23 mayo 2009

Catapultan a Sorolla como “el más transgresor de su época”





Por primera vez, las obras maestras del pintor valenciano colman el Museo del Prado

Armando G. Tejeda

Del pincel de Joaquín Sorolla brotaron los lienzos más luminosos y embriagadores del mar Mediterráneo. Su obra, tan prolífica como polifacética, puede servir de base para entender los trajines históricos de España durante el siglo XIX y principios del XX, pero también los cismas y dramas de Europa.

El pintor valenciano, quien murió en 1923, fue catapultado este viernes en el Museo del Prado como el gran artífice de la pintura modernista, como el artista plástico más influyente, transgresor y poético de su época, por lo que se han reunido por primera vez en Madrid todas sus obras maestras.

Joaquín Sorolla (1863-1923) es una de las exposiciones más relevantes de este año para la pinacoteca madrileña, empeñada desde hace tiempo en abrir sus salones a la pintura del siglo XIX e, incluso, del XX, con la pretensión de entablar a los ojos de los espectadores un diálogo vivo entre pintores, generaciones, corrientes y épocas.

Irrupción de las vanguardias

El talento de Sorolla tocó casi todos los géneros, a pesar de que su obra más conocida y emblemática se refiere a las escenas de playa, esos lienzos en los que siempre está de testigo y fondo el mar Mediterráneo, con sus azules vibrantes, con sus bañistas jubilosos y con sus pescadores y peones del mar abatidos por la fatiga o por la muerte.

Para luchar precisamente contra el aspecto de que Sorolla es un pintor del Mediterráneo se reunieron por primera vez en el Museo del Prado las obras más relevantes del artista.

Se trata de 102 cuadros, entre paisajes, pintura social, desnudos y naturalista, en los se trasluce no sólo la evolución artística y humana de Sorolla, sino que también es un reflejo inequívoco de los vaivenes artísticos, estéticos y conceptuales de su tiempo histórico.

Al respecto, Miguel Zugaza, director del museo, explicó: “Sorolla no sólo es un pintor del siglo XIX, sino del XX”, tanto por su vocación transgresora y poética, al mismo tiempo, como por lo que vaticina su propia obra plástica: la irrupción de las vanguardias.

La exposición monográfica y exhaustiva de Sorolla en el Museo del Prado es la primera que se hace desde 1963, pero ésta es la que reúne el máximo número de cuadros, entre ellos algunos que regresan por primera vez a España desde su creación y posterior venta, como es el caso de algunos de los 14 paneles de la obra Visiones de España.

En ese proyecto, Sorolla hizo un recorrido colorido por las regiones del país, desde Andalucía –con sus toros, procesiones y paisajes repletos de olivos– hasta las escenas costumbristas del País Vasco, con sus campesinos con txapela.

Contextualizada en la corriente pictórica del impresionismo, la muestra discurre de forma cronológica entre sus inquietudes creativas. Primero, los cuadros de pintura social que le dieron fama en las últimas décadas del siglo XIX.

A continuación, un amplio conjunto de retratos que ponen de manifiesto la influencia y admiración que Sorolla profesaba por Velázquez.

Zugaza señaló al respecto que “la exposición, sin duda la de mayor importancia de cuantas se han celebrado tras la muerte de Sorolla, muestra un completo recorrido de su trayectoria, que permite a la vez comprender de modo específico su contribución a los principales géneros que trató, todos ellos bien representados en la muestra.

“Así, se advierte no sólo el interés de su pintura social, sus temas de género y sus motivos de playa, sino también la excelencia con que trató otros asuntos como el retrato, el paisaje y el desnudo, mediante ejemplos rigurosamente seleccionados entre las pinturas más destacadas, algunas de ellas inéditas o muy poco difundidas.”

Pintura social, otra faceta

Uno de los comisarios de la muestra, José Luis Díez, señaló que “la popularización de sus cuadros de escenas de playa ha desdibujado con frecuencia la objetividad de las valoraciones que se han vertido sobre su figura desde su propia contemporaneidad hasta nuestros días, sirviendo de excusa fácil para sus críticos más severos, que incidieron negativamente sobre los aspectos más visuales o decorativos de su obra, así como de pantalla a una parte de la historiografía moderna, que ha visto en esta vertiente de la obra de Joaquín Sorolla la antítesis provocadora frente a las corrientes más renovadoras surgidas en su misma época en la pintura española e internacional”.

Mientras el otro comisario, Javier Barón, resaltó la llamada pintura social del artista valenciano: “La faceta de Sorolla como pintor social refleja las circunstancias más dramáticas de la injusticia que sufren las clases socialmente más desfavorecidas. Como cuando el pintor se interesa por la mujer como víctima desvalida por su propia condición femenina en el entorno hostil e injusto de la sociedad urbana simbolizada en el tren, elemento de modernidad y progreso y a la vez caja de resonancia de un microcosmos de vidas en tránsito en el que se reflejan todas las miserias humanas”.

Un ejemplo más de esta visión es el cuadro ¡Aún dicen que el pescado es caso!

La exposición de Sorolla, que se inaugurará este lunes, concluirá en Madrid el próximo 6 de septiembre.

Fuente: La Jornada








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