12 diciembre 2010

Nikita Mijalkov: "El futuro está en la sangre joven de América Latina y África, de China y la India"



Versión del encuentro en La Habana, de Nikita Mijalkov con periodistas, realizadores y estudiantes de cine durante el 32do. Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Hace tiempo que quería venir a Cuba, he soñado venir aquí porque Cuba es una leyenda en todos los sentidos; pero si hubiera venido muchas veces yo no podría filmar lo que usted dijo ahora, porque el vuelo son 13 horas y de regreso a Moscú otras 13, y aquí no me van a dejar dormir, prefiero buscar una oportunidad de venir en un lapsus de filmación.

Si vamos a hablar de cine y de la cultura en general, creo que la cultura existe solo en el lugar donde existen los problemas. Un pueblo que no tiene problemas, no tiene cine ni cultura y si se inventan los problemas, tendrá un arte muerto y un cine muerto.

En Rusia hay y habrá problemas, igual que en América Latina, y por eso tanto allá como aquí siempre habrá arte. El futuro está en la sangre joven de América Latina y África, de China y la India, porque en la bella Europa si se unen 20 viejos no va a resultar un joven, sino un viejo respetable pero nunca un joven. En lo que se refiere a EE.UU. eso no es un país, es un proyecto comercial grandioso, y no quisiera que el famoso mundial McDonald fuera humanitario porque un McDonald humanitario puede convertir las culturas individuales en lo que hizo con la comida individual, es decir, es barata y llena, pero no es nada sabrosa.

¿Usted vino a Cuba a presentar la segunda parte de Quemado por el sol?

Vine a Cuba porque nunca estuve aquí.

¿Por qué una segunda parte de Quemado por el sol?

Hay segunda parte y también está lista la tercera porque voy a seguir hablando de Rusia, e intentando comprender espiritualmente qué pasó entre el principio del año 41 hasta el inicio de la guerra, porque hoy esos problemas aparentemente ya están olvidados.

En la metafísica de la destrucción y en la tercera parte, llamada Ciudadela, la metafísica de la creación, la frase más importante era “ojalá que no haya guerra” porque aquel pueblo que nunca luchó en su propio territorio no va a entender qué es una verdadera guerra. Puede saber que están luchando en Asia o en África, pueden haber mutilados o muertos, ser una tragedia para la familia, pero es otra cosa. Cuando la guerra sucede en tu propio territorio, luchan los soldados, los bosques, la tierra, un banco en el parque, la puerta de tu casa, todo. Quisiera recordarles que en Rusia suscitó una reacción enorme, porque uno no quiere ver eso, porque molesta, te irrita, porque tienes otros problemas distintos; sin embargo, cuando alguien se sumerge en esta historia, sufre una metamorfosis. A mí me escribió una muchacha de 19 años diciéndome: “vi su película, salí a la calle y llamé a mi mamá con la que no había hablado desde hace cinco años”. Para mí eso es muy importante y para eso es la película.

¿Se arrepiente de no haber filmado más?

Mi mamá tenía una explicación perfecta y muy buena para todo: “así es como debe ser”. Yo no soy como los católicos pero en lo ortodoxo se dice que no se da la cruz que no se puede cargar.


Foto: RIA


Referentes literarios…

En primer lugar Chejov, pues en sus obras encuentras lo que te hace falta hoy, es una vereda en un campo, que no se ve pero sí existe el camino. Buscar ese camino es lo más interesante.

¿Qué diferencias existen entre el cine soviético y el cine ruso actual?

No tuve problemas para hacer cine en la Unión Soviética, no me avergüenzan mis películas de entonces. Siempre filmé lo que consideré correcto, y lo decía también. La diferencia del cine de ahora y del soviético es que antes existía la censura, pero no había peligro de que no pudieras terminar la película porque se acababa el dinero. Hoy, desgraciadamente, no existe censura pero hay posibilidades de que no puedas terminar la película porque se acabó el dinero. Eso no significa que antes eran tiempos buenos y ahora son malos. En la lucha entre el censor y el creador vence el que es más verdadero, más auténtico. Es el resultado del alma, es la diferencia entre ser y tener. La diferencia entre creador y no creadores es que el creador siente y el otro no siente aunque se ocupen del mismo asunto.

¿Qué les aconseja a los nuevos realizadores?

La falta de dinero no puede pararlos ahora que son jóvenes, porque lo que su alma crea no va a desaparecer, su atmósfera, su aura; espera el momento para realizarse, hacerlo todo y a tiempo llega aquel que sabe esperar. Por eso les aconsejo que no busquen primero el financiamiento, sino la idea, y todo lo que ustedes crean y piensen es lo verdadero y será patrimonio no solo de ustedes, sino también de los demás.

¿Qué piensa de la era de la tecnología en la cual se le da más importancia a la tecnología que a la historia?

La tecnología es una fuerza enorme, pero solamente en aquellos momentos cuando ella aporta al espíritu y no trata de decir que ella es el espíritu.

¿Cuál ha sido la repercusión en la vida espiritual del pueblo ruso del llamado Proceso de transparencia informativa de finales de los 80?

No puede existir un pueblo si no tiene nada de qué reír. Solamente aquel pueblo que tiene cosas de qué reírse y someterse a la ironía, es el pueblo que puede existir en el futuro.

Cuando la prensa no tiene ninguna responsabilidad por lo que está escribiendo, se convierte en el caos. Se transforma en la venganza impune, y como Rusia es un país de extremo, si queremos queremos, si nos emborrachamos nos emborrachamos, y con aquella libertad sucedió que no tenía responsabilidad.

¿Cree que las nuevas generaciones de cineastas rusos están conscientes de que los grandes valores de aquella Rusia mítica, eterna deberán ser la base de su cine como lo fue en el caso de su mismo cine, que intentó mostrar esa mística en Pieza inconclusa para piano mecánico, Oblomov, Quemado por el sol?

No puedo contestar por ellos. No es tan importante que ellos filmen sobre eso. Es más importante que ellos filmen lo que quieren filmar, pero que sepan quién fue Oblomov. Eso es lo principal. Existe una frase que dice: “La verdad cruel sin amor es una mentira”. Estoy dispuesto a ver el cine más cruel del mundo más feo. Quiero ver a quién tú estás queriendo —como director— con esta película. No me gusta la constatación, quiero ver cómo tú te responsabilizas por lo que quieres.




Su película ganó el Oscar el mismo año que competía Fresa y chocolate, pero quería que supiera que los cubanos lo perdonamos: amamos su película como amamos la nuestra. Personalmente le agradezco por venir a Cuba porque me confirma una suposición que tenía desde que vi la película por primera vez: solo un gran ser humano pudo haber hecho esa gran película.

Le agradezco muchísimo por sus palabras. Cuando se trabaja por la fama, el dinero, por los premios nunca alcanza. Nunca se va a estar satisfecho. Tengo esto pero quiero lo otro. Si se dice lo que se tiene dentro y además recibió el premio ¡qué felicidad!

¿Cómo Mijalkov, a través de su cine, afronta el reto de ser un hombre de su tiempo?

Desde los tiempos de Adán y Eva nada cambia: el amor, el miedo, la enfermedad, el respeto a la vida y a la muerte. Hoy existen Internet, la tecnología, las bombas atómicas; pero cuando estamos ante Dios, desnudos, nos preocupan las cosas que preocuparon a las personas durante el período bizantino. Los tiempos modernos no significan de moda, existe un solo criterio: nos preocupan o no nos preocupan. Todo lo que podemos hacer es expresarlo en una forma nueva, en una tecnología nueva, aplicando una tecnología gráfica. Todo eso es necesario para una sola cosa: tratar de expresar el espíritu humano, la vida del espíritu humano; si no existe, se observa la pantalla y uno puede maravillarse y decir “qué bien está hecho”.

La película Avatar fue vista por cientos de millones de personas, y estremeció al mundo. ¿Reconocería alguien al actor que hizo el personaje protagónico ahora que no tiene cola? Todo lo que está por fuera nos nubló lo que se encuentra dentro; nos nublaron la vista, nos engañaron; pero estamos felices. Esa es la meta de este tipo de cine. Y me quito el sombrero ante esta película; pero después de ella, ¿me va influir en el sentido de que yo haga algo movido por esta película? Por ejemplo, pasa una anciana y le ayudo a atravesar la calle, ¿la película va a influir sobre mí de esta forma? Por lo tanto, cuando usted habla de la modernidad, de los tiempos de hoy, en el sentido tecnológico, digo que necesitamos saber de tecnología, utilizarla; pero siempre lo más importante es el amor y todo lo que se relacione con el amor, como fue para el homo de antes. Hablamos sobre el arte moderno y si usted con su arte moderno me puede dar algo que yo entienda y me conmueva, para mí es suficiente.

Soy de una generación que creció con la presencia de los rusos en Cuba. Algunos los admiraban y otros los rechazaban; pero entre las cosas que admirábamos están, obviamente, las películas de Nikita Mijalkolv. Creo que ha sido también el cineasta ruso que mejor ha sido recibido y eso tiene que ver con que ha sabido expresar el alma rusa como antes lo hicieron Tolstoi, Pushkin, Chejov, Tarkovski. Cuando vemos al hombre que es Nikita Mijalkolv, se entiende cómo puede hacer ese cine tan vital. ¿Cuáles son los temas que le siguen inquietando? ¿Son los mismos de hace 40 años, cuando se inició en el cine de la mano de su familia o ese tiempo vivido le ha llevado a otros temas?

Muchas gracias por sus palabras. Les voy a comentar una cosa rarísima, que, incluso, también me asombra. En Rusia, me hicieron llegar una compilación de entrevistas que he dado en el transcurso de 40 años en todo el país. Durante mucho tiempo no quise abrirla porque tenía miedo de todas las tonterías que pudiera haber dicho durante estos años; pero así y todo lo abrí, lo hojeé y llegué a una conclusión asombrosa, por la que me sentí feliz: no reniego ni de una sola palabra. Eso no significa que siempre tuve la razón, sino que tuve mi camino propio, orgánico; es decir, no tuve esa sensación de que antes me preocupaba una cosa y hoy otra. Quizá es un “caso clínico”, pero me interesa hoy lo mismo que antes.

Chejov vivió solo 44 años y escribió lo que a él le pareció en los años 80 del siglo XIX. ¿Esto quiere decir que ya está envejecido este autor? No, porque la vida del espíritu humano no conoce el tiempo. Ustedes tienen nuevas ideas y temas. Temo parecerles un creador acabado, pero no tengo otro modo.


Foto: Alberto Borrego


Dentro de sus películas, una pieza clave ha sido usted mismo como protagonista de esas historias que cuenta, porque esa exquisita sensibilidad que puede transmitir dentro de sus obras es lo que hace que el espectador se conecte con la historia, por la transparencia en sus expresiones y su rostro que puede dar tanta calma y al mismo tiempo tanta dureza. Por eso le pregunto: ¿la pasión por ambas profesiones, director y actor, siempre han ido de la mano o en algún momento alguna se ha ido por encima de la otra?

Ya les dije el refrán ruso: Se está bien en aquel lugar donde yo todavía no estoy. Cuando me desempeño como director, me parece que pudiera hacer mejor el papel que cualquier actor que lo esté representando. Y cuando estoy trabajando como actor pienso que el director lo hace todo mal, que yo lo hubiera hecho mejor. Siempre resulta una lucha con uno mismo, pero no trato de unir estas dos profesiones. Como actor me desempeño donde sé que pueda hacer el papel y nunca me entrometo en el trabajo de dirección; pero cuando estoy trabajando como director, si considero que puedo ayudar al actor, lo hago.

Siempre he pensado que la escuela de actores rusa se encuentra entre las mejores del mundo, por lo que hemos visto a través del cine. Elena Solovei es tan extraordinaria como Meryl Streep, ni más ni menos. Desde ese punto de vista, usted que ha podido dirigir actores de otras nacionalidades, ¿hay algo que distinga por encima de los demás a los actores rusos y soviéticos?

Es una escuela asombrosa. Es, por supuesto, Stanislavski, Vastangov y Chejov. No conozco una escuela mejor que la rusa. A propósito, Robert de Niro, Robert Redford, Paul Newman... todos pasaron la escuela que fundó Chejov.

Soy de una generación que estudió en escuelas de nombres como Presencia de Lenin, Revolución de Octubre… y cuando vi Ana —el documental—, me sentí muy identificada con ella. De hecho, me sentí Ana. ¿Qué ha pasado con Ana después de tanto tiempo?

¿Qué Ana?... [Risas] Ana es muy buena actriz porque yo sí entiendo de eso. Ella dio a luz a dos bandoleros y siempre discute conmigo, por eso debo estar siempre en forma, me obliga a estar en forma. Es una persona armónica y de muchas facetas, muy independiente, sensual; no sé cómo llegó a lograrlo, pero tiene una técnica afilada de trabajo actoral. Hoy verán a Nadia, que era muy pequeña cuando hicimos la primera película y ahora también es buena actriz. Pero usted habla de la película: es un documento de una época muy importante y va a quedar como un testimonio. Cuando uno está cerca del otro, no se distingue nada. Lo más grande se ve a la distancia, en la perspectiva. Mientras más tiempo pase, más va a significar esta película.

Generalmente, los padres amamos por igual a todos los hijos. Pero le pregunto: ¿cuál es la película que más le ha satisfecho como realizador —no la que más gloria le trajo—, y cuál es la actriz con cuya actuación se ha sentido más complacido?

Como norma, nosotros no valoramos el trabajo per se, sino lo que costó, o sea, aquella energía interior que gastamos en la obra. Ningún filme mío fue fácil para mí. Y siempre me pareció que cada película fue la más difícil de todas. No puedo decir ahora que quiero más a una película que a otra, aunque sí hay unas mejores que otras. Te puedo decir que cuando veo mis películas, tengo sensaciones encontradas: la tristeza de que no puedo rectificar todo lo que no salió bien y la alegría de que tampoco puedo hacerlo.

Fuente: La Jiribilla








Ya dejaste tu graffiti?