25 junio 2010

Una gran victoria puertorriqueña




En 1898 Estados Unidos, en su debut imperialista, se apoderó por las armas de Cuba y Puerto Rico con el propósito de controlarlas y usarlas como trampolín de su arremetida expansionista al sur del río Bravo. Al mismo tiempo frustraba la victoria de dos procesos independentistas que estaban indisolublemente ligados. Tanto, que el artículo primero de los estatutos del Partido Revolucionario Cubano (1892) proclamaba que éste se creaba para luchar por la independencia absoluta de Cuba y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico; y los próceres borinqueños Eugenio María de Hostos y Ramón Emeterio Betances previeron anticipadamente, al igual que su compañero y fundador de ese partido, el cubano José Martí, la necesidad de unirse frente a la amenaza expansionista estadunidense. Cuba, aunque consiguió en 1902 la independencia formal y la creación del Estado-nación, fue convertida en protectorado yanqui y solamente llegó a ser realmente independiente con el triunfo de la revolución el primero de enero de 1959. Puerto Rico es el único país de América Latina que todavía hoy mantiene la condición de colonia no obstante que su pueblo ha luchado con denuedo por su autodeterminación e independencia y reafirmado y enriquecido en ese proceso su indómita identidad nacional. No es gratuito, por eso, que el Comité de Descolonización de la ONU haya convocado en estos días a una sesión especial para exigir a Estados Unidos que garantice el derecho del pueblo boricua a su autodeterminación.

Sin este antecedente no puede entenderse a cabalidad la trascendencia política y cultural de la radiante victoria obtenida por el estudiantado de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en la huelga de dos meses que acaba de concluir en defensa del derecho de los jóvenes a la educación pública. Los estudiantes, que conquistaron el apoyo de grandes sectores del pueblo castigados por las medidas neoliberales del gobernador anexionista Luis Fortuño, consiguieron casi todo lo que exigía su pliego petitorio y en la primera asamblea nacional celebrada en la historia de la UPR con la asistencia de representantes de los 11 planteles confirmaron los acuerdos a que llegó el Comité Nacional Negociador con la directiva de la casa de estudios. Adicionalmente, la asamblea se pronunció por un voto preventivo en favor de decretar una nueva huelga general en caso de que se intente aumentar las cuotas de matrícula: “El estudiantado se opone a que se aumenten los costos de estudio, sobre todo a la imposición de una cuota en enero de 2011… y dejamos claro que haremos todo lo necesario para detener esa cuota”. La huelga estudiantil de Puerto Rico se distingue por la vibrante y singularmente creativa militancia de sus protagonistas, para la mayoría de los cuales ésta era su primera experiencia de participación política, y por su radicalismo democrático, ejemplo para las nuevas generaciones de América Latina, en especial en estos tiempos en que el sistema dominante intenta –y logra con frecuencia– enajenar a los jóvenes con el consumismo y alejarlos de la actividad política.

En las luchas sociales y políticas de Puerto Rico, debido a su condición colonial, se manifiesta con particular énfasis –explícita o implícitamente– la resistencia frontal contra la dominación de Washington. Ello favorece la vinculación de las reivindicaciones nacionales con las sociales, el impulso de unas por otras, un ingrediente indispensable en las luchas de liberación de los países dependientes. Así, los estudiantes de la UPR –y los docentes que se les han sumado en número creciente– están luchando contra una directiva de la entidad calificadora de universidades de Estados Unidos que urge a reducir drásticamente la contribución a la universidad del presupuesto del llamado Estado Libre Asociado. A la vez, se enfrentan a una camarilla neoliberal entronizada en la administración universitaria que, a tono con las directivas imperiales, ha endeudado alegremente al alto centro docente mientras intenta descargar los costos sobre los estudiantes. El objetivo es privatizar la UPR, liquidando así un centro de educación pública que ha llegado a ser crucial en el fomento del pensamiento crítico, el desarrollo del arte y la investigación científica y, en suma, la preservación de la identidad y la conciencia nacionales de Puerto Rico.

Uno de los voceros estudiantiles dijo una frase lapidaria a propósito de la victoria lograda con la huelga: "Este movimiento no se queda aquí, continúa."

Ángel Guerra Cabrera

Fuente: La Jornada


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