A nuestro mundo no solo lo amenazan las crisis económicas cíclicas cada vez más graves y frecuentes. El desempleo, la ruina y las pérdidas fabulosas de bienes y riquezas, son inseparables compañeras de las ciegas leyes del mercado que rigen hoy la economía mundial. El neoliberalismo proscribe toda injerencia del Estado como elemento perturbador de la economía, cual si pudiese existir orden interior, ejército, salud, educación, cultura, ciencia, tribunales, jueces, y otras muchas actividades sin el Estado y sus leyes.
Este, desde luego, con su rigor y fuerza coercitiva, estorbaba a los que como Marx, Lenin y otros teóricos veían en él un instrumento de los explotadores para imponer el odioso sistema capitalista, y concibieron la idea de convertirlo en instrumento de la Revolución en la etapa de transición hacia una sociedad enteramente nueva.
Colonialistas, capitalistas e imperialistas han creado sus códigos de conducta e impuesto sus valores. Hablan de libertad, democracia, derechos humanos, etcétera. En Estados Unidos, después de su fundación, millones de seres humanos continuaron trabajando como esclavos, a los cuales el creador no había concedido ningún derecho como estipulaba la Declaración de Philadelphia. Durante casi 100 años eran mercancías que se compraban y vendían en el mercado, y durante otros 100 años después de la guerra civil, sufrieron atroz discriminación y marginación. Hoy constituyen todavía junto a los indios, y los latinoamericanos, los ciudadanos más pobres que pueblan las cárceles estadounidenses y realizan los trabajos más duros y peor remunerados.
No se subraya que miles de millones de personas en el mundo sufren ignorancia, desempleo, subdesarrollo, enfermedades que reducen sus vidas a dos tercios o a la mitad, y a veces menos, que la que disfrutan los países ricos.
A los viejos problemas se añaden otros como el tráfico de drogas, el crimen organizado, el robo de cerebros y la emigración ilegal. Hasta las mentes de los seres humanos tratan de someterlas a través de los medios de comunicación masiva y las técnicas más modernas de la llamada industria de la recreación.
¿Sobre qué base se sostiene ese orden? Sobre la riqueza y la fuerza. Disponen para ello de todo el dinero del mundo y de los medios más sofisticados de fuerza militar. Son además los grandes productores y exportadores de armas que no implican amenaza alguna para su hegemonía mundial, pero alimentan las guerras locales, las ganancias de las multinacionales y la dependencia de sus aliados.
Imprimen las divisas requeridas por el comercio internacional en cantidades que no conocen límites, adquieren con ellas propiedades para sus multinacionales, recursos naturales, y los frutos del sudor de los pueblos, para sostener las sociedades de consumo y despilfarro que han creado.
Estados Unidos, además, mantiene un control monopólico sobre los organismos internacionales de crédito e inversión.
Cuando estas inquietudes rondan las mentes de muchos millones de personas en el mundo, que no se dejan envolver por las mentiras proclamadas, llegan constantemente noticias sobre otras realidades.
Por ejemplo: las multinacionales norteamericanas en el 2004, último año que consta en las estadísticas, obtuvieron en el exterior ganancias por 700 mil millones de dólares, por las que pagaron al fisco norteamericano solamente 16 mil millones por descuentos, los cuales otorgan privilegios especiales a las empresas norteamericanas que inviertan en otro país, que son lesivas para las que lo hacen en los propios Estados Unidos creando allí empleos. La mera idea de la actual administración de reducir ese privilegio suscitó la protesta de importantes organizaciones empresariales de Estados Unidos, cuyo poder económico y político nadie discute.
Podría constituir incluso un entretenimiento válido reunir un sinnúmero de noticias nacionales e internacionales que reflejan los privilegios nacionales que ese país ha impuesto al mundo. Hay políticos dentro y fuera de Estados Unidos que se ofenden si alguien se atreve a calificarlo como imperio, cual si existiera otra palabra que lo defina mejor.
La otra cara de la moneda es todavía peor. En ocasiones se habló de las siete flotas con que Estados Unidos impone al mundo su potencia militar, apoyados en más de 800 bases militares distribuidas por el planeta. Guantánamo, cuyas prisiones y torturas impactaron a la opinión pública mundial, es solo una de las cientos de bases con que cuentan.
Quizás pueda tenerse una idea del poder militar con que la superpotencia apoya el sistema económico y social impuesto a la humanidad, mencionando algunos datos recientemente publicados en la prensa especializada.
El poder militar estadounidense se apoya en su arsenal nuclear.
Posee 534 misiles balísticos intercontinentales (ICBM) Minuteman III y Peacekeeper; 432 de lanzamiento submarino (SLBM) Trident C-4 y D-5 instalados en 17 submarinos del tipo Ohio, y alrededor de 200 bombarderos nucleares de largo alcance que pueden ser abastecidos en el aire, entre ellos 16 invisibles B-2. Los misiles son portadores de varias ojivas. El número de cabezas nucleares desplegadas oscila entre 5 mil y 10 mil. Sus Fuerzas Armadas disponen de más de 2 millones de hombres. A esto se añaden cientos de satélites de uso militar y comunicaciones, que componen el escudo espacial y los medios para la guerra electromagnética.
Rusia, la otra gran potencia nuclear, ha sido rodeada por armas nucleares ofensivas.
Casi no habría que añadir una palabra más, excepto tal vez para recordar que gracias al monopolio del dinero y los recursos naturales, Estados Unidos anunciaba ayer por boca del principal comandante de la ciberguerra para el Pentágono, que ese país “está determinado a encabezar el esfuerzo global para usar tecnología de computadoras para disuadir o derrotar a enemigos, al tiempo que protege los derechos constitucionales de la población”. La noticia fue transmitida por la principal agencia norteamericana de noticias AP.
¿Cuánta seguridad se puede buscar en el mundo de hoy? ¡Es una pregunta que no tiene respuesta!
Fidel Castro Ruz
Mayo 6 de 2009
3 y 32 p.m.
Fuente: CubaDebate
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