Anubis Galardy
El Romancero gitano, del poeta español Federico García Lorca, subió a la escena habanera en una versión flamenca, con el baile como protagonista de un espectáculo pulido, de rica escenografía y pasajes de lucimiento especial.
Con dirección escénica de Juan Carlos Plaza y coreografía de Cristina Hoyos, el Ballet Flamenco de Andalucía –que ella dirige desde 2004- asumió el reto de traducir a otro lenguaje expresivo la poesía lorquiana, su ritmo profundo y su esencia extraída del alma popular.
Diez fueron los romances elegidos, algunos de ellos ya insertados en la memoria cotidiana como Preciosa y el aire, La casada infiel o Muerte de Antoñito el Camborio, interpretados con oficio por una compañía de técnica precisa, dueña de los recursos escénicos.
El resultado es desigual, con momentos brillantes como la secuencia de los herreros golpeando la fragua en el Romance de la luna, luna, mientras en el telón de fondo la imagen proyectada desgranaba las brasas ardiendo en el aire oscuro de la noche.
Rocía Alcalde encarnó con majestad la luna que irrumpe arrastrando tras sí un manto irradiante para llevarse con ella al niño encandilado por su resplandor pálido, mientras en la fragua “lloran, dando gritos, los gitanos”.
Otro momento logrado es el del trasvase al flamenco de La monja gitana, con una coreografía de acabado redondo y María del Mar Montero en el papel protagónico de la monja que sueña con la vida que bulle fuera del claustro.
En Reyerta, sin embargo, hubiera bastado con el duelo de navajas hendiendo el aire, el fragor del flamenco en pleno apogeo. El llanto a gritos de las mujeres, como en Preciosa y el aire, lejos de añadir intensidad, la disminuye, la lastra.
Vale mencionar también el Romance de la guardia civil española con toda la compañía en escena, en medio de una atmósfera sombría: Oh, ciudad de los gitanos/la Guardia Civil se aleja/por un túnel de silencio/mientras las llamas te cercan, clama el verso de Lorca.
Cristina Hoyos, como una vez dijo a Prensa Latina, prefiere mantenerse disfuminada, en los espectáculos de su compañía, a veces como un miembro más del coro que pespuntea el ritmo con sus palmadas. Otras como una presencia fugaz que atraviesa la escena en los momentos dramáticos.
En Romancero gitano aparece al final para transmitir su señorío al Romance de la pena negra, envuelta en un ropaje de oscura densidad, iluminado por ella.
Después cierra con el Verde que te quiero verde, el verso de Lorca que abre al inicio, la imagen de Federico, vivo, llameante, en el blanco y negro del telón de fondo. La compañía se despide y Hoyos vuelve al coro de los cantantes, con sabia y lúcida humildad.
Flamenco teatralizado sobre la escena, la poesía a veces suelta y otras inapresable. Un espectáculo de buen gusto, con luces y vestuario dignos de encomio. Otro acierto del XXI Festival Internacional de Ballet de La Habana.
Fuente: PL
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