Entre los regalos más vendidos de estas navidades estará el simpático Pocoyó. Pero, ¿quién está detrás del blanco fondo en el que transcurren sus peripecias? La respuesta, neoconservadores ligados al PP.Si no se emancipa pronto, Pocoyó podría seguir los pasos de otros niños prodigio y convertirse algún día en un juguete roto. Joselito, Marisol, Michael Jackson, Gary Coleman, la niña de Rajoy… Todos sufrieron los rigores de una fama precoz y los abusos de unos administradores sin escrúpulos. El pequeño Pocoyó genera unos beneficios incalculables. Es el mayor éxito de la animación española desde la época dorada de David el Gnomo, Dartacán o Willy Fog. Sin embargo, Zinkia, la empresa que cotiza en bolsa con el sudor de este niño de cuatro años, perdió un millón en 2009 tras cosechar unos beneficios de 1,6 millones en 2008. ¿Quién expolia el bolsillo de Pocoyó? ¿Quién se lucra con las desgracias de Pato, el ánade secundario? ¿Quién vacía la mochila de la elefanta rosa Elly?
El consejo de administración de Zinkia parece una caricatura sombría del Tea Party. Allí se dan la mano neocones y ex altos cargos del PP. Viejos directivos de Procter & Gamble –empresa entusiasta de la vivisección de animales para crear productos de tocador– y asesores de la
CEOE. Todos esos currículos repiten como un mantra las siglas MBA.
Las afinidades electivasEn esta reunión de halcones destacan algunos nombres. El de más relumbrón es el guapísimo
Juan José Güemes, yerno de
Carlos Fabra, ex consejero de Empleo y Sanidad con Esperanza Aguirre y ahora presidente del Comité de Auditoría de los cuartos de Pocoyó.
Otro paracaidista llegado del PP es Alejandro Ballestero, secretario técnico del Partido Popular en las Cortes de Castilla-La Mancha y diputado en dos legislaturas. No es tan guapo como Güemes, pero tras romper sus relaciones con una Miss Venezuela y el ex rollo cañí de Bruce Willis, María Bravo, ahora rehace su vida junto a la modelo Carla Pereira, ex novia de Joaquín Cortés.
Junto a ellos se sienta el consejero Mariano Martín Mampaso, que ha dedicado 33 años de su vida a vender productos de
Proctle & Gamble (Ariel, Fairy, Gillete, Pringles, Tampax…), pero no en una tienda de barrio, no, sino como presidente mundial de ventas.
Codo a codo con Güemes trabaja Alberto Delgado que, por supuesto, tiene su MBA de la Universitas Nebrissenssis de Madrid. ¿Qué universidad es esa? La ‘Nebrija’ de toda la vida, pero citada por su denominación empresarial. Delgado se ha dedicado a asesorar en comunicación a propios y extraños. Lo mismo asesora a una constructora como Metrovacesa que a la Asociación Nacional de Control de Plagas pasando por la CEOE de Madrid. Otro con MBA y, además, piloto es Íñigo Mencos. Del colegio Retamar a Oxford. ¿Dónde mete el dinero que le saca a Pocoyó? Su lista de dedicaciones es interminable, pero empieza por su papel de administrador de una SIMCAV. Sí, sí, con eme. ¿Que qué es una SIMCAV? Pues es como una
SICAV, de bienes mobiliarios. El capital mínimo inicial es de 2,4 millones de euros y tributan a un feliz 1%. También saca partido de otras sociedades de capital riesgo; un
campo de golf; promociones inmobiliarias de mal recuerdo para
Esperanza Aguirre (Ciudad Valdeluz); empresas de seguridad privada; de distribución de productos de Telepizza; de comercialización de derivados del petróleo y hasta fue consejero en Svenson, la cadena de clínicas capilares.
Eres niño ‘pocoyó’¿Y quién dirige todo este cotarro? Un licenciado en Humanidades por Salamanca y licenciado en Filosofía por la Pontificia Gregoriana de Roma. Se llama José María Castillejo Oriol. Este humanista y filósofo luce una desenfadada barba con su bohemia proporción de canas. Quizá su formación no hacía presagiar nada bueno a su familia, pero por suerte estudió un MBA y hoy preside el Consejo de Administración de Zinkia.
Pocoyó casi no sabe hablar. Apenas emite un incomprensible galimatías de monosílabos guturales. Está claro que por eso, y solo por eso, no se queja. Cuando su creador artístico decidió competir contra los Teletubbies y bosquejó al pequeño Pocoyó, no sabía qué nombre ponerle. Alguna vez ha contado la etimología del término: su hija rezaba cada noche antes de irse a la cama y repetía una breve oración conocida por todos los españolitos que no han estudiado Educación para la Ciudadanía. “Jesusito de mi vida. Eres niño… pocoyó”. Aquel lapsus metafísico se convirtió en revelación. Aquel hombre, que vivía en Argentina, vino a España, no fue repatriado en Barajas ni linchado por el PP catalán. Bautizó a su criatura como Pocoyó. Este nombre no está en el santoral, pero pronto podría convertirse en el de un mártir.
¿Alguien quiere acciones de Pocoyó?Hace poco más de un mes, el 13 de octubre, Zinkia lanzaba una emisión de obligaciones con la que pretendía captar
11 millones de euros entre accionistas particulares. La madre empresarial del niño mimado de la animación española (¿Animación española? los guiones llegan de EEUU, la financiación inicial salió de la productora británica Granada International y TVE solo compró los derechos después de que ya lo hubieran hecho 79 cadenas extranjeras) buscaba ampliar su capital y para ello ofrecía un cebo más que suculento: por una participación mínima de mil euros, apta para pequeños especuladores. Zinkia garantizaba un espectacular
9,75% de rentabilidad anual por tres años, casi lo que ofreció Nueva Rumasa (10%). La empresa preveía que se agotasen las acciones antes del plazo previsto, un mes. Pasó el mes y sólo se han colocado 2.238 obligaciones, el 20% de la oferta. La empresa se da ahora un plazo de un año para captar esos 11 millones tan deseados. ¿Para qué necesita tanto dinero? La prensa económica lo llama “desapalancar la deuda”. El ‘apalancamiento’ de Zinkia es uno de los más altos del parqué: tardaría
15 años en amortizarse a sí misma. Solo once compañías las pasarían más canutas por culpa de su deuda y de estas once, cinco son inmobiliarias.
Raúl F. MillaresFuente: Diagonal
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