15 noviembre 2010

Berlanga, tras la estirpe de El Quijote


Luis García Berlanga
1921-2010


Los escritores españoles destacan la visión humorística y tierna de la realidad como legado literario del genial cineasta.

"Los españoles tenemos una asombrosa predisposición a cagarla". En este aforismo berlanguiano está resumido prácticamente la narratividad artística del cineasta valenciano, fallecido la madrugada del pasado sábado: un humor con cierta tendencia a la escatología y una visión aguda de la realidad española, pero siempre desde el lado de la ternura y la compasión. Como señalan varios de los escritores consultados por Público, Luis García Berlanga fue una suma de Miguel de Cervantes, Benito Pérez Galdós y Luis Buñuel con el toque mediterráneo de lo excesivo. Es decir: mucha mierda, paella, tetas e ironía. O como dice el personaje de José Sazatornil en La escopeta nacional (1977): "¡Ostras cuyons, pero si son pelos de coño!".

"En García Berlanga hay un humor que puede parecer exagerado porque es al aire libre. Es un humor muy de Valencia, que está en la tradición de los clásicos dramaturgos latinos, donde el pueblo está más en la calle que en la casa", recuerda su paisano, el poeta Francisco Brines. También desde el Mediterráneo, el valenciano Carlos Marzal se refiere y subraya el tono burlesco del cineasta y a su manera de entender el mundo desde el gozo. "Creo que esa forma de enfatizar las cosas que él tenía es de una mentalidad muy valenciana. Era un gozador de la realidad y un exaltador de la realidad", dice el poeta.


"Moros y cristianos"
F. Fernán Gómez, Predro Ruiz, Andrés Pajares
y Luis García Berlanga en el rodaje.
Foto: Ricardo Gutierrez


Un lenguaje explosivo

El recurso literario del humor, de la exageración y la caricatura grotesca ha servido en numerosas ocasiones para criticar con dureza la oficialidad de un sistema. A Berlanga le sirvió, primero, para esquivar la censura durante el franquismo. Y después, para desmelenarse en los balbuceos de la democracia.

Su humor no era sólo resultado de su propio gozo sino una forma de demostrar su independencia. Según señala otro valenciano, el escritor y Premio Nacional de la Crítica Rafael Chirbes, "Berlanga fue capaz de crear un lenguaje explosivo. Su humor se enfrentaba a la palabrería de ese castellano de apellidos compuestos celebrado por el franquismo. Y en lo escatológico está ese contrapunto al ocultismo".

Al tono burlesco y la escatología se une en Berlanga una enorme pasión por el erotismo, como mostró en las películas Tamaño natural y París-Tombuctú, escritas junto a Rafael Azcona y Antonio Gómez Rufo, respectivamente. De hecho, cuentan sus personas más cercanas que en él era muy habitual que a una mujer le preguntara sin rodeos: "¿Tú eres ama o esclava?". "Berlanga era un hooligan del erotismo, un fanático absoluto", sostiene Almudena Grandes.

Precisamente, la escritora madrileña se dio a conocer en los círculos literarios gracias a ganar en 1989 con Las edades de Lulú el premio de La sonrisa vertical, la colección de literatura erótica de la editorial de Tusquets, creada por Berlanga en el año 1979. "Él se enfadó mucho cuando se acabó el premio y no llegó a entender que la novela erótica muriera de éxito en los ochenta. A veces me decía que yo tenía la culpa por todo lo que había vendido Las edades de Lulú", rememora Grandes.

Para la autora argentina Clara Obligado, el impulso a la novela erótica dado por Berlanga sirvió también para abrir más las rendijas de la España que salía de la dictadura: "Él empezó a hablar de sexo cuando nadie lo hacía. Se ve en sus películas donde también utiliza el esperpento. En ese sentido Valle-Inclán es su antecesor directo", apostilla. Su erotismo, además, guarda distancia con la tosquedad del cine del destape. "Es un erotismo burlón muy humorístico y que entra suavemente. En realidad, se estaba riendo de sí mismo", señala Carlos Marzal.


Toma de la película "El verdugo" (1963)


La influencia de Azcona

A parte de estas características tan berlanguianas, para muchos escritores la narratividad de Berlanga no se entiende sin Rafael Azcona, el guionista que estuvo detrás de películas como El verdugo (1963) y Plácido (1961).

"Dejando de lado ¡Bienvenido, Mister Marshall!, las mejores películas de Berlanga son obra de un tándem con Azcona. La puesta en escena pertenece a Berlanga, pero las características literarias son de Azcona. Eso sí, yo no sabría decir si uno hubiera hecho la misma película si no hubiera estado el otro", recordó ayer el Premio Cervantes Juan Marsé.

También Manuel Rivas sacó a relucir el nombre del guionista para destacar el cine berlanguiano. "En García Berlanga hay una ironía y una libertad que, sin duda, remite a la estirpe de Cervantes. Con Berlanga pasamos de El Quijote a El verdugo tranquilamente. Pero ahí es muy importante la colaboración con Azcona. Por El verdugo y Plácido habla la literatura", señaló Rivas.

Y lo pequeño se hace grande

Este tándem ha provocado que hoy sus películas sigan en la cabecera de escritores jóvenes que también se apuntan al retrato cáustico de la realidad, como Pablo Gutiérrez (Nada es crucial) y Elvira Navarro (La ciudad feliz), nacidos en 1978, año del estreno de La escopeta nacional. "Como ocurre con los relatos o los poemas, es un cine que parte de algo pequeño pero luego se hace muy grande. Esa es la gracia de El verdugo. Te estás riendo y en un momento te pega bien fuerte", manifiesta Gutiérrez.

Navarro habla en el mismo sentido: "En sus guiones hay referencias a muchas cosas: en los guiones de ahora la palabra no suena". Lo contrario a esa expresividad del personaje de Agustín González en La escopeta nacional: "¡Baja de ahí y besa los pies a esta Santa! ¡Que lo que yo he unido en la Tierra, no lo separa ni Dios en el Cielo!".

Paula Corroto

Fuente: Público


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