Koldo Campos Sagaseta
Uno de los objetivos que se propone el Puche López, actual jetahakari vasco, es poner fin a la “anormalidad lingüística” que, según él y sus socios, afecta al País Vasco.
Al decir de los mismos, la anormalidad viene dada por el avasallamiento al que el euskera somete al castellano, desplazándolo, impidiéndole crecer.
Siendo el euskera y el castellano lenguas oficiales en Euskadi, insisten Puche López y comparsas en que se está discriminando el uso y aprendizaje del castellano y, en consecuencia, se torna imprescindible una nueva política lingüística que repare semejante iniquidad.
Pero que la realidad es otra bien distinta y nada tiene que ver con los temores expresados por el nuevo jetahakari, lo demuestra hasta el propio acto en el que fue elegido. La mayoría de las intervenciones que se sucedieron en el parlamento vasco lo fueron en castellano, no en euskera, idioma que, salvo en el caso de la representante de Aralar, sólo fue utilizado como breve introducción en algunos discursos pronunciados exclusivamente en castellano, o como dama de compañía a la que se apela de vez en cuando.
Curiosamente, cuando se utilizaba el euskera, la traducción simultánea hacia posible la comprensión para los representantes vascos que no conocen su lengua, pero en ningún caso hubo traducción simultánea cuando el discurso era en castellano.
Sí, ya sé que es una obviedad, que no hacía falta traducir al euskera las intervenciones en castellano porque ninguno de los nuevos representantes vascos ignora esa lengua, casi me atrevería a asegurar que ningún ciudadano vasco la desconoce, pero, tal parece, y retomo la denuncia de quienes hablan de anormalidad lingüística en el País Vasco, que no todos coinciden en ponderar semejante evidencia como prueba, justamente, de lo contrario, de la discriminación, a todos los niveles, a que sigue estando sometida la lengua vasca. Y esa discriminación, por cierto, es la única anormalidad lingüística que existe en el País Vasco y que el Puche López y su entorno se disponen a agravar.
Fuente: Rebelión
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