23 marzo 2010

Mariana Zaffaroni festejó sus 35 años junto a su abuela, María Ester Gatti, que a los 92 años sigue luchando



Foto: Graciela Guffanti


"No hay que perder jamás la esperanza y tampoco la decisión de luchar". Con esa frase emocionada María Ester Gatti de Islas, a sus 92 años, celebró anoche dos acontecimientos: la inauguración de su tercera biblioteca y el cumpleaños 35 de su nieta, Mariana Zaffaroni.

Ayer a las 20 horas un grupo de amigos y compañeros decidieron acompañar a María Ester Gatti de Islas en la inauguración de la biblioteca "Byblos", en el residencial San José, de la zona del Prado donde vive.

Además de la inauguración de la biblioteca se realizó un sencillo y muy emotivo homenaje a los 92 años de esta mujer digna y luchadora. La fecha coincidió con el cumpleaños 35 de su nieta, Mariana Zaffaroni que vino especialmente desde Buenos Aires para estar presente.

La emoción fue el sentimiento dominante de toda la noche, los concurrentes unos 70, cubrían todo el espectro generacional, desde niños muy pequeños, hasta contemporáneas y contemporáneos de María Ester, entre ellos varios de sus compañeros del residencial.

Además de Mariana, estaban entre los presentes Macarena Gelman y Sara Méndez.

Primero se inauguró la biblioteca, luego se pasó a un sencillo salón, allí tuvo lugar el homenaje, sorpresa para la homenajeada. El primero en hacer uso de la palabra fue el escritor José María Obaldía, miembro de la Academia Nacional de Letras.

Obaldía emocionado como todos los presentes explicó que "en momentos como este, lo más difícil es encontrar palabras, siempre lo intento y siempre fracaso, ninguna me parece suficiente". Obaldía destacó que María Ester "es una maestra, fundadora de bibliotecas, nada menos. Pero además es una heroína, un ejemplo de dignidad". "Sólo me queda recuperar viejas palabras, y la que me parece más adecuada es gracias. Gracias en esta noche de alegría", finalizó.

Posteriormente hizo uso de la palabra María Elena Passegi, una de las organizadoras del homenaje. Passegi hizo una breve y emocionada semblanza de la vida de María Ester. Recordó que se graduó de maestra a los 17 años y que no pudo ejercer durante cinco años porque la dictadura de Terra exigía a los funcionarios públicos expresar lealtad al régimen, cosa que María Ester jovencita se negó a hacer.

Otro aspecto destacado fueron los 36 años de maestra en la escuela pública, vocación que mantuvo y defendió durante toda su vida.

Passegi señaló también que ante la desaparición de su hija, su yerno y su nieta, "María Ester supo transformar el dolor en lucha y ha sido y es un ejemplo de dignidad".

Rememoró su participación desde los primeros momentos en la lucha por verdad y justicia, primero en solitario, incluso concurriendo sola a enfrentarse con José Nino Gavazzo para tratar de saber algo sobre sus seres queridos y luego, integrando el núcleo fundador de la Asociación de Madres y Familiares de Desaparecidos.

En el marco de ese compromiso de siempre, María Ester presidió junto a Elisa Dellepiane y Matilde Rodríguez, viudas de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, la Comisión Nacional por la Derogación de la Ley de Caducidad, y encabezó la campaña de recolección de firmas y luego del Voto Verde en el referéndum de 1989.

Al finalizar las palabras le obsequiaron un enorme ramo de flores a María Ester y parecía que la noche llegaba a su fin. Pero faltaba mucho.

A dúo con Viglietti

María Ester escuchaba emocionada sentada en una silla frente a todos sus compañeros y amigos. En ese momento se sentó a su lado Daniel Viglietti. María Ester lo recibió con un "hace mucho tiempo Daniel". Viglietti respondió "Sí, María Ester, mucho tiempo".

Desde la enorme dignidad de sus 92 años, María Ester, en un hermoso vestido y con sus hermosas canas peinadas con raya al costado, decidió entonces hablar.

Con voz suave pero firme y sin micrófono dijo: "No se sabe a quién elegir para recordar aquellos tiempos. Hoy hay que tener alegría por los que estamos y por los compañeros que no están. Ellos están aquí con nosotros escuchando estas cosas tan lindas que se están diciendo y compartiendo la alegría. Pido un aplauso, bien fuerte, para los que no están". No quedó nadie sin aplaudir, ni los niños, que jugaban. La mayoría de los presentes no podía ni quería contener las lágrimas. Un niño pequeño miraba a su madre llorar y el también se puso serio y aplaudió con gesto convencido. María Ester, continuó: "me acuerdo de aquellos años en que íbamos en las esquinas, con un pañuelo blanco, imitando un poco a las Madres de Plaza de Mayo, pidiendo verdad y justicia. La verdad y la justicia que han quedado un poco ahí, pero mucho ha pasado. Tenemos que seguir cumpliendo en el pasado, en el presente y en el futuro. Construir un país mejor. No hay que perder jamás la esperanza y tampoco la decisión de luchar".

El aplauso fue aún más fuerte, conmovía ver aquella mujer digna a sus 92 años, con la voz cortada por la emoción, mirando a todos y especialmente a Mariana, su nieta, que la escuchaba atenta.

Viglietti le dijo "¿Vamos?" y comenzó a cantar "Antojo". María Ester lo acompañó cantando y las primeras estrofas sonaron a declaración: "Las cosas que están pasando, es cosa de no creerlas, y eso que estuve esperando toda mi vida pa' verlas".

Luego siguieron "El diablo en el paraíso" y "La llamarada", esta última cantada a coro por todos los presentes.

Finalmente manos amigas acercaron una torta de cumpleaños, sobre el merengue blanquísimo, en trazos delicados de chocolate se leía: "Feliz cumpleaños Mariana".

La cumpleañera, Mariana Zaffaroni, enfundada en un jeans y un buzo gris se paró al lado de su abuela. Todos cantaron "Que los cumplas feliz". Y ahora sí, que el maestro Obaldía muestra su razón: no alcanzan las palabras.

Después se partió la torta, María Ester repartió tarjetas que tienen una foto de ella con Mariana y las fotos de su hija y su yerno desaparecidos. Empezó a sonar Silvio Rodríguez en el equipo de música y la emoción seguía allí casi corpórea en el aire.

Gabriel Mazzarovich

Fuente: La República


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