difuminan mi color en el pasaporte.
Mi desgarrón estaba expuesto
al turista amante de postales.
No me han reconocido… Ah, no prives
de sol a la palma de mi mano,
porque el árbol
me conoce…
Me conocen todas las canciones de la lluvia,
no me dejes empalidecer como la luna.
Todos los pájaros que ha perseguido
la palma de mi mano a la entrada del lejano aeropuerto,
todos los campos de trigo,
todas las cárceles
todas las tumbas blancas
todas las fronteras
todos los pañuelos que se agitaron,
todos los ojos
estaban conmigo, pero ellos
los borraron de mi pasaporte.
¿Despojado de nombre, de pertenencia,
en una tierra que ha crecido con mis propias manos?
Job ha llenado hoy el cielo con su grito:
¡no hagáis de mí un ejemplo otra vez!
Señores, señores profetas,
no preguntéis su nombre a los árboles,
no preguntéis por su madre a los valles:
de mi frente se escinde la espada de la luz,
y de mi mano brota el agua del río.
Todos los corazones del hombre… son mi nacionalidad:
¡retiradme el pasaporte!
Mahmud Darwish
1970
1970
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