04 mayo 2009

La reivindicación de los derechos de la mujer





Para cualquier amante de los libros es una auténtica bendición encontrarse con una autora como Dacia Maraini entre tanto best-seller, manual de autoayuda o memorias (y desmemorias) de dudoso pelaje que pululan por nuestras librerías. La escritora italiana pasó fugazmente por Barcelona el pasado 22 de abril con destino a Valencia en cuya Universidad se había organizado un seminario en torno a su obra. Una visita que, ante la abundancia de novedades editoriales publicadas con motivo del Día del libro, pasó casi desapercibida para los medios.

María Pilar Queralt del Hierro*

Me cupo el honor (y el placer) de presentar a Maraini en la conferencia que dictó en el Instituto Italiano de Barcelona a modo de presentación de su última obra Il treno dell’ultima notte, una espléndida novela, todavía sin traducción al castellano, que revisa la ocupación soviética en el Budapest de 1956 y donde se reivindica la memoria histórica como clave indispensable en la evolución de los pueblos.

Una escritora comprometida

Porque Dacia Maraini, además de una de las mejores plumas contemporáneas, es una mujer comprometida con su tiempo y con su género. Algo lógico dada su pertenencia a esa valiente generación femenina que, en los años 70, luchó por conseguir el reconocimiento de las mujeres como ciudadanas libres y de pleno derecho. Porque mientras en España la dictadura mantenía a la mujer en una situación más propia de un menor de edad que de un ser humano adulto, gran parte de sus congéneres europeas en sintonía con Simone de Beauvoir o Betty Friedan, consiguieron, contando sólo con la palabra y el gesto, la igualdad de salario en el desempeño de un mismo trabajo; dar mayores oportunidades a la mujer en la enseñanza y en el mundo laboral; que los métodos anticonceptivos circularan libremente y la despenalización del aborto; así como la implantación de guarderías gratuitas y públicas que permitieran compaginar la maternidad con la vida laboral.

¿Objetivo cumplido?

Unas reivindicaciones que hoy se dan por conseguidas y que, por tanto, convierten el feminismo en un concepto casi “demodée”. Sin embargo, no es así. Cierto que hay mujeres desempeñando cargos políticos, otras que dirigen empresas, una gran mayoría integrada de pleno en el ámbito laboral y que, por supuesto, la ley reconoce la total equiparación en derechos y deberes de hombre y mujer. Sin embargo, si nos detenemos a analizar la realidad, comprobaremos que los puestos de responsabilidad siguen copándolos los hombres; que la mujer trabajadora no lo tiene fácil para conciliar la vida familiar y la obligación laboral, que la violencia doméstica sigue siendo un tema pendiente, y que la explotación sexual es una lacra que amenaza a muchas mujeres sin recursos. Es más, un análisis objetivo de la sociedad del siglo XXI, evidenciará el empeño de ciertos sectores sociales por encasillar a la mujer en la condición de simple y hermoso objeto decorativo.

Una sociedad sexista

El sexismo sigue vigente en la sociedad del siglo XXI. El reparto de roles a la manera tradicional es un hecho cultural fomentado desde los ámbitos conservadores que, para mantener el status de la mujer como ciudadana de segunda fila, no duda en emplear las técnicas más sutiles y engañosas. Para comprobarlo no hay más que ver determinados contenidos televisivos, la orientación de las llamadas “revistas femeninas” o la abundancia de anuncios publicitarios en los que la mujer queda relegada a mero objeto decorativo o a eficaz ama de casa al estilo más tradicional.

La obligación de ser joven y bella

Se fomenta la obsesión por la belleza, por la eterna juventud, por la moda…Más que por su profesionalidad se cuestiona a la mujer por su belleza o por su elegancia. No faltan ejemplos. En la memoria de todos está la polémica por el traje de la ministra de Defensa en la Pascua Militar, las “perlas” dialécticas de Silvio Berlusconi, o recientemente el trato que se ha dado a la visita de Carla Bruni en su condición de esposa del presidente de la República Francesa. Una artificiosa carrera por decidir quien se sentaba en el trono del glamour, ha enfrentado a la primera dama de Francia con la princesa de Asturias y ha acaparado muchas portadas. El colmo del mal gusto ha llegado al comparar abiertamente las redondeces de ambas damas, frivolizando así un encuentro político en el que, entre otros temas, estaba previsto tratar la cooperación entre Francia y España en la lucha anti-terrorista.

La batalla sigue

Las mujeres nos engañamos al creer que ya está todo conseguido. Se ha ganado la batalla legal, pero aún quedan pendientes de superar muchos atavismos y hay sectores sociales que no parecen dispuestos a hacerlo. El Nobel español, Jacinto Benavente escribió “La mujer en las clases populares es valorada como un instrumento de carga y cría; en las clases medias, de supervivencia de la especie y en las superiores, de objeto de lujo. ¿A qué espera la sociedad para reconocer su condición de ser humano de pleno derecho?” Se hacía la pregunta en 1929. Lamentablemente, muchas mujeres aún nos la hacemos ahora.

*María Pilar Queralt del Hierro es historiadora y escritora

Fuente: El Plural






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