19 setiembre 2010

Suecia: Entre la continuidad del conservadurismo y una oposición descolorida




Este domingo 19 de septiembre Suecia deberá optar si continúa con el experimento conservador en el gobierno o decide volver a la administración socialdemócrata, que dominó la política sueca por más de 80 años. La anterior experiencia conservadora, a principios de los 90, terminó con una de las mayores crisis económicas, y si bien ahora no parece ser el caso, por lo menos en la superficie, existen fuertes evidencias de que la tormenta podrá desatarse después de las elecciones.

Las encuestas de los últimos días adelantan un triunfo de la Alianza conservadora integrada por el Partido Conservador, Liberal, del Centro y Demócrata Cristianos, con algo más del 50 por ciento de los votos –lo que le otorgaría la mayoría del Parlamento para designar el primer ministro- mientras que el bloque opositor, integrado por los partidos Socialdemócrata, de Izquierda y Medio Ambiente, apenas supera el 42 por ciento. Además del fortalecimiento de los partidos del gobierno, también crece el partido Demócratas de Suecia, de extrema derecha, que ha basado su campaña en ataques a los inmigrantes.

Estos resultados posibilitarían que la Alianza de gobierno no dependa del posible ingreso de los extremistas de Demócratas de Suecia para sacar adelante sus propuestas en el parlamento. En estos días, el secretario general del Partido Conservador, Per Schlingmann propuso que en una situación de empate de bloques, la Alianza debería recurrir a buscar un acuerdo con el Partido del Medio Ambiente. La iniciativa tuvo cierto eco en algunos dirigentes del partido de los verdes, pero después la dirección partidaria rechazó cualquier acuerdo con la Alianza. Tras ese rechazo oficial, el primer ministro consideró que de todas maneras había espacio para acuerdos en temas concretos.

De todas maneras, una nueva victoria de la Alianza conservadora estaría marcando el fin de una etapa, donde la imagen de Suecia como un país en que la solidaridad y lo colectivo primaba sobre lo individual, parece haber sido enterrada definitivamente.

Los gobiernos socialdemócratas en Suecia, casi ininterrumpidos desde la década del 30 del siglo pasado, construyeron un modelo de sociedad capitalista con fuerte gasto social y de un limitado reparto de la riqueza, al que denominaron “estado de bienestar”.

La Socialdemocracia logró imprimir muy fuerte su sello en toda la vida social del país, aunque también debió hacer concesiones que aún siguen avergonzando a muchos de los que todavía cantan “La Internacional” en sus actos partidarios.

La política de neutralidad a fines de los años 30 y la década del 40 de siglo pasado, encubrió una sospechosa asociación comercial con la Alemania nazi, mientras en los años de la “guerra fría” la neutralidad también estuvo bajo sospecha.




Con distintas alianzas, el Partido Socialdemócrata ha logrado formar gobierno casi ininterrumpidamente desde la década del 30 del siglo pasado. Recién en 1979 la oposición de derecha accedió al gobierno y al fin del período, entonces eran 3 años de mandato, Olof Palme volvió al gobierno por la Socialdemocracia hasta su asesinato en 1986. Pese a ello el partido siguió en el poder hasta 1991 cuando el Partido Conservador, encabezado entonces por el actual ministro de Relaciones Exterior, Carl Bildt, ganó las elecciones. Enseguida impulsó la adhesión de Suecia a la Unión Europea, que se concretaría ya en el gobierno socialdemócrata en 1995, y una serie de privatizaciones y una espiral especulativa que llevaron al país a una de sus peores crisis económicas.

Otra vez la Socialdemocracia volvió al gobierno en 1994, pero ya comenzó a coincidir con algunos planteos conservadores, como las privatizaciones de empresas públicas, y siguiendo los lineamientos de la Unión Europea, abriendo la salud y la educación, a la competencia privada, que fueron desdibujando las diferencias entre bloques y partidos.

Esta desideologización de los partidos suecos trajo como consecuencia una parcelación de la política. Comenzaron a surgir como hongos partidos que promueven un solo tema: partido feminista, partido pirata, partido de los jubilados, partido anti euro, etc., que más allá de reivindicar su punto de vista en un tema concreto, carecen en absoluto de un programa de gobierno, de ideología, y en los temas generales, donde se decide el futuro de la nación, ceden la iniciativa a los partidos ya establecidos, pero casi siempre optando por mantener el modelo liberal capitalista.

Al mismo tiempo se fortalecía todo aquello que apelaba al individualismo y el consumismo desenfrenado, pasando a ser uno de los temas más importante la reducción de impuestos, aunque ello conllevara la reducción de los gastos del Estado en los servicios sociales, como ha sucedido en este último gobierno conservador desde 2006.

Además, al igual que en el resto de Europa, los planteos xenófobos y racistas comenzaron a tener mayor receptividad mientras el llamado “estado de bienestar” comenzaba a agrietarse.

En esta campaña electoral se ha llegado al extremo de que el partido más monárquico, dominado por la élite económica del país, se haya impuesto en la publicidad como “el único partido de los trabajadores”. Según el primer ministro conservador, Fredrik Reinfledt, el Partido Conservador es el partido de los trabajadores, “porque crea fuentes de trabajo”. La afirmación pasó casi sin ser contestada por los partidos de izquierda, pese a que las tasas de desocupación en estos últimos tres años del gobierno conservador, han sido las más altas de Suecia en muchas décadas, y hoy se ubica por encima del 10 por ciento.

Analistas políticos locales han señalado la desideologización del debate donde el mensaje de los políticos sólo apunta a ofrecer más dinero en las billeteras. En ese plano los conservadores –con mucha irresponsabilidad- han dado la sensación de que las clases medias y los trabajadores que lograron conservar sus puestos de trabajo, tienen más dinero para gastar a fin de mes, gracias a rebajas en los impuestos. Sin embargo, esa rebaja de impuestos se ha financiado por las privatizaciones de empresas del Estado, recortes en los seguros de enfermedad y desempleo, reducción de personal en los hospitales, policlínicas, guarderías y centros de educación.

Ernesto Tamara

Fuente: Liberación



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