01 agosto 2009

Mucho Nicolás



Foto: Fundación Nicolás Guillén


Son muchos los que vuelven una y otra vez a los textos de Nicolás Guillén. Unos gozan el ritmo de sus versos, otros la melodía de las palabras; unos transitan por las alturas de sus elegías, otros por los sones sencillos y rotundos; unos se enardecen con el canto ceremonial a los ancestros, otros con el fulgor de su ingenio.

¿Qué tiene la obra de Guillén para que tantos usos cotidianos y permanentes se hagan posibles? ¿De qué tamaño es la vastedad de su legado? ¿Por qué se nos hace necesario tanto en la convocatoria a una batalla, como cuando ante un escarceo sentimental recordamos "de qué callada manera / se me adentra usted sonriendo / como si fuera la primavera / y yo muriendo?"

Una respuesta pasa por la capacidad de sintetizar identidades. Guillén supo articular, como nunca se había hecho, lo más auténtico de su pueblo con las formas más rigurosas y elaboradas del lenguaje, las raíces étnicas con el color cubano, los orígenes diversos con un solo destino.

Pero también habría que buscar una clave en la coherencia entre emoción y expresión. Nada está dicho por gusto en su poesía, cada verso nace de profundas convicciones. Pero al mismo tiempo nada está dicho sin arte ni oficio.

Sobre esta correspondencia, con plena conciencia, el propio Nicolás dio su versión al notable especialista en su obra, el jamaicano Keith Ellis, quien le preguntó “cómo se explicaba el hecho de que los postulados expresados en distintas etapas de su poesía resultaron verdaderos en el transcurso del tiempo. Me respondió con la franqueza y ausencia de falsa modestia que se encuentran entre sus rasgos más prominentes, que esto se debía a su perspicacia política”.

Hoy día, en la poesía hispanoamericana, se le considera un autor clásico, con independencia de que en algún que otro momento se tratara de sesgar su legado —ahí están los que pretendieron reducirlo a la recuperación folclórica negrista, o etiquetarlo como un bardo se resonancias sociales.

Pero como bien ha apuntado el crítico norteamericano Roberto Márquez, “la consagración universal del poeta ha tendido a ocultarnos, comprensible pero injustamente, los méritos de un prosista de rango que, para remate, son considerables (…) Conocer esa prosa, cuando menos, aumentaría nuestra apreciación del poder sintético, dialéctico, de su poesía. Más aún, percibiremos en toda su extensión, la magnitud y magno alcance de la visión e ideología guilleniana”.

Afortunadamente en los últimos tiempos se observa una revalorización del prosista, mediante estudios calificados de su periodismo. Textos de la compilación Prosa de prisa se convierten con determinada frecuencia en referencias de estudios académicos.

Quizá haya llegado el momento de revivir en diarios y revistas algunas de las prosas de Guillén, sobre todo aquellas que por sus valores conceptuales y estilísticos guardan actualidad.

Así tendríamos a un Guillén mucho más completo, a ese mucho Nicolás que siempre nos sobrecoge en sus idas y venidas por el mundo que anticipó con su sensibilidad y lucidez.

Pedro de la Hoz

Fuente: La Jiribilla




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