08 setiembre 2010

Francia se echa a la calle en defensa de las jubilaciones


Foto: Reuters


Más de dos millones de personas se manifiestan contra la reforma del sistema de pensiones del presidente Sarkozy. Los sindicatos no descartan "ninguna forma de acción" en el futuro.

Uno de esos grandes días franceses que impresionan y sorprenden en las televisiones extranjeras se ha vuelto a producir. Los sindicatos lograron reunir en París una manifestación gigantesca en defensa de las pensiones. Una de esas que hacen que la Plaza de la República, los bulevares de la capital y la Bastilla no den abasto para albergar a unas 200.000 personas, punta de lanza de un total de más de dos millones de manifestantes en todo el país, y con huelgas al alza en todos los sectores. El presidente Nicolas Sarkozy se acostaba con un nudo en sus neuronas: la movilización va a obligarlo a ponerse en primera línea y explicar mejor si puede su proyecto.

Los medios franceses, de izquierdas o de derechas, eran unánimes. La policía calculó 1.100.000 manifestantes en unas 120 marchas organizadas en toda Francia. No coló. Por coger sólo un ejemplo, el moderado diario de provincias Ouest-France fue a cotejar las cifras que daba la policía con sus propias observaciones ciudad por ciudad en todo el oeste del país: no cuadraban, puesto que, sólo en esa gran mitad oeste, la cifra de manifestantes reales rozaba a la suma de lo que la policía vio en toda la nación.

Ante esa contabilidad minimalista, los sindicatos procedieron a lanzar sus propias balizas. El segundo sindicato del país, la CFDT, dijo que había visto a 2,5 millones de manifestantes. La principal fuerza de choque de los trabajadores, la CGT, contabilizó 270.000 en París y 2,7 millones en toda Francia. Los autónomos de SUD-Solidaires tenían tres millones de manifestantes en el conjunto del Hexágono.

La conclusión era la misma: para las autoridades y los sindicatos, el número de manifestantes crece con fuerza comparado con las cifras de la última jornada de acción, del 24 de junio. Tienen a los sondeos de su lado. Y, esta vez, con convocatorias de huelga francas y directas, los asalariados entraron en la danza.

Entre el 34% y el 51% de los empleados de France Télécom pararon. Entre el 24% y el 40% de los carteros también bajaron los brazos. Metros regionales parisienses y autobuses de Lyon y Marsella estuvieron casi totalmente paralizados. En alguna gran empresa privada, los trabajadores muy subidos apostaron fuerte. La dirección de la multinacional petrolera Total tuvo que alertar al Gobierno del "débito mínimo" en las seis refinerías del país, y en dos de ellas los trabajadores votaron la reconducción del movimiento, por 24 horas en una y por 48 horas en otra.

La situación es extremadamente volátil. Y eso es lo que, desde siempre, han odiado los Gobiernos de derecha.


Foto: Efe


Debates en la Asamblea

La Asamblea Nacional, cámara baja francesa, fue la caja de resonancia de esa febrilidad que empieza a notarse en el país. Allí llegaba, para el primer día de debates, el proyecto de ley de recorte de pensiones públicas, con el que el Gobierno pretende elevar de 60 a 62 años la edad legal de jubilación, y de 65 a 67 la edad a la que un asalariado puede aspirar al 100% de su pensión de base.

Los diputados socialistas intentaron que todo fuera bien comedido. Al ministro de Trabajo, Éric Woerth, cara visible de la reforma pringado hasta las cejas en el fango del caso Bettencourt, no le echaron en cara ningún reproche por ese escándalo de tráfico de influencias, ocultación de fraude fiscal y financiación irregular de partidos políticos. No hubo querella por ahí. Pero a un grupo de diputados del Frente de Izquierdas se les ocurrió la idea al parecer descabellada de intentar entregar en persona al Gobierno más de 100.000 firmas de la petición en defensa de las jubilaciones y a favor de un referéndum. Los alguaciles los bloquearon y se armó una trifulca. Desde las bancadas de la derecha, les gritaron: "¡estalinistas!", como si algún estalinista de la Historia hubiera entregado jamás una petición de algo. La imaginación de los conservadores franceses no tiene límite.

No hubo nada nuevo en el hemiciclo, en términos de argumentos. El Gobierno repitió que esta es la única reforma posible. La oposición volvió a recordar que para garantizar las jubilaciones hay que crear empleo e incrementar la presión fiscal sobre la riqueza no productiva, como los bonus, los stock options, los dividendos y las rentas del patrimonio.

Lo que sí ha cambiado con el auge de la movilización de los trabajadores franceses es el tono de puertas para adentro. El líder de la CGT, Bernard Thibault, cerebro de la victoria social de 1995, advirtió de que a partir de ahora "ninguna forma de acción queda descartada". Con ello, acentuaba la pesadilla de Sarkozy, que es la perspectiva de lo que aquí se llama "huelga reconducible". El presidente se encerró anoche con sus consejeros y algunos miembros de su Gobierno. Empieza a escarbar en los flecos de la reforma para hacer alguna propuesta, quizá hoy o más probablemente mañana. Es que esta noche se reúnen los sindicatos. Para la próxima acción.

Andrés Pérez

Fuente: Público


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