12 octubre 2008

Proceso, tormento y ejecución del inca Túpac Amaru





"No es posible recordar la rebelión de Túpac Amaru con los ojos secos, ni escribir sin que el papel se enrojezca de sangre" - Antonio Ferrer del Río


El oidor de la audiencia de Lima, Benito de la Mata Linares, tomó a Túpac Amaru el 19 de abril la primera declaración, sin que lograse ningún esclarecimiento sobre lo que interesaba saber a los funcionarios españoles: ¿Qué cómplices tuvo entre los criollos? ¿Qué ayuda recibió de los ingleses? ¿Quién continuaba la rebelión?

Encerrado en el convento que habí­a pertenecido a los jesuitas, consciente de lo que le esperaba, Túpac Amaru intentó la fuga. Escribió en un tafetán de su indumentaria, con su sangre, una misiva para cierta persona en demanda de algún dinero, y consiguió del centinela una lima para quitarse los grillos en el momento oportuno.

Su escrito y sus planes fueron denunciados a las autoridades. Mata Linares quiso saber el nombre de la persona a quien había escrito, en el interrogatorio del 28 de abril a las cuatro de la madrugada. Pero salvo algunas expresiones de dolor, nada salió de labios del Inca.

El 14 de mayo se dictó la sentencia:

"Se condena a José Gabriel Túpac Amaru a ser sacado a la plaza de la ciudad, arrastrado hasta el lugar del suplicio para que contemple la ejecución de su mujer, Micaela Bastidas, de su hijo Hipólito, su tí­o Francisco, su cuñado Antonio Bastidas y algunos de sus principales capitanes; concluidas esas ejecuciones, se cortará al Inca por mano del verdugo la lengua y después, amarrado y atado por sus brazos y pies con cuerdas fuertes para atarlas a las cinchas de cuatro caballos, que tirarán cada uno en dirección a las cuatro esquinas de la plaza, de modo que sea descuartizado el cuerpo, llevando sus partes al cerro de Picchu para ser quemadas en una hoguera preparada, echando sus cenizas al viento; su cabeza se remitirá y expondrá al pueblo de Tinta, siendo exhibida por tres dí­as en la horca; uno de sus brazos será remitido al pueblo de Tungasuca, donde fué cacique, con el mismo objeto; el otro a la capital de la provincia de Carabaya; una pierna al pueblo de Livitaca y la restante a Santa Rosa, en la provincia de Lampa. La sentencia será leí­da por los corregidores o justicias territoriales con la mayor solemnidad por bando. Las casas del reo serán arrasadas a la vista de los vecinos, sus bienes confiscados y se falla también que los individuos de su familia que no han caí­do en manos de la justicia, queden inhabilitados para adquirir, poseer o pretender herencia alguna o sucesión".

La sentencia se cumplió el 18 de mayo de 1781. A algunos se les ahorcó simplemente. A otros se les cortó la lengua. A Micaela Bastidas se le dió garrote en un tabladillo en presencia del esposo después de obligarla a ver el suplicio de su hijo Hipólito.






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