15 octubre 2010

Sueño Lorca o el sueño de las manzanas


Foto gentileza de Ana María Montero


El pasado 7 de octubre una abarrotada sala pequeña del madrileño Teatro Español aplaudió el estreno de Sueño Lorca o el sueño de las manzanas, la obra dirigida por la novel María Caudevilla sobre nuestro más querido poeta, y producida por Baraka Madrid. Una caja de madera llena de lo que fuimos y no fuimos centra el sentido circular de la escena, una noria de palabras en boca de cinco fantasmas que desgranan versos y memoria, metáforas y anhelos, sortijas y miedos de Federico García, su imaginación desde una perspectiva múltiple e inteligente, aún con inocencia y atrevimiento.

Entre fragmentos de piezas lorquianas casi ajenas al público (El paseo de Buster Keaton, El maleficio de la mariposa) y de otras famosas (La zapatera prodigiosa, Doña Rosita), así como de cartas, escritos inacabados, entrevistas y opiniones vertidas por compañeros de generación (Vicente Aleixandre), María no sólo sueña etapas significativas de la vida del genio, sino también sus rincones vitales. Así, el hombre del verano (José Manjón) y el hombre del paraguas (Roberto Yagüe) convierten las palabras en alacranes durante su periplo por un desierto sin arena, cualquiera de las tardes compartidas entre Lorca y Salvador Dalí en la Residencia de Estudiantes. Así, el niño Lorca (Ana María Montero) transforma en versos las fragancias de la noche de Granada mientras acaricia a su gata, poco antes de que su infancia intuya algo llamado muerte. Así, el hombre melancólico (Luis Escudero), viajero de viajes irrealizables, lee la carta escrita por el poeta a su familia desde Nueva York, donde la naturalidad del niño ante un espectáculo sin igual describe el suicidio de un hombre aplastado sobre el asfalto a las puertas del Hotel Astor. Así, el hombre del verano confiesa su homosexualidad a su amiga la mujer de las manzanas (Sara Montgomery Campbell). “Si yo me convirtiera en pez luna”, le dice ella, “yo me convertiría en cuchillo”, responde él. Por encima de la tentación de una heterosexualidad que redimiera su juventud ante una sociedad opaca, por encima de manzanas que morder para mitigar el dolor y la culpa, esta escena sublime desvela su búsqueda del amor verdadero.

El amor y la muerte yacen dormidos detrás de los sueños. María ha soñado Lorca y en su sueño cae una fina capa de lluvia que transparenta al poeta ante el espectador. Al margen de la intertextualidad, la escenografía o los diálogos, ahí se esconde la principal virtud de la obra.

Nos identificamos con el niño que juega, que anhela, que teme, que nace y que muere mil y una veces en cada vida y en cada poema. María ha sabido transmitir la inocencia de la mirada lorquiana en su planteamiento, se ha enfrentado a ella desde la intuición y no sólo desde el análisis. “Quise hacer un collage que reflejara su espíritu soñador, de juego y diversión, viajero, inquieto, irreverente”, explicaba esta autora de ojos profundos en la cafetería del teatro, sólo un par de horas antes del estreno.

Escrita en abril de 2008, Baraka presentó la obra tres meses después en el Festival de Almagro. Ian Gibson, el ilustre hispanista de origen irlandés, se mostró entusiasmado. Una mañana de ese mismo verano en la plaza de Santa Ana, junto a la estatua de Lorca, de cuyas manos una paloma está a punto de volar hacia las puertas del Español, María volvió a soñar. “Allí nos reunimos las ocho personas que actualmente formamos la compañía y Ian Gibson, que nos dijo: ‘en esa sala pequeña deberíais estar vosotros’. Y aquí estamos”, recordaba María, que ha convertido en realidad el sueño de cualquier poeta.

Gibson también cumplió un sueño acudiendo al estreno en el Teatro Español y volvió a vivir Lorca “casi desde dentro”, tal y como lo vivió en el Arcola Theater de Londres allá por agosto de 2008. Actualmente, Baraka gestiona con la embajada española el reestreno de la obra en la capital británica. María, responsable de la compañía en España, espera que las representaciones del Español “nos permitan dar el salto a futuras giras”. Aunque la dramaturga confiesa que “fueron toda una sorpresa”, las tres nominaciones a los Premios Max 2010 reconocieron la brillantez de Ana María Montero como actriz de reparto, de Flavia Mayanx y José Mora por una iluminación al servicio de la lírica y la imaginación, y de Baraka como productora de otro pequeño gran espectáculo levantado con escasos recursos. Como reproche, algunas coreografías no encajan con la sencillez escénica propuesta, dejando al descubierto contrastes innecesarios.

Fundada en 2005, Baraka ha llevado al Arcola Theater otras obras de y sobre Lorca, El amor de Don Perlimplín con Belisa en su Jardín y Hace Federico, ambas dirigidas por Emily Kate Lewis, directora de la compañía en Londres. En noviembre Matadero de Madrid acogerá el estreno de Miguel Hernández, labrador del viento, escrita y dirigida por María Caudevilla y premiada por el Teatro Español en su certamen de creación contemporánea 2009. Baraka (término serbio para choza y juego de palabras con La Barraca, compañía fundada en 1931 por Lorca para representar los clásicos españoles) apuesta por un nuevo viaje escénico al interior de los poetas de la Generación del 27.

Manuel Díaz

Fuente: La República.es


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