Luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando las fuerzas aliadas salieron victoriosas, el gobierno de EE UU intentó sacar el máximo provecho de su victoria militar. Articuló la Asamblea de Naciones Unidas dirigida por un Consejo de Seguridad integrado por los siete países más poderosos, con poder de veto sobre las decisiones de los demás.
Impuso el dólar como moneda internacional, sometió a Europa al plan de subordinación económica conocido como Marshall, e instaló más de 300 bases militares en Europa y en Asia, cuyos gobiernos y mass media jamás levantan la voz contra esa intervención flagrante.
No se arrodilló el mundo entero a la Casa Blanca sólo porque existía la Unión Soviética para equilibrar la correlación de fuerzas. Contra esta última, los EE UU entablaron una guerra sin limitaciones, hasta derrotarla política, militar e ideológicamente.
A partir de la década de 90, el mundo quedó bajo hegemonía total del gobierno y del capital estadounidenses, que pasó a imponer sus decisiones a todos los gobiernos y pueblos, los cuales fueron tratados como vasallos coloniales.
Cuando todo parecía que estaba en calma en el imperio global, dominado por el Tío Sam, es que surgen las resistencias. En América Latina, además de Cuba, otros pueblos eligen gobiernos antiimperialistas. En Oriente Medio, los EE UU tuvieron que recurrir a las invasiones militares a fin de mantener el control sobre el petróleo, sacrificando miles de vidas de afganos, iraquíes, palestinos y paquistaníes.
En ese contexto, surge en Irán un gobierno decidido a no someterse a los intereses de EE UU. Dentro de su política de desarrollo nacional, instala centrales nucleares y eso es intolerable para el Imperio.
La Casa Blanca no acepta la democracia entre los pueblos, que significa que todos los países tengan derechos iguales. No acepta la soberanía nacional de otros pueblos. No admite que cada pueblo y su respectivo gobierno controlen sus recursos naturales.
Los EE UU transfirieron tecnología nuclear a Pakistán e Israel, que hoy poseen la bomba atómica. Pero no toleran el acceso de Irán a la tecnología nuclear, incluso con fines pacíficos. ¿Por qué? ¿De dónde derivan tales poderes imperiales? ¿De alguna convención internacional? No, sólo de su prepotencia militar.
En Israel, hace más de veinte años, Moshai Vanunu, que trabajaba en la central atómica, preocupado con la inseguridad que eso representaba para toda la región, denunció que el gobierno ya tenía la bomba. Resultado: fue secuestrado y condenado a prisión perpetua, conmutada a 20 años, después de una gran presión internacional. Hasta hoy vive en arresto domiciliario, prohibido de contactar con cualquier extranjero.
Todos estamos contra el armamentismo y las bases militares extranjeras en nuestros países. Somos contrarios al uso de la energía nuclear, debido a los altos riesgos, y al uso abusivo de enormes recursos económicos en gastos militares.
El gobierno de Irán osa defender su soberanía. El gobierno usamericano no invadió militarmente a Irán sólo porque éste tiene 60 millones de habitantes, es una potencia petrolífera y posee un gobierno nacionalista. Las condiciones son muy diferentes al del atolladero llamado Irak.
Felizmente, la diplomacia brasileña y de otros gobiernos se involucró en la contienda. Esperamos que sean respetados los derechos de Irán, como de cualquier otro país, sin amenazas militares.
Nos queda abogar para que aumenten las campañas, en todo el mundo, por el desarme militar y nuclear. Ojalá cuanto antes se destinen los recursos destinados a gastos militares para solucionar problemas como el hambre, que afecta a más de mil millones de personas.
Los movimientos sociales, ambientalistas, iglesias y entidades internacionales se reunieron recientemente en Cochabamba, en una conferencia ecológica mundial, convocada por el presidente Evo Morales. Se decidió preparar un plebiscito mundial, en abril de 2011. Las personas serán convocadas a reflexionar y votar si están de acuerdo con la existencia de bases militares extranjeras en sus países; con los excesivos gastos militares y con el hecho de que los países del Hemisferio Sur continúen pagando la cuenta de las agresiones al medio ambiente practicadas por las industrias contaminadoras del Norte.
La lucha será larga, pero en esa semana podemos celebrar una pequeña victoria antiimperialista.
Frei Betto* - João Pedro Stédile*** Frei Betto es escritor
** João Pedro Stédile integra la dirección de la Vía Campesina
Fuente: Alai-amlatina
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