13 agosto 2008

El último pasaje de Mahmud Darwish






Pedro de la Hoz
pedro.hg@granma.cip.cu



Hay poetas que resumen el dolor y la esperanza de sus pueblos. Pienso en el turco Nazim Hikmet, en el griego Yannis Ritsos, en el peruano César Vallejo, en el chileno Pablo Neruda, en nuestro Nicolás Guillén. Si se trata de Palestina, un nombre lo dice todo: Mahmud Darwish. Una Palestina que por estos días se ha sumido en el dolor al sentir la pérdida de su voz lírica más encumbrada.

Darwish murió el sábado 10 de agosto a los 67 años de edad tras haberse sometido a una operación del corazón en un hospital de la ciudad norteamericana de Houston. Ayer su cuerpo fue sepultado en Ramallah, ciudad donde vivió desde 1996 tras largos años de exilio.

En un principio se pensó en Galilea, lugar donde nació en 1941, como destino de su cadáver. Pero ello suponía pedir permiso a las autoridades israelíes. Al decidirse por Ramallah, su hermano Ahmed expresó: "Mahmud no pertenece solo a una familia o a un pueblo, sino a todos los palestinos, y debe ser enterrado en un lugar donde todos los palestinos puedan visitarlo".

Cuando se repasa la vida y la obra de Darwish se tiene una idea muy precisa de la magnitud de la tragedia de los suyos. Aprendió las primeras luces del mundo en Birwa, una aldea ocupada por los colonialistas ingleses y borrada luego del mapa por los colonos hebreos. Con la implantación del Estado de Israel, su familia se vio forzada a emigrar. Entró en contacto con la poesía clásica árabe y comenzó a escribir. De regreso a Palestina, publicó sus primeros poemarios, Pájaros sin alas (1961) y Hojas de olivo (1965). Este último tuvo un enorme impacto entre sus conciudadanos.

Pero fue su creación en los años setenta, instalado en Beirut, la que lo catapultó como la gran voz lírica del mundo árabe contemporáneo y le dio una nombradía internacional. Tejió, a partir de entonces, una ofrenda poética impresionante, en la que destacan las colecciones Menos rosas, El lecho de una extraña, Memorias para el olvido, Elogio de una sombra y Estado de sitio, este último escrito en 2002, a raíz de que las tropas sionistas asaltaran el centro de estudios literarios que dirigía en Cisjordania y destruyeran buena parte de sus archivos.

Fueron días difíciles en los que reflexionó sobre su experiencia vital: "El exilio es parte de mí. Cuando vivo en el exilio llevo mi tierra conmigo. Cuando vivo en mi tierra, siento el exilio conmigo. La ocupación es el exilio. La ausencia de justicia es el exilio. Permanecer horas en un control militar es el exilio. Saber que el futuro no será mejor que el presente es el exilio. El porvenir es siempre peor para nosotros. Eso es el exilio".

Poco después le preguntaron cuán difícil veía las perspectivas de independencia de su patria y dijo: "El conflicto, en efecto, es muy complejo pero la solución es muy fácil. Que Israel acabe con la ocupación y tendrá paz, seguridad y reconocimiento por parte de los países árabes".

Ese principio, con toda consecuencia ética y madurez estética, se erigíó en eje y sustento de la producción literaria de Darwish, a quienes los palestinos deben la autoría de la declaración de independencia redactada en 1998.

En el poema La tierra se estrecha para nosotros se preguntó:

¿Adónde iremos después de las últimas fronteras?

¿Dónde volarán los pájaros después del último cielo?

¿Dónde dormirán las plantas después del último aire?


Él mismo dio una respuesta:

Aquí moriremos. Aquí, en el último pasaje.

Aquí o ahí, nuestra sangre plantará sus olivos.


Seguramente pensaba en los olivos de la libertad.

Fuente: Granma



1 graffiti:

Cynara

Gracias a ustedes, que pucha recién los encuentro.

Gracias por ese último pasaje de Darwish, pero un pasaje para siempre, y por siempre Palestina libre.