30 abril 2009

Recuerdos



Somos la memoria que tenemos, sin memoria no sabríamos quienes somos. Esta frase, que me brotó en la cabeza hace muchos años, en el fervor de una de las múltiples conferencias y entrevistas a las que el trabajo de escritor me obliga, además de parecerme, inmediatamente, una verdad fundamental, de esas que no admiten discusión, se reviste de un equilibrio formal, de una armonía entre sus elementos que, pensaba, contribuiría mucho para una fácil memorización por parte de oyentes y lectores. Hasta donde mi orgullo llega, y me apresuro a declarar que no llega muy lejos, me vanagloriaba de ser el autor de la frase, aunque, por otro lado, la modestia, que tampoco me falta del todo, me susurraba de vez en cuando al oído que era tan cierta como afirmar con toda seriedad que el sol nace por oriente. Es decir, una obviedad.

Pues bien, hasta las cosas aparentemente más obvias, como parecía que era ésta, pueden ser cuestionadas en cualquier momento. Es ese el caso de nuestra memoria, que, a juzgar por informaciones recientísimas, está pura y simplemente en riesgo de desaparecer, integrándose, por así decirlo, en el grupo de las especies en vías de extinción. Según esas informaciones, publicada en revistas científicas tan respetables como Nature y Learn Mem, se ha descubierto una molécula, denominada ZIP (vaya nombre), capaz de borrar todas los recuerdos, buenos o malos, felices o nefastos, dejando el cerebro libre de la carga recordatoria que va acumulando a lo largo de la vida. El niño que acaba de nacer no tiene memoria y así nos íbamos a quedar nosotros también. Como decía el otro, la ciencia avanza que es una barbaridad, pero yo, esta ciencia no la quiero. Me he habituado a ser lo que la memoria hizo de mí y no estoy del todo descontento con el resultado, aunque mis actos no siempre hayan sido los más afortunados. Soy un bicho de la tierra como cualquier ser humano, con cualidades y defectos, con errores y aciertos, déjenme quedarme así. Con mi memoria, ésa que yo soy. No quiero olvidar nada.

José Saramago

Fuente: El cuaderno de Saramago






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