25 abril 2009

La noble igualdad





En la Argentina, en las últimas semanas, estamos cayendo en la tilinguería. Se trata de lo siguiente: el único tema de la actualidad es hoy quién será el candidato para los próximos comicios y si Fulano o Fulana va primero en la lista, segundo o tercero. Basta, señores. Lo que tiene que interesar es cómo se van a resolver los problemas argentinos. A los señores candidatos los desafiamos a que nos contesten cómo van a resolver en el futuro y en el tiempo menor posible estos tres dramáticos problemas argentinos.

Cómo se va a terminar el hambre de nuestros niños. Lo dicen los números de la Unesco. No interesa ya si el porcentaje de niños muertos por hambre aumentó o disminuyó. Lo único que interesa es cómo y cuándo la Argentina va a poner definitivamente cero a la desnutrición infantil. La segunda pregunta que deben responder los señores candidatos es cuándo se va a comenzar a erradicar las villas miseria. Pero no con desalojos ni palos sino con la construcción de viviendas dignas para todos, empezando con las familias numerosas. Y la tercera respuesta que tienen que dar los candidatos es cuándo la Argentina va a tener ocupación completa, con planes de trabajo serios y constructivos. Tenemos fuerza de trabajo desocupada que podría convertir a estas pampas en un verdadero jardín.

Ha llegado el momento de intentar algo nuevo. Se acerca el Bicentenario y se nos van a aparecer los héroes de Mayo y nos van a preguntar: ¿Y ustedes qué hicieron en doscientos años? ¿Esto? Y nos van a mostrar las calles de Buenos Aires a las siete de la tarde abarrotadas de automóviles en un ambiente enrarecido de gases y nerviosismos histéricos, hora en que empiezan a aparecer esos niños de ojos grandes a revolver la basura de todas las noches.

Y antes de seguir con nuestros lujos y miserias proponemos que en las próximas elecciones se voten programas, y no nombres, para resolver los tres puntos mencionados: cómo eliminar el hambre de nuestros niños, cómo erradicar nuestras argentinas villas miseria, cómo dar ocupación a todos los desocupados. Y después, en las boletas con los distintos programas, poner en letra pequeña no los nombres de los candidatos sino el número de su DNI. Y basta. Y se vota no el mejor candidato sino al más honesto programa.

Y al mismo tiempo promulgar la ley de la creación del Tribunal del Pueblo, ante el cual, al finalizar el mandato del elegido éste tendrá que demostrar o no que ha cumplido con su proyecto prometido. Un tribunal formado por representantes de organizaciones de base.

No votemos a los Maradona de la política sino a programas surgidos de la búsqueda del bien común y de la paz en nuestra sociedad. Y exigir a los medios la publicación, día por día, de investigaciones sobre esos tres problemas fundamentales de nuestra sociedad. Y no darles cinco páginas a la Susana Giménez y a sus pedidos de bala y sangre para disciplinar porque a ese ritmo vamos a terminar exigiendo el degüello de los “malos de la sociedad”, como en los tiempos de federales y unitarios, que ensuciaron de barro y sangre los pensamientos liberadores de Mayo.

Pero a pesar de la farandulandia de nuestras superficialidades argentinas hay fuerzas de la Etica que no se rinden, como si vieran siempre, a pesar de un cielo encapotado y truenos amenazantes, la posibilidad de amaneceres con sol y cielo abierto. Para eso hay que recorrer lugares de nuestros barrios y rincones provincianos donde hay seres humanos que no se rinden y siguen poniendo ladrillos para lograr alguna vez una sociedad feliz y justa. Por ejemplo, me tocó ir esta semana a una fiesta escolar en la escuela 25 de la calle San Pedrito, del barrio de Flores Sur. Los pibes, con el delantal blanco de la igualdad, sentados en el suelo del ancho patio, expectantes. Se les va a dar un espectáculo vivo de historia y realidad. El Día de la Diversidad. Contra toda huella de racismo e intolerancia entre los pueblos. El director de la escuela, Enrique Samar, les dice a los niños que nadie es superior a nadie y que los fuertes tienen que ayudar a los débiles y nunca sentirse superiores. Pronunció las dos bellas y profundas palabras de paz y solidaridad. Luego entraron los actores. Se representa a Roca, todo blanco. Habla sobre civilización y progreso y de que hay que terminar con los “salvajes, los bárbaros, con el rémington”. Todo termina cuando una mujer aborigen voltea con un lazo de su monumento al orgulloso militar. Los chicos ríen y aplauden. Y le hacen pito catalán al caído prócer de bronce. Luego hablará el escultor Andrés Zerneri que explica nuestro proyecto de reemplazar el monumento al “conquistador del desierto” en el centro de Buenos Aires por la figura de la madre indígena que en su vientre dio vida al criollo, la estirpe que pobló nuestras pampas y logró su libertad de los conquistadores. Para lo cual pide que cada uno done las llaves que no usa más, para el metal que construirá esa figura del arte. Loa maestros demuestran que ya han seguido ese pedido y traen cajas con centenares de llaves que ellos y los niños han juntado, y también de otras escuelas. Hay emoción, los aplausos de las manos infantiles no cesan. Luego me toca a mí. Hablo del espíritu de los hombres de Mayo, del cual muy pronto se cumplirán los doscientos años. Leo ese generoso escrito de Manuel Belgrano –ese increíble hombre de mano abierta– quien al llegar al territorio de las Misiones, en 1810, declarará “que todos los naturales de Misiones serán libres, gozarán de sus propiedades y podrán disponer de ellas como mejor les acomode. Desde hoy les liberto del tributo. Les concedo un comercio franco y libre de todas sus producciones, incluso la del tabaco. Respecto a haberse declarado en todo iguales a los que hemos tenido la gloria de nacer en el suelo de América les habilito para todos los empleos civiles, políticos, militares y eclesiásticos. En atención a que nada se haría con repartir tierras a los naturales si no se les hacen anticipaciones, así de instrumentos para la agricultura como de ganados para el fomento de las crías, ocurriré a la Excelentísima Junta para que abra una suscripción para el primer objeto”.

Todos los derechos, la tierra y los instrumentos de trabajo. 1810. Y menciono a Juan José Castelli, que en el Alto Perú otorgó a los “indios”, en bando del 13 de febrero de 1811, el derecho a voto. Esto lo comparo con lo que ocurrió setenta años después con Roca. Quien dirá después de su Campaña del Desierto ante el Congreso de la Nación: “La ola de bárbaros que ha inundado por espacio de siglos las fértiles llanuras ha sido por fin destruida. El éxito más brillante acaba de coronar esta expedición dejando así libres para siempre del dominio del indio estos vastísimos territorios que se presentan ahora llenos de deslumbradoras promesas al inmigrante y al capital extranjero”. Al habitante originario y al criollo, nada. Estas palabras lo dicen todo, el espíritu de Mayo había sido traicionado por completo. Roca va a reestablecer la esclavitud. Porque vendrá luego el “reparto de indios”. Leo esta crónica del diario El Nacional del Buenos Aires de 1879: “Llegan a Buenos Aires los indios prisioneros con sus familias. La desesperación, el llanto no cesa. Se les quita a las madres indias sus hijos para en su presencia regalarlos a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano, unos hombres indios se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, las madres indias aprietan contra el seno al hijo de sus entrañas, el padre indio se cruza para defender a su familia de los avances de la civilización”.

Además, por la concesión Grünbein, Roca entregará 2.500.000 hectáreas de la Patagonia a 137 estancieros ingleses. Invitado a Londres, Roca dirá en un banquete que le ofreció la empresa Baring Brothers: “He abrigado siempre una gran simpatía por Inglaterra. La República Argentina, que será algún día una gran nación, no olvidará jamás que el estado de progreso y prosperidad en que se encuentra en estos momentos se debe en gran parte al capital inglés...”

Sí, al capital inglés todas las libertades, pero el inmigrante europeo venido a estas pampas y que iniciaba la lucha por los derechos obreros corría el peligro de ser expulsado del país por la ley 4144, la Ley de Residencia, aprobada por Roca. Una ley cruel y discriminatoria que traicionaba de raíz todo el pensamiento libertario de nuestros héroes de Mayo.

Luego de esta lectura de documentos históricos, un grupo del Altiplano habló a los niños de que el mal llamado “progreso” estaba destruyendo la naturaleza y que ellos, como seres de la tierra, pedían ayuda para cuidarla para las próximas generaciones. Todo se estropea con el afán de ganar dinero. Las empresas que buscan el oro y la plata y envenenan las aguas que todo lo dan.

Las palabras sencillas llegaron hondo. Primero quitaron las tierras, ahora quitaban el entorno sabio de la naturaleza. Debemos defenderla. Por último, ese patio de recreo de la escuela de Flores Sur tembló de pura alegría y ganas de vivir: un conjunto también del Altiplano entró con sus instrumentos originales y su música plena de ecos. Los niños se pusieron de pie espontáneamente y comenzaron a bailar, con ese andar suave y continuo del compás de la música. Fue la alegría plena. Para aprender de ella. Sólo nos quedaba, para hacer la fiesta completa, entonar fuertemente esas estrofas del Himno Nacional de 1813, tantas veces traicionado:

Ved en trono a la noble igualdad,
Libertad, Libertad, Libertad

Esos dos versos podrían ser el programa para las próximas elecciones. Lo votaríamos.

Osvaldo Bayer

Fuente: Página 12






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