19 setiembre 2010

Una guerra inflada


El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés) dio a conocer la semana pasada su octavo examen estratégico global (www.iiss.org, 10/12-9-10).

El IISS está asentado en Londres y es el think-tank sobre cuestiones militares y de seguridad más importante del mundo. Lo integran experimentados especialistas en defensa, militares retirados y otros de alto rango y sus estudios abarcan el planeta entero.

Los informes del organismo suelen ser grises y aun aburridos, su lenguaje es prudente y hasta cauteloso, pero el de este año cambió bruscamente al referirse a Afganistán: calificó esa guerra de “largo y alargado desastre”. Señala que las potencias de Occidente “exageran” la amenaza que entrañan Al Qaida y el talibán. “Se ha inflado” el número de tropas estadounidenses en Afganistán –agrega– y no guarda proporción alguna con la misión de “desmantelar y derrotar a Al Qaida”, que Obama les confió. El estudio del IISS fue supervisado por Nigel Inskster, ex vicedirector del servicio de inteligencia británico o MI-6. Es interesante que además subraye que el peligro de Al Qaida es mínimo en todas partes, incluso en Somalia y Yemen, países en los que EE.UU. interviene, so capa de su seguridad, a ritmo cada vez mayor.

El director de la CIA, Leon Panetta, había ya informado que “el número estimado de terroristas de Al Qaida en Afganistán es de 50 a 100, tal vez menos” (www.huffingtonpost.com, 29-6-10). Aseveró que se concentran en zonas limítrofes de Pakistán y así justificó los constantes ataques que aviones no tripulados infligen a los civiles paquistaníes, niños y mujeres incluidos. Si esas cifras son correctas, un puñado de terroristas mantiene en jaque a casi 150.000 efectivos, 98.000 estadounidenses y el resto de los aliados de la OTAN. No es creíble.

Panetta no tuvo empacho en afirmar que EE.UU. progresa en Afganistán, “aunque es más duro y más lento de lo que se esperaba”. Así es: en los veintidós meses de gobierno de Obama cayeron más militares norteamericanos que en los ocho años de W. Bush. El general David Petraeus, comandante en jefe de las tropas ocupantes de Irak y Afganistán, no se muestra tan optimista como antes.

Obama anunció la retirada de Afganistán para agosto de 2011, pero el general tiene otra perspectiva: declaró en Bagdad que el proceso es a veces parecido a “ver cómo crece el pasto o se seca la pintura” (abcnews.go.com, 14-9-10). Fue más lejos: estuvo de acuerdo con la periodista que lo entrevistaba en que “el éxito contra la insurgencia” podía llevar nueve o diez años más. Bastante antes el pasto crece y se seca la pintura. No es Al Qaida entonces, es el talibán.

Petraeus asumió oficialmente el mando de las tropas en Afganistán el 4 de julio y cambió algunos aspectos de las tácticas de su antecesor, el general Stanley A. McChrystal. Declaró que los bombardeos aéreos “matan afganos” y duplicó el número de allanamientos de domicilios particulares. Ahora no mueren menos: un alto porcentaje de los 1031 asesinados por las Fuerzas de Operaciones Especiales (SOF, por sus siglas en inglés) en 3000 allanamientos e identificados como “insurgentes” eran vecinos que habían salido a la calle armados al escuchar el ruido de los procedimientos. Su intención no era atacar a los del SOF, sino defender a su familia ante un posible agresor, pero fueron ejecutados (Inter Press Service, 15-9-10).

El general Petraeus se jacta del elevado número de mandos insurgentes superiores y medios que las SOF han eliminado, herido y apresado, sólo que hasta altos mandos del ejército dudan de que todos sean talibán: el mayor general Douglas Stone, que supervisó las políticas de detención a comienzos de 2009, concluyó que no lo eran los dos tercios de los presos que EE.UU. retenía como tales en Afganistán (www.guardian.co.uk, 14-10-09). Otra inflación.

Los allanamientos nocturnos enojan a los afganos: trescientos civiles tomaron las calles de Wardak –un ejemplo– como respuesta al asesinato de tres hermanos que dormían en sus camas (www.worldcantwait.net, 12-8-10). El mando de la OTAN dijo que las víctimas eran sospechosos de pertenecer a la insurgencia. Hay sospechas que matan.

Los artefactos explosivos improvisados que los talibán plantan al borde de las rutas que recorren los vehículos ocupantes (IED por sus siglas en inglés) son responsables de la mayoría de las bajas estadounidenses, y el Pentágono ha creado una división especial para contrarrestar esa arma mortífera, la Organización para derrotar a los IED (Jieddo, por sus siglas en inglés). Sus estadísticas más recientes revelan dos cosas: la insurgencia ha aumentado “de manera alarmante” la colocación de esos dispositivos y la población civil denuncia cada vez menos dónde.

Algunas cifras proporcionadas por la Jieddo: en marzo de este año detonaron 434 IED causando la muerte de 23 efectivos de las tropas invasoras y 252 heridos; en abril, 475 provocaron 17 bajas y 230 heridos; en mayo, la explosión de 554 mató a 34 e hirió a 333 (homeland securitynewswire.com, 29-7-10). Por otra parte, la proporción de IED que los vecinos notifican a las fuerzas ocupantes descendió del 4,5 por ciento de los “incidentes” en los primeros meses de 2009 al 2,1 por ciento en julio de este año. La exasperación de los ocupados crece más velozmente que el pasto.

Una pregunta: si los hombres de Al Qaida son un puñado frente al poderío militar más moderno y letal del mundo, ¿por qué la Casa Blanca insiste en la guerra y aumenta las tropas que envía a Afganistán? ¿Se trata de crear las mejores condiciones para atacar a Irán? ¿O de seguir alimentando las ganancias del complejo militar-industrial? ¿O las dos cosas?

Juan Gelman

Fuente: Página 12


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