20 marzo 2009

Petróleo africano en la óptica de Washington





Néstor Nuñez

Digan lo que digan, los grupos dominantes en los Estados Unidos no pasan de ser redomados oportunistas.

En el caso de África, el gobierno de George W. Bush cerró su actuación en aquel Continente con la creación de un comando militar especial para el área, el cual aunque con forzada base en Europa, no deja de atender todo cuanto acontece en la zona asignada, con más razón cuando en ella radican y siguen apareciendo cuantiosas reservas petroleras.

De manera que, de la noche a la mañana, las naciones africanas se hicieron importantes para Washington (le suministran casi 25 por ciento de su despilfarro de crudo), y merecieron incluso el aborrecible regalo de que sus asuntos sean fiscalizados y evaluados por un grupo militar especial, luego de desvariados intentos injerencistas directos en Somalia y en otros puntos de la zona.

Sin dudas, el tufo petrolero excita a los poderosos, que muchos años antes consideraban a África un espacio indigno como para merecer un solo pensamiento.

En su libro Misiones en Conflicto, por ejemplo, el autor italiano Piero Gleijeses, reseña que no fue hasta mayo de 1959 que se creó el Subcomité para asuntos africanos dentro del Senado de Estados Unidos, y la responsabilidad recayó sobre el entonces joven legislador John F. Kennedy.

Para la Casa Blanca, África era entonces un espacio cuya "tranquilidad" estaba garantizada por las potencias coloniales, algún que otro gobierno nacional domesticado, y la gendarmería de Rhodesia y Sudáfrica con sus belicosos gobiernos racistas blancos.

No fue hasta los años setenta que, con la presencia de Ernesto Guevara en Zaire y luego la epopeya internacionalista de Cuba en Angola, resurgieron los movimientos de liberación. Washington asumió el fenómeno africano en toda su extensión, aunque ligado estrechamente al tradicional esquema del enfrentamiento Este-Oeste.

En consecuencia, la Casa Blanca hizo lo imposible por destruir al MPLA angolano, apoyó las sucesivas y fallidas invasiones sudafricanas, y no pudo menos que poner el grito en el cielo ante las victorias militares de Cuba y las FAPLA, el derrumbe de los regímenes minoritarios blancos en la zona, y la liberación de Namibia.

De manera que no existe un estudioso serio que pueda hablar de preocupación norteamericana por las inquietudes y urgencias de los pueblos africanos durante los largos decenios de dominio colonial, mercenarismo y violencia racista.

Han debido ser el trasnochado afán energético y las desbordadas ínfulas de dominación global, los motivos que colocaron a la Casa Blanca en la nueva encrucijada africana.

No obstante, otra vez nada importan las desgracias humanas, solo la viscosa materia prima que se esconde en el subsuelo y la cual todavía mueve al planeta y es factor trascendental en el desarrollo de la civilización humana.

Fuente: ACN






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