Baltasar Garzón es una de las personas con más peso específico que ha producido la sociedad española en la última mitad del siglo XX. Al Juez Garzón le debemos algunos de los momentos más luminosamente democráticos que hemos conocido: el procesamiento del general Pinochet y la investigación contra los crímenes de la guerra y del franquismo. En este segundo caso, Garzón consideraba que Franco y otros 44 miembros de sus gobiernos y de la Falange cometieron “delitos contra Altos Organismos de la Nación” y también de “detención ilegal con desaparición forzada de personas en un marco de crímenes contra la humanidad”. Pues bien, la investigación contra estos crímenes ha exasperado a los franquistas, que en España todavía los hay, hasta el punto de querellarse contra Garzón, al que acusan de prevaricar porque inició procesos, dicen, a sabiendas de que los responsables estaban muertos. Firma la querella un tal Bernard, antiguo mandamás de Fuerza Nueva, grupo ultraderechista muy activo en la represión de antifranquistas, y actual presidente de una asociación sindical que cínicamente dice “defender” el estado de Derecho y que copió el nombre de la italiana Manos Limpias de inolvidable recuerdo.
¿Qué ha hecho Baltasar Garzón? Desde fuera de las asociaciones judiciales, con sus rencillas y enfrentamientos, desde fuera de la furia política que sienten los franquistas contra las iniciativas que adopte la sociedad para limpiarse de la dictadura, lo que vemos es una actuación que introduce el sentido común en los tribunales. Hay un juez valiente que en vez de enredarse en leyes para justificar silencios y omisiones busca los resquicios que las leyes permiten para que a las víctimas de la guerra y del franquismo se les reconozcan derechos y se esclarezca su memoria. Garzón entendió que tenían derecho a recuperar los cuerpos enterrados en fosas comunes, o a saber donde están los entonces niños que fueron separados con violencia de sus familias, por eso puso en marcha un proceso que luego se ha seguido en otras instancias, pero él fue el precursor y eso no se perdona. Lo terrible, lo incomprensible, es que los herederos del franquismo hayan encontrado eco en el Tribunal Supremo de España, donde Garzón tendrá que declarar como imputado por la causa contra el franquismo. Dice el Supremo que “sin valorar ni prejuzgar lo sucedido, entiende que no se dan las condiciones para rechazar la admisión a trámite de esta querella”, que la hipótesis de prevaricación no es ni absurda ni irracional. Eso es lo que dicen cinco magistrados, cinco, del Supremo. A ver ahora qué dice la sociedad española, siempre tan apasionada cuando de defender causas justas se trata. ¿Dejará, sin hacer oír su voz, que Fuerza Nueva, perdón, Manos Limpias, use y abuse del Derecho? ¿Permitirá, sin protestas, que conceptos como Estado de Derecho, por el que tanto lucharon los antifranquistas, sean utilizados contra las víctimas, para que una vez más queden en el olvido? Ya no se trata de Garzón, de cuya amistad me honro, es que no nos tomen el pelo. Prevaricar no es actuar para ensanchar el Derecho, prevaricar es no haber actuado antes. Y mofarse de la justicia es aceptar como normal que los franquistas vengan a dar lecciones de escrúpulo democrático.
José Saramago
Fuente: El cuaderno de Saramago
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