10 mayo 2010

¿Qué hay que cambiar en el Frente Amplio?




En notas publicadas en La República con fecha 7 y 15 de abril intentamos aportar puntos de vista a una discusión más amplia sobre los cambios necesarios en el Frente Amplio y en la forma de hacer política en el país. Creemos firmemente que no es posible construir un país productivo con justicia social sin reformular la política para avanzar hacia una democracia más profunda y participativa.

Hay muchos argumentos para plantearnos metas ambiciosas en este plano, que van desde la forma de democratizar las políticas públicas hasta las normas de funcionamiento de los partidos. En sus dimensiones más estratégicas será necesaria una Convención Nacional Constituyente. Pero es responsabilidad del Frente Amplio cambiarse a sí mismo. Para ello vale la pena destacar las fortalezas a preservar al mismo tiempo que las líneas de innovación a promover.

1) La acción política permanente y organizada desde los barrios. La continuidad de la lucha política, más allá de las coyunturas electorales, y su organización territorial, generaron un instrumento político poderoso. Para los sectores populares significó la unidad construida desde muy diversos cauces. Esta herramienta política contribuyó decisivamente a construir liderazgos comunes que se proyectaron a nivel nacional. Desde este soporte político y organizativo se desarrollaron grandes movilizaciones populares que fueron la principal arma en manos de la izquierda. El arraigo en la juventud aseguró un crecimiento sostenido pero sobre todo una vitalidad, un entusiasmo y una capacidad de respuesta que fueron una gran fortaleza del Frente.

2) Frente Amplio y gobierno: un vínculo a transformar. Está en cuestión el modelo de vinculación entre la fuerza política y el gobierno que se impuso desde hace años: la idea de una fuerza política prescindible que no juega un rol protagónico propio. Está implícita aquí una concepción donde el actor de los cambios es el gobierno. De esta forma la acción del "Partido" se reduce a apoyar lo que hace el gobierno y difundir sus logros especialmente en los períodos electorales. O por el contrario se limita a juzgarlo, controlarlo, discutirlo y criticarlo. Sin duda, es bueno que la fuerza política pueda discutir las grandes opciones, las encrucijadas, los lineamientos fundamentales de la acción del gobierno. Eso ha faltado en reiteradas ocasiones y a veces se produjo por exigencia de los comités de base y coordinadoras. Pero tampoco es posible y conveniente que el "Partido" interfiera con la labor de gobierno. Fuerza política y gobierno tienen roles y tiempos diferentes. Lo que falta claramente es una concepción que parta del rol propio de la fuerza política imprimiendo dinamismo e iniciativa a su acción hacia la población. Para mencionar un aspecto: el Frente Amplio no desarrolló en estos 5 años ninguna campaña nacional, no convocó a toda su militancia a una movilización consistente, no abrió alternativas diversas para generar acción y organización política por carriles variados en los diferentes sectores. Por ejemplo en los jóvenes.

3) ¿Qué hay que cambiar en el Frente Amplio? Lo que todo el mundo percibió es que el debilitamiento de la fuerza política, su marginación y desmovilización es una estrategia suicida. La escasa movilización frenteamplista en las elecciones internas, y en contraposición la energía desplegada por los partidos tradicionales, fueron una señal de alerta.

También en la llegada a los jóvenes el Partido Nacional logró una convocatoria insólita en relación con liderazgos desgastados y la ausencia de banderas éticas fuertes, aunque sus errores no permitieron darle continuidad. Desde la izquierda fue la campaña por la anulación de la ley de caducidad quién generó una movilización masiva de jóvenes, que llenaron de rosado la ciudad. La realidad desmintió así las teorías sobre el agotamiento de los grandes temas éticos en las nuevas generaciones y la instauración definitiva de una época de motivaciones minimalistas o individualistas. La subestimación de los temas ideológicos y la apelación sistemática al pragmatismo, no es la adaptación de la política a la modernidad sino un sesgo particular que debilita la acción política más amplia. La incidencia de la conducción política sobre la desmovilización aparece más clara.

Sin desconocer los cambios culturales, comunicacionales, sociales. Antes al contrario colocando en el centro del análisis la marginación política de los jóvenes, la falta de iniciativas y propuestas convocantes, la ausencia de creatividad en los medios, el achatamiento de los espacios políticos.

Cuando la política aparece centrada en la administración del Estado su capacidad de entusiasmar, enamorar y comprometer se reduce cada vez más.

Pablo Anzalone
Militante del PVP-FA


Fuente: La República


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