14 mayo 2011

Caducidad: La saga continúa, sin argumento pero con efectos especiales



Una mala película de terror

En el Parlamento se filma otro capítulo de la serie sobre la Ley de la Caducidad, estrenada en aquel lejano 1986, donde el monstruo de la impunidad no termina de morir. Ahora se pretende asustar al público con un mal argumento, matizado con sonido “sensurround”, imágenes en “3 D” y escenas de sobresaltos. No deja de ser una mala película de terror…

En la última escena de las clásicas películas de terror, que tanto gustan a los adolescentes, el muchacho y la muchacha buenos creen haber matado al malo (Jason, Michael Myers, Freddy Krueger, Depredador, Alien, o el que sea) y cuando se abrazan para celebrarlo, el monstruo se vuelve a parar a sus espaldas, para desesperación del espectador que, saturado de adrenalina, quiere alertar a los protagonistas del peligro y, a la vez, reprocharles que no hayan rematado a la bestia cuando tuvieron la oportunidad.

La ley de caducidad parece uno de esos casos cinematográficos que una y otra vez reaparecen para asustar a la gente; y, para peor, en su película agrega otro ingrediente de los filmes de horror: el “contagio”. Con su “virus” (igual que en libretos sobre los muertos vivos, zombis o destinas versiones de posesiones demoníacas) el monstruo de la impunidad llega a afectar a alguno de los buenos (generalmente actores secundarios) quienes, cuando el espectador menos lo espera, se transforman y pone en riesgo a los protagonistas.

Desde que fue estrenada, con dirección de Julio María Sanguinetti, aquella oscura noche del 22 de diciembre de 1986, la película sobre la Ley 15.848 mantiene una secuencia de episodios que, como en las sagas de cine comercial (Rocky, Rambo, Terminator, etc.), ya no sorprenden por su argumento y sólo se sostienen con sofisticados “efectos especiales” que ensordecen al público con el “sensurround”, lo encandilan con imágenes en “3 D”, o lo asustan con escenas de sobresalto, salpicadas con sangre.

A los “científicos locos”, que en el laboratorio del Poder Legislativo crearon entonces al monstruo con el supuesto argumento de controlar otros peligros, no les importó violar la constitución de la República al someter al Poder Judicial a los caprichos del Poder Ejecutivo, ni les preocupó la opinión del soberano pueblo que ya en 1980 había votado volver a la democracia sin tutelajes, y mucho menos les interesó respetar los acuerdos entre partidos políticos y sectores sociales (Conapro) donde se definía un proyecto de país en común.

Las secuelas

En la primer secuela (“Caducidad II: el voto amarillo”, se pudo denominar), el sacrificado esfuerzo del pueblo para conseguir las firmas y lograr un referéndum con el cual llevar al monstruo ante la justicia es derrotado, y la película, que terminan codirigiendo Luis Alberto Lacalle y Sanguinetti, quedó con un final abierto. Como en “El imperio contraataca” los malos ganan y los protagonistas pasan a una resistencia activa, en la que irán descubriendo los secretos del mal. Así ocurrió en los años noventa, en que reinó la impunidad.

Con el nuevo milenio, la película tuvo una tercera parte (“Caducidad III: la hora de la verdad”, dirigida por Jorge Batlle), donde la ubicación de Macarena Gelman y Simón Riquelo demostró la existencia de niños desaparecidos y se creó la Comisión para la Paz, la confirmación del “segundo vuelo” y los terceros traslados evidenció la “repatriación” de los desaparecidos en el exterior, luego, el hallazgo de los cuerpos de Ubagesner Chaves Sosa y Fernando Miranda comprobaría la existencia de cementerios clandestinos.

El rol protagónico del Poder Judicial (“Caducidad IV: será justicia”, titularían) marcó la cuarta parte de la historia, donde dos dictadores y un grupo de militares son encarcelados por sus violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, un pacto de silencio impide encontrar los restos, los jueces se niegan a tipificar los delitos como crímenes de lesa humanidad, y los casos de desaparecidos en Uruguay se mantienen impunes. El parlamento, donde se intenta anular la ley de caducidad, termina dando una contramarcha.

El fracaso de aquella ley interpretativa para eliminar la caducidad, bajo la dirección de Tabaré Vázquez, es lo que lleva al quinto capítulo de la saga (“Caducidad V: el voto rosado”, sería) donde las organizaciones sociales impulsan un nuevo referéndum y logran alcanzar las firmas, pero en el momento de la votación, el 25 de octubre de 2009, la impunidad comienza a afectar a la sociedad con el síndrome de la desinformación y con el temor de quienes desde la política no dieron todo su esfuerzo por el voto rosado.

¿El epílogo?

En los días que corren se está desarrollando, quizás, la última parte de está ya interminable serie sobre la transición entre la dictadura y la democracia. En “Caducidad VI: la decisión final”, bajo dirección de José Mujica, el tema vuelve a retomar el escenario parlamentario luego que la Corte Interamericana de Derechos Humanos exigiera la eliminación de la ley y cuando la Suprema Corte de Justicia, el Poder Ejecutivo y ambas cámaras legislativas han declarado que la norma es inconstitucional y debe ser eliminada del orden jurídico uruguayo.

Los productores y libretistas de éste nuevo episodio parecen haber incluido todos los ingredientes clásicos de los filmes de terror: el comisario campechano que no cree en la existencia del virus y desarma a quienes iban a matar al monstruo, las adolescentes que se encaprichan y terminan ayudando al ente, los ambiciosos que aprovechan la confusión para beneficio propio, los buenos que son infectados por la caducidad y permiten que la impunidad sobreviva, los fanáticos que anuncian el apocalipsis si su monstruo muere, etc.

Al cierre de esta edición, el Plenario del Frente Amplio decidía si el monstruo terminaba siendo ejecutado en la cámara de diputados o se volvía a generar una alternativa (otra ley, otro plebiscito, u otra excusa…) para que la caducidad siga viva, cuando un par de legisladores ya se habrían infectado con el virus y dos escenas claves serán filmadas: el 18 de mayo, cuando Familiares de Desaparecidos participen en el acto del bicentenario del Ejército, y dos días después, cuando se realice la 16º Marcha del Silencio por 18 de julio.

Lo que podría ser el epílogo de esta serie sobre la caducidad ya no parece asustar a nadie y se ha transformado en una mala película de terror. Ni los gruñidos en videos o detrás de los muros de los cuarteles, ni la búsqueda de la bala de plata, la estaca de madera o los rayos de luz solar, parecen ya atemorizar al público que mira hasta con desilusión un escenario político donde se puede llegar a revivir el cuento más corto del mundo, escrito por el hondureño Augusto Monterroso: “Cuando despertó, el monstruo seguía allí”.

Roger Rodríguez
rogerrodriguez@adinet.com.uy

Fuente: Caras & Caretas

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