05 julio 2008

La Fiesta de los de Arriba




Foto: Telesur


Raul Fitipaldi


La mujer enferma de las fotos, una imagen dramática y piadosa de la virgen niña en el medio de la selva, salió del cautiverio acribillando las esperanzas de los crédulos que la imaginaban, virginal y materna como a María, y sobre ella depositaban el peso de los maderos y de sus cruces. Salió como entró, hija de la elite colombiana, predilecta de los santanderistas, idolatrada por la prensa del pensamiento único, y lo que es peor, beatificada por los gobernantes “progresistas” que, no demoraron en saludar un nuevo intercambio de prisioneros, de mano única. ¿Saludarán Cristina Fernández, Hugo Chávez, Evo, Correa y los demás, la muerte lenta de las centenas de prisioneros/as que se desdibujan en las cárceles dictatoriales del gobierno narcotraficante de Uribe? Si lo hacen, no será con tanta emoción y circo institucional, pero no lo harán; al paso que va, esta gente que luchó por una Colombia democrática, justa e igualitaria, morirá en las mazmorras o saldrá perdida como un gen ruin que retorna al mundo del hampa que se impone en el país neogranadino. Sin pan y sin trabajo.

Es una hora de definiciones para los pueblos de América Latina, y para los pobres explotados del mundo. Rechazados por las Directivas de la Desvergonzada Unión Europea, a través de un muro legal que se agrega a los muros de concreto y de chapa, construidos en cada vez más lugares y fronteras del planeta, los pueblos, los pobres pueblos, deberán entender que es necesario colocar a sus mandatarios bajo un jaque permanente. No es suficiente con derribar con puebladas o grandes movilizaciones a más de 10 presidentes en poco más de una década, hay que controlar de cerca a los que ponemos allí arriba en nombre de la plebe que aún formamos. El poder palaciano, las “prioridades de Estado”, la “comunidad internacional” y otro montón de eufemismos de sello burgués, que esconden apenas los intereses históricos y siempre los mismos de las oligarquías, de los países colonialistas y de las transnacionales, todos orquestados por los monopolios de la comunicación en un único concierto, siguen actuando como un chaleco de fuerza, ante el más pintado político progresista (exceptuemos Cuba, por favor) y poniéndolo en su lugar de manager del sistema capitalista.

Desde el exilio de Artigas, el asesinato de Mariano Moreno y la conculcación sandinista en favor de la democracia burguesa que le devolvió el poder a la oligarquía nicaragüense, en las manos de Violeta Chamorro, sabemos que la traición de Santander y otras huestes repulsivas de nuestra historia, camina más rápido y por un terreno más seguro que la espada de Bolívar. Sabemos también que la cruz y la espada se sigue blandiendo siniestra desde la institución perversa regida desde los intereses del Vaticano para bendecir la conservadora victoria de los ricos que irán a un flat-infierno y la derrota de los pobres que pasarán a la eternidad en gélidos paraísos.

Los de arriba están de fiesta. Han recuperado una hija pródiga. Es de suponer que el canciller Taiana de Argentina, por ejemplo, amigo de doña Yolanda Pulecio esté feliz por el desenlace. También es de suponer que lo estén los agropecuaristas, los oligarcas de todos los países, los líderes fascistas que se reunieron en Rosario, Argentina, meses atrás, el establishment, pero también, los gobernantes progresistas, que caminando por la cuerda floja de la gobernabilidad institucional decadente, precisan ejemplos consistentes, como el que acaba de dar el paraco presidente Uribe, de que sólo la fuerza del Estado hace posible la paz. La paz del sepulcro. Ese sepulcro gigante que conoció la madre virginal Ingrid Betancourt, que emergió de él, dejando a sus ahora lejanos vecinos, millones de colombianos desplazados, exilados, sin futuro, torturados, cortados con sierras eléctricas y todas las bondades democráticas del imperialismo, y que serán cubiertos con el sudario del olvido entre paseos por los bulevares franceses. ¡Salve la hija pródiga de la burguesía! La esperanza se sigue muriendo en Colombia, que el pueblo la resucite.

Fuente: Desacato






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