02 setiembre 2010

Forjando la Memoria: Julio Escudero




Julio Lorenzo Escudero Mattos nació en Nueva Helvecia, Colonia el 27 de marzo de 1943, tenía 33 años al desaparecer, estaba casado y era padre de una hija. Empleado del Banco Hipotecario del Uruguay, era un destacado dirigente del gremio bancario y activo militante del Partido Comunista.

Fue detenido el 29 de octubre de 1976 en la vía pública y en el marco de la represión contra el PCU.

Rosa Martínez, esposa de Escudero, declara que su esposo había sido requerido en marzo de 1976 por lo que debió permanecer fuera de su casa, negándose a abandonar el país para seguir en contacto con ella y su pequeña hija.

Su domicilio había sido allanado por efectivos de Fusileros Navales de la Armada Nacional. Su esposo la llamaba diariamente, el 29 de octubre quedó de llamarla a las 20 horas y esa llamada nunca llegó.

El 9 de enero de 1977, efectivos de la Dirección de Inteligencia y Enlace de la Policía de Montevideo proceden a registrar la casa llevándose en esa oportunidad, documentos de identidad y fotos del desaparecido. De ahí en más fue todas las semanas a la calle Castro, sin encontrarlo en las listas de detenidos y realizó muchas gestiones más, todas sin resultado.

Testimonio de Isidro Berón ante la Comisión Investigadora Parlamentaria:

“(…) A Julio Escudero lo vi personalmente y viajé con él el viernes 29 de octubre de 1976. Viajamos en un colectivo 407 desde la Universidad hasta el Hospital de Clínicas, donde él descendió (…). Fui detenido el 10 de noviembre de 1976 por cinco personas de particular y me llevan encapuchado al 13 de Infantería en la calle Instrucciones (…). Alrededor del 10 de diciembre me estaban torturando y, entre otras cosas, me preguntaron si conocía a Escudero y a una mujer que no sé quien es. Conocí la voz de Escudero (…) el que dirigía el operativo al que llamaban “Oscar 4”, es Alem Castro. En este lugar los viernes se hacían reuniones a las que venía Gavazzo (…) Estuve cinco años en el Penal de Libertad, Escudero nunca llegó allí”.

Una detenida, J. R., reconoció la cédula de identidad de Escudero, en el centro clandestino “300 Carlos” ubicado en uno de los galpones del Servicio de Material y Armamento sito en el predio vecino del Batallón de Infantería Nº 13. En testimonio ante Madres y Familiares testifica que:

“(…) estando en ese lugar de detención, mientras era sometida a interrogatorios por el Mayor Victorino Vázquez, sentada frente a una mesa con una potente luz, pude ver por debajo de la capucha el documento de identidad de Escudero, a quien conocía de hace muchos años, en circunstancias en que un militar lo arroja sobre de la mesa, haciendo el comentario: “este se fue al cielo”. Inmediatamente soy sacada de ese lugar y siento un gran alboroto entre los soldados. Esa noche nos dejan tranquilos a todos los que allí estábamos, incluso apagan la radio que permanecía encendida durante los interrogatorios.”.

Tiempo después, estando en el Establecimiento Militar de Reclusión Nº 2 para mujeres, J. R. identificó que quien había tirado la cédula de Escudero sobre la mesa era el Capitán Jorge Silveira, alias “Pajarito”, que se desempeñaba como Jefe de reclusión junto al Mayor Victorino Vázquez.

Hay elementos de convicción que permiten concluir que Julio Escudero fue detenido el 29 de octubre de 1976 y trasladado a las dependencias del Servicio de Material y Armamentos. Fue sometido a torturas y falleció a consecuencia de ellas entre el 30 de octubre y el 5 de noviembre de 1876. Con posterioridad a su muerte y para ocultarlo, se practicó un allanamiento en su domicilio y apareció requerida su captura a través de un comunicado de prensa de las Fuerzas Conjuntas emitido en febrero de 1977.

Sus restos habrían sido enterrados en el Batallón 14 de Toledo y después exhumados en 1984 en el marco de la “Operación Zanahoria”.

(Información tomada del libro “A todos ellos” y de la prensa local)

Habría que empezar a nombrarlos, a todos. A más de 30 años de aquellos infames asesinatos a obreros luchadores de toda una vida. Nombrarlos, una y otra vez. En cada acto. Y gritarles “PRESENTE” con toda la fuerza de nuestro corazón.

Marys Yic





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