas del diario 'El Día', que fue el faro de la libertad y la democracia en medio de la censura", y que salteándose las luchas populares desde el mismo día del golpe de estado agregó que su partido, a través de Enrique Tarigo en 1980 “casi en forma solitaria encabeza la oposición al texto constitucional en el semanario 'Opinar', siendo la vanguardia de la oposición a la dictadura", la realidad era muy otra.
Lo cierto es que el golpe fue dado sin apoyo político importante, que careció absolutamente de una base de masas, y que la huelga general de 15 días llevada a cabo por los trabajadores y su central, la CNT, y las luchas posteriores, profundizaron la brecha entre la dictadura y la inmensa mayoría de la población. Como analizaba Enrique Rodríguez en 1979, “…con todas las precauciones para no idealizar el proceso ni al movimiento democrático uruguayo, es que debemos observar el comportamiento del conjunto de las fuerzas políticas que intervinieron en aquel período (se refiere al período desde las medidas de seguridad y la represión de 1968 hasta el golpe de junio de 1973, así como al período de marcha hacia el fascismo que termina de imponerse en 1975). Y con las precauciones antedichas, podremos observar que, cuando llega la hora del golpe –y luego la del fascismo- el conjunto de lo que se denominan fuerzas o movimiento democrático, sufrieron el impacto, retrocedieron, pero no se pasaron al enemigo”.
En diciembre de 1977 se reunieron en Montevideo los miembros del Comité Central de nuestro partido y allí se aprobó un importante documento en el que se analizaba la situación nacional. Decía ese documento: “Con esta perspectiva, debemos ubicar nuestro empeño democrático y antifascista que hacia el quinto año de tiranía –en proceso de descomposición- viene abriendo perspectivas de unidad anti dictatorial, base imprescindible para una salida democrática”. Esta era nuestra táctica en la lucha contra la dictadura, la de unidad y convergencia de todas las fuerzas capaces de oponerse a la dictadura. Posición que era también la del Frente Amplio, que en su declaración del exterior de octubre de 1977 manifestó “Que el proceso progresivo que llevará a la caída de la dictadura pasa por la unidad y convergencia, sin sectarismo alguno, de todos los partidos opositores: el Frente Amplio, los demás sectores de la izquierda, los partidos tradicionales Blanco y Colorado, y todas las fuerzas sociales opuestas a la dictadura, concentrando la acción en torno a los principios básicos que, por encima de divergencias ocasionales o doctrinarias, deban unirnos en el objetivo común de la derrota de la dictadura”.
LOS FRUTOS DE LA TÁCTICA
Esta táctica unitaria y de convergencia democrática, fue dando sus frutos, y en diciembre de 1979 nuestro Partido decía: “Este objetivo (la derrota de la dictadura), reclama en el Uruguay, un nuevo cambio cualitativo tanto de la lucha interior como exterior, superar todo lo importante que se ha realizado en los años pasados, particularmente en el 78 y 79, hacer del año 1980, un año de la derrota del “cronograma” de la dictadura, erosionándolo de tal manera, que los planes de supuesta institucionalización en vez de fortalecerla, la debiliten mucho más con un fracaso rotundo”.
Cuando la dictadura militar -y los civiles que la apoyaban- intentaron legitimarse ante el mundo con un pronunciamiento plebiscitario, no hicieron más que acelerar el proceso de encuentro de importantísimos sectores de los partidos tradicionales para enfrentarlo, además de provocar la movilización de las organizaciones de izquierda que se mantenían clandestinas y a todo el entramado social que jugó un papel decisivo en la derrota del proyecto fascista.
La dictadura -según fuentes militares- tenía informes de Inteligencia que le advertían del crecimiento de la actividad de oposición y recomendaban incrementar la represión, sin embargo se impuso en los mandos militares la visión de que "el plebiscito se ganaba bien y después se continuaría la obra". Esto no significa que el fascismo hubiera cambiado su carácter; recordemos que en 1980 murió en la tortura Hugo Haroldo Demitt y murieron en la cárcel Emilio Férnandez, Miguel Almeida, Nelson Batalla, Gladys Yáñez, Jorge Antonio Debo y Edmundo Rovira. Y que siguió asesinando hasta el mismo año 84, en que matan al Dr. Vladimir Roslik, el último muerto de la dictadura.
Salvo contados medios escritos y algunas emisoras, los medios de comunicación se alinearon con el régimen. La revista mensual “La Plaza”, de Canelones, dirigida por Felisberto Carámbula, y el semanario colorado "Opinar" (aparece el 6 de noviembre de 1980), que dirigía Enrique Tarigo, eran excepciones, y Germán Araújo desde CX 30 se transformó en uno de los principales referentes de la resistencia popular al SI. Por supuesto que El País (nacionalista) y La Mañana (colorado) se jugaron enteros por el SI. El director de El País, Daniel Rodríguez Larreta, escribió un editorial titulado "Solo votando el SI quedará abierta la ruta hacia la recuperación institucional"; el diario El Día no se pronunció editorialmente y ofreció espacios a los defensores del NO. Búsqueda, que durante toda la dictadura apoyó al régimen, extrañamente no editorializó a favor del proyecto.
La inventiva y la creatividad popular dieron lugar a una vasta gama de recursos publicitarios para contrarrestar la campaña oficial. Pegotines que sólo decían “NO” y que se pegaban en los respaldos de los asientos de los ómnibus o en los baños de los bares, en las paradas de los ómnibus y en cualquier lugar en donde pudieran ser vistos, las pintadas en los muros, etc. Hay miles de anécdotas de la creatividad popular, cumpleaños inventados, fiestas de 15 y hasta los entretiempos en el Estadio, fueron el escenario donde la dignidad popular reclamó votos para el NO y enfrentó el brutal aparato de la dictadura y los grandes medios.
La propuesta fue rechazada por la población por un 57% de los votos, y esto aceleró el proceso de apertura democrática. El plebiscito tuvo dos papeletas, las del SI eran de color celeste y las del NO amarillas. Por el SI se contabilizaron un 42,51% de los votos válidos, por el NO un 56,83%, y un 0,66% de votos en blanco.
La coincidencia del 30 de noviembre de 1980 hacia un objetivo único anti dictatorial revelaba claramente que la unidad era la clave para derrotar la dictadura.
Del 8 al 12 de diciembre de 1980 se reunieron los miembros en el exterior del Comité Central del PCU, y allí se valoraba: “Este pronunciamiento nacional es la cristalización de la acción coincidente de las más diversas capas de la sociedad uruguaya, de todos los partidos de oposición, de la clase obrera, de los estudiantes, de la intelectualidad, de religiosos y laicos, de civiles y militares, de todos los patriotas, del pronunciamiento del Partido Nacional, del Partido Colorado, del Frente Amplio, de la Convergencia Democrática, de otras fuerzas políticas y sociales, de la Iglesia, de dirigentes de la Federación Rural, de productores del campo y de pequeños y medianos comerciantes e industriales. La victoria del NO crea una nueva situación, y resultará muy difícil hacer volver atrás el proceso iniciado”. Así fue como se escribió la historia de esta significativa etapa de la lucha heroica de nuestro pueblo contra el enemigo fascista.
José Luis Perera
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