Juanjo Basterra
Cada tres minutos y medio muere una persona por causas relacionadas con el trabajo, y cada cuatro segundos y medio un trabajador de la UE sufre un accidente con baja laboral de, al menos, tres jornadas. Estos datos los ha hecho públicos el director de la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo, el finlandés Jukka Takala, quien ha reconocido que son «cifras inaceptables». Lo comparto.
Cada vez que nos remueven las entrañas con esta realidad dramática del trabajo, siempre me pasa por la cabeza la misma pregunta: ¿una sociedad avanzada y desarrollada se puede permitir esta sangría humana por el hecho de ir al trabajo para ganarse el pan? No.
En Euskal Herria han fallecido este año al menos 85 trabajadores, lo que supone una muerte cada tres días. Me sigo haciendo la misma pregunta; sin embargo, veo y leo que los empresarios y los gobiernos siguen leyendo las estadísticas de forma interesada. Ven números y porcentajes y, en cambio, no distinguen en esos charcos de sangre el drama de muchas familias que ven como su ser querido sale un día de casa y no llega. Se ha quedado en el camino, le ha atrapado una máquina, ha caído por el agujero del ascensor, le ha explotado un horno, ha quedado electrocutado o, entre otras, ha sufrido un infarto por el ritmo infernal porque hay que producir sea como sea.
Todas las ilusiones de una vida se derrumban. Se pierden en apenas unas horas. También ocurre que contraes alguna enfermedad profesional cuyo alcance real se conocerá después de unos años. Ocurre con las víctimas del amianto y otras enfermedades. Aquellos trabajadores que iniciaron su actividad cuando apenas llegaban a la máquina, con 14 años, esperan a jubilarse para disfrutar de la vida, pero en ese camino se cruza el cáncer y adiós muy buenas.
Ni antes había medidas de prevención ni control de los riesgos laborales ni las hay ahora, aunque hayan mejorado. Sin embargo, la patronal vasca y la Administración pública nos darán lecciones de estadística. No harán prevención. Sabemos que incumplen la ley. Y de los muertos, ¿qué nos dirán estos hambrientos de los beneficios económicos y de la propaganda?
Fuente: Rebelión
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