12 febrero 2010

AMORTIGUADORES





por Jorge Zabalza

Un ex-guerrillero tupamaro se colocará la misma banda presidencial que antes lucieron tantos prohombres del sistema, un hecho insólito realmente, con múltiples repercusiones, pues, por supuesto, significa una cosa para el pueblo asalariado que votó masivamente al Frente Amplio y otra, muy diferente, para los sectores que manejan la producción nacional, que sólo excepcionalmente lo votaron. Para otros, además, a la luz de la larga historia de la cofradía tupamara, el acontecimiento está preñado de significaciones muy personales y emotivas. Creo que deberé extenderme mucho más de lo permitido por los pocos medios escritos que pudieran publicar una columna de esta índole, no escribo por consiguiente para publicar el testimonio si no, simplemente, para lanzarlo a ese espacio donde Bill Gates hace su negocio y vigila la mirada atenta de la CIA, pero que permite sembrar gérmenes de herejía y escapar a panópticos y censuras criollas.

Un poco menos pobres

Hay más trabajo, comentan mis vecinos de Santa Catalina. Como sufrieron en carne propia la crisis del 2002/2003, sin necesidad de estadísticas, de sólo conversar en el barrio y en el ómnibus, hoy perciben que la población que trabaja llegó al millón y medio de personas, que la tasa de desempleo alcanzó sus mínimos históricos y el salario real se incrementó en los últimos cinco años. Además, por otra parte, reflejan la sensación generalizada de estar más protegidos por algunas de las leyes laborales aprobadas en el gobierno frenteamplista, como los consejos de salarios, las negociaciones colectivas y el fuero sindical.

“No había trabajo con Jorge Batlle, hay trabajo con Tabaré Vázquez”, ecuación sencilla y contundente, compartida por ese 12% de montevideanos refugiados en los asentamientos, fundamento más que suficiente del optimismo que reina entre los trabajadores empobrecidos desde que ganó Mujica. Sin embargo, una serie de datos y consideraciones sugieren que deberían ser más cuidadosos a la hora del entusiasmo:

UNO: más del 70% de los trabajadores ganan menos de 4.800 pesos, suma que les sirve para estar exonerados del IRPF, pero que no alcanza para cubrir las necesidades elementales. Los salarios y jubilaciones actuales son menores que los de 1997/98. Seguramente el bajo poder adquisitivo de los salarios, sea la razón para que el 62% de los trabajadores industriales haya sido expulsado hacia el cinturón irregular de Montevideo.

DOS: según las cifras oficiales, del millón y medio de personas que trabajan, unos 600.000 (el 40%) lo hacen en condiciones de precariedad, ya sea porque trabajan menos horas de las que aspiran o porque no tienen cobertura de la seguridad social, son los que lavan parabrisas, venden en la calle o son esclavizados por las empresas de seguridad y limpieza.

TRES: los niños no alcanzan a ser un 30% de la población del Uruguay, pero son la mitad de la población que vive por debajo del límite de pobreza; coletazo de lo anterior: uno de cada cinco niños ingresa a las escuelas con problemas de talla, raquitismo o bajo coeficiente intelectual; uno de cada cuatro escolares no termina sexto año, y uno de cada cuatro adolescentes no hace educación secundaria. Estas cifras se mantienen estables desde los ’90, el Uruguay es un país de viejos, pero en Uruguay la pobreza es infantil, es decir, el futuro es pobre.

CUATRO: la tasa de desempleo no llega al 8% de la población activa del Uruguay, pero el 22% de los jóvenes no tienen trabajo y el 40% de los que ingresan a liceos y escuelas industriales abandonan antes de tercer año. El Uruguay del siglo XXI discrimina a sus jóvenes, no sólo porque los hace vivir en barrios socialmente marginados, sino porque también los ha confinado tras las alambradas de un ghetto educativo, cultural e intelectual.

CINCO: El Instituto Nacional de Estadísticas dice que hay 100.000 pobres y 35.000 indigentes menos que en el 2003, cifras calculadas a partir de considerar como pobres solamente a quienes tienen ingresos menores a 4.732 pesos, falsificación intelectual muy grosera. Esas cifras no resisten el análisis de la evolución de la pobreza en Montevideo: en el año 1999 el 16,2% de los montevideanos estaban por debajo de la mentada “línea”; en el 2004 la cifra había crecido al 32% a consecuencia de la crisis del 2002, luego, en el 2007 disminuyó al 26,5% de la población capitalina y siguió haciéndolo hasta hoy, pero aún así, en el 2009 los pobres eran todavía un 8% más en 1999. Para ser exactas y sinceras, las cifras oficiales deberían decir: “la pobreza es menor que en el 2003, pero mayor que en 1998, antes de la crisis”.

Estas cifras permiten aproximarse a las condiciones reales en que vive el pueblo asalariado, claro que, por razones obvias ellas estarán siempre ausentes en el discurso de la derecha, que no tiene interés en develar la realidad social, sino sus consecuencias (inseguridad, delito), pero resulta extraño ver como ahora han sido dejadas de lado por el discurso frenteamplista que siempre las denunció públicamente. Es innegable que los asalariados apoyaron electoralmente a los candidatos del Frente, pero también es cierto que les pasa desapercibida su verdadera situación socioeconómica y consideran un privilegio contar con laburo, aunque sea en la precariedad absoluta, mal pagos y saliendo para el trabajo con las patas embarradas de los barrios sólo recordados por la crónica policial.

A los ricos les va mejor que nunca...

Las cifras macroeconómicas reciben felicitaciones de los organismos financieros internacionales y las empresas consultoras de riesgo: el PBI anduvo por los 25.000 millones de dólares en 1998 y creció hasta alrededor de 32.000 millones para los años móviles de fines del 2008 y comienzos del 2009. Este crecimiento es repercusión local del auge mundial del capitalismo, arrastrado principalmente por la locomotora china, antes roja y popular, cuya producción y consumo continúan cuesta arriba pese a la crisis del capital especulativo. La bonanza sostuvo la demanda y los precios de los “commodities”, fenómeno que en el Uruguay se tradujo en el crecimiento explosivo del modelo forestal, sojero y ganadero. El Ministro de Economía exclamó con algarabía que creció la torta, ¡al fin!, olvidando aclarar que ese crecimiento no era sólo fruto de sus desvelos, esfuerzos e inteligencia.

Sin embargo, macroeconomía brillante no quiere decir justicia en la redistribución del ingreso, precisamente, puede ser todo lo contrario: en el trienio 2005, 2006, 2007 los asalariados recibieron un 20% del ingreso nacional, mucho menos que en los años que van de 1997 a 1999, cuando en el reparto les tocaba el 30% de la torta. El reconocido economista frenteamplista Jorge Notaro, prestigioso investigador de la Facultad de Ciencias Económicas, calcula que las familas asalariadas han perdido unos 1.700 millones de dólares por año en beneficio del capital. Un proceso semejante sufrió la parte del ingreso nacional que va a los jubilados: entre 1997,98 y 99 el gasto del BPS representaba un 10% del producto, mientras que en 2005,06 y 07 se redujo al 8%. Quiere decir que la riqueza producida es mucho más grande que antes de la crisis del 2002, pero que alguien se está apropiando de una parte cada vez mayor de lo que produce la sangre, sudor y lágrimas del pueblo asalariado.

Nunca les ha ido tan bien a los ricos como ahora, reconoció en BÚSQUEDA Eduardo Bonomi, mano derecha del nuevo presidente. Parafraseando los dichos de un anarco amigo de Roger Rodríguez, puede afirmarse que el estilo de repatir la torta que tiene Astori, hace que los ricos sean mucho más ricos y los pobres sean un poco menos pobres. Con el gobierno progresista, los dueños del Uruguay hacen buenos negocios, aumentan sus ganancias y se les promete hasta el cansancio “estabilidad para las inversiones”, frase que en criollo significa “mantener estable la desigualdad”, sin embargo, protestan airadamente, pero es de puro reaccionarios, no porque tengan un motivo claro.

La mayor riqueza de los ricos está ligada al desarrollo explosivo del modelo “país proveedor de soja, carne y celulosa en el mercado mundial”, modelo que no está en el programa del Frente Amplio pero es el proyecto de país productivo de los inversores extranjeros y que, aunque duela a los feligreses, está protegido por la política económica del gobierno frenteamplista. ¿No es con ese fin que se invierten fondos públicos, financiados por el Banco Mundial, para ampliar el puerto de Montevideo y en tender vías férreas hasta las plantaciones forestales?. El proyecto nacional con que se llena la boca Danilo Astori queda seriamente cuestionado por la realidad.

Son extranjeros los dueños de la producción agropecuaria, la principal riqueza del Uruguay: 1) el frigorífico brasileño Marfrig monopoliza el 40% de la faena uruguaya de carne, base económica del latifundio criollo; 2) el capital brasileño (Camin SA) también controla el cultivo, acopio, industrialización y exportación del arroz uruguayo; 3) cincuenta y cuatro plantadores, extranjeros off course, acaparan la mitad de la producción de soja en Uruguay: compraron tierra a mitad del precio que tiene la argentina, acá están libres de control sobre los agrotóxicos y transgénicos y las exportaciones (el 95% sin industrializar) no pagan ningún impuesto, es tan buen negocio que el área sembrada se extendió de 30.000 hectáreas a medio millón en menos de ocho años; 4) de la celulosa mejor ni hablar: la empresa UPM instalada en la zona franca de Fray Bentos se lleva 500 millones de dólares al año sin pagar un peso de impuestos; 5) ahora le toca el turno a la lechería, flor de la Banda Oriental, que está siendo invadida por capitales extrajeros de varios pelos, principalmente brasileros y estadounidenses; 6) en el período que abarca desde el año 2000 al 2008 la propiedad del 30% de la superficie agropecuaria del Uruguay cambió de manos, 5.081 millones de hectáreas fueron compradas y vendidas y, en su mayoría, fueron a parar a manos extranjeras. La soberanía nacional queda bastante maltrecha, sus heridas se abren a la vista y paciencia de todos, el silencio conciente lo que ya han consentido presidente, ministros y parlamentarios frenteamplistas. ¡Malinche sigue cambiando riquezas por cuentas de vidrio!.

A los ricos que están mejor que nunca no les movió un pelo la llegada de un tupamaro a la presidencia, nadie salió corriendo espantado hacia Miami o Madrid, los “operadores” empresariales de Mujica (López Mena, Libermann), todo lo contrario, concurrieron en masa al acto del Conrad, Punta del Este, pagando 100 dólares por el cubierto y el derecho a hacer una pregunta. Se sienten seguros de Mujica, será un buen administrador general de sus negocios y su predicamento entre las masas empobrecidas es útil para que todo siga igual. Saben que el nuevo equipo económico implementará las mismas políticas liberales que el Fondo Monetario Internacional recomienda hace treinta años, y saben demasiado bien que su riqueza y su poder no están cuestionados en lo más mínimo.

Amortiguador de primera.

Del lado de la justicia, los que el sistema excluye y condena, cuyas filas engrosa el capital al reproducirse, un ejército sin otra salida que liberarse del sistema, pero que, sin embargo, aunque la emancipación social les sea necesaria para recobrar la condición humana, actualmente no ven la necesidad de luchar por ella, los hábitos de vida precaria acumulados por generaciones crearon la cultura de no pensar más allá de la “diaria”, es imposible que piensen en el largo plazo, la política no es para ellos herramienta transformadora, sino un medio para sobrevivir, como la changa, la manga o el requeche.

Del lado de la injusticia está la clase propietaria, aunque no se sientan amenazados, no dejan de tener una especie de temor congénito a las revoluciones, la política para ellos es el arte de conservar sus privilegios y su poder económico, trabajan por la “unidad de la familia ideológica” y, para el futuro, por si las moscas, apuestan a un Piñera, un Macri o un Sarkozy, o incluso, pensando en que la república liberal puede dejarles de servir algún día, sueñan con la resurrección del pachecato o un golpe a la hondureña ¡ellos sí que tienen estrategias a largo plazo!.

Ahí están, como siempre... el rico con su riqueza y el pobre con su pobreza, el gallo rojo y el gallo negro prestos a reeditar su lucha eterna, dos ejércitos que se miran con recelo y velan sus armas, a la espera de la lucha final. “Amortiguación política de los conflictos sociales” fue el concepto que don Carlos Real de Azúa usó con acierto para describrir el modo “pacífico y pacificador” de dominación, el que introdujo el batllismo a principios del siglo XX con el fin de postergar el choque frontal entre los dos ejércitos. Amortiguar es una estrategia funcional al capitalismo.

En el momento de fijar el monto del salario, la clase propietaria ejerce su poder de manera descarnada y los asalariados intentan recuperar una ínfima parte de lo que produjeron, es precisamente en ese momento que cobra sentido la amortiguación política, cuando los poderosos sustituyen el empleo de la fuerza represiva por múltiples mecanismos de mediación y negociación, su estrategia es desgastar y licuar la resistencia de los asalariados evitando la radicalización de la lucha de clases, jamás conveniente para quienes tienen todo que perder.

Un par de vueltas de tuerca más adelante, la historia del Uruguay Batllista se está repitiendo en sus aspectos esenciales: para obtener el consentimiento de las víctimas del sistema, el Uruguay Progresista ha desarrollado los métodos más modernos de alienación política: la actuación de los caudillos en el escenario televisivo, instrumento idóneo para distorsionar la conciencia de los asalariados, manipular la opinión pública, juntar votos a lo bobo y ganar elecciones sin debatir ideas y programas. Se buscaban grandes actores políticos capaces de limar las asperezas más insufribles, el progresismo los encontró.

El presidente ex-guerrillero es el presidente de los barrios al norte de Avenida Italia, los resultados electorales están tan “territorializados” como la pobreza, mis vecinos de Santa Catalina sienten que de ellos llegó a las alturas, la impronta del recién elegido los lleva a creer que ahora están mejor representados que antes, tal vez por eso no le exigirán que haga revolución alguna, apenas le reclaman unos pesitos más, tal vez la tentativa de construir viviendas y reírse con alguno de sus dichos de boliche de piso de tabla. Mujica no disfrutará de la bonanza que gozó Tabaré Vázquez, lo puede agarrar la réplica del terremoto mundial y, durante los dos primeros años, deberá pagar 100 millones de dólares por día de los servicios de la Deuda Externa, pero Danilo Astori tiene recursos para obtener fondos para repartir, haciendo menos miserable la miseria de marginados y excluídos sin cambiar la exclusión y marginación para nada.

Aplauden los inversores en el Conrad, los funcionarios del Banco Mundial y el FMI, el embajador yanqui, hasta aplauden Sanguinetti, Lacalle y Bordaberry haciendo que uno se pregunte para qué elecciones si todos tienen idéntico proyecto nacional, pero, por sobretodo, Mujica es depositario de la confianza política de los sectores más empobrecidos de la sociedad, todo está dado para que sea el más eficiente amortiguador de la historia, superando por varias cabezas a Luis Batlle y Wilson Ferreira.

El costo ético y moral.

Para que la amortiguación política funcione aceitadamente, sus gestores deben dar garantías de las mejores relaciones con las fuerzas armadas y policiales. Los operadores de la conciliación de clases no pueden estar en la vereda de enfrente del aparato represivo, sujetos a espionaje y pasibles de ser reprimidos, por eso además de sentarse a la mesa con las cámaras empresariales y los organismos financieros internacionales, hay que abrazarse con los uniformados de toda laya y color.

De la necesidad política de vincularse a los mandos militares y policiales, surge la concepción de “olvido y perdón”, eje del actual pensamiento político del progresismo con relación al terrorismo de Estado. Hubo además quienes se encargaron de la impúdica tarea de asumir la defensa de la impunidad, no sólo la de los “viejitos” criminales de los ´70, si no también la de los asesinos de Morroni y Facal en Jacinto Vera. Además intentaron impedir que fueran juzgados quienes mataron a su compinche chileno Berríos.

Entonces... ¿cómo extrañarse de que, en plena democracia progresista, los militares y policías uruguayos repriman y violen derechos humanos en Haití y Punta del Este, en cárceles, comisarías y esquinas de Montevideo? Son hechos que hieren las pupilas, ni los más creyentes en la nueva religión pueden ignorar lo que ocurre delante de sus narices. Para nosotros, sería imperdonable callar la boca.

”El policía... detiene a una persona... porque está convencido de que está a punto de cometer un delito”, Eduardo Bonomi deja caer esa frase en BUSQUEDA, pretendiendo justificar los desmanes de la jueza y la policía de Maldonado. Explica que como ministro castigará al que esté “pensando en cometer un delito” aún antes del acto que infrije la ley, ya Mussolini había otorgado a los jueces esa potestad, casi que divina, de juzgar las intenciones en lugar de atenerse a los hechos, precisamente por eso les decían fascistas al Duce y sus magistrados. Ahora se les concede idéntica potestad a esos policías criollos que todos conocemos, con su falta de preparación en general y de honestidad en particular... es evidente que se está dispuesto a asumir las responsabilidades por los “errores y excesos” que puedan ocurrir.

Como no los hay a la vista, la derecha fabrica un enemigo: los delicuentes, en particular la emprenden contra los delitos contra la propiedad y el narcotráfico. Lo grave es que el progresismo se suba tanto al carro que tiran por la borda principios elementales del derecho penal, si la mano dura fuera la de Lacalle o Bordaberry se pensaría que están preparando futuras represiones contra el pueblo, pero con este gobierno ex-guerrillero resulta difícil ubicar el objetivo de asumir esas concepciones tan represivas y reaccionarias. Cabe recordar que este gobierno los polícías fueron los únicos empleados públicos que recompensados con un aumento salarial del 100%, como si se estuviera haciendo méritos con alguien.

”El sistema tiende un cerco sobre el peón o el pequeño productor rural y los obliga a emigrar, para hacinarse en las grandes ciudades. El sistema arroja a la desocupación a un sector en aumento de la población. Si busca defenderse con la venta callejera, el sistema lo persigue. El sistema enseña a robar y matar desde la televisión. A la delincuencia la crea una clase social, pero afecta a toda la población. Para terminar con la delincuencia hay que terminar con el sistema”, palabras de Raúl Sendic que no admiten equívocos: en lugar de rejas y palos, terminar con el sistema.

El momento histórico lo define muy bien Raúl Zibechi: como el dominio económico de los EEUU rueda barranca abajo, como las reservas de petróleo de Venezuela y Brasil desalojan a Medio Oriente del primer lugar, la mira del imperialismo apunta ahora a su patio trasero, privilegio que coloca a América Latina en el centro de las preocupaciones político-militares del Pentágono, la CIA y el Departamento de Estado. Honduras y Haití presagian más agresiones “disuasivas”, más intervenciones “preventivas”... más violencia.

En ese panorama, el ejército uruguayo está siendo uno de los discípulos dilectos del Comando Sur del Pentágono, que premia la alcahuetería otorgándole el cargo de segundo comandante de las tropas invasoras de Haití. No conforme con la buena letra hecha hasta ahora, el nuevo ministro de defensa proclama la necesidad de aumentar la cantidad de soldados uruguayos en la “isla-portaaviones” de las fuerzas armadas yanquis, queda claro que nos estamos sumando a la fila de niñitos buenos del continente, Colombia, Panamá, Honduras, Perú, Méjico y Chile. El gobierno está involucrado en una de las más fariseicas intervenciones armadas de los EEUU, comparable solamente con la invasión imperialista a Paraguay en el siglo XIX, cuando Venancio Flores arrastró al pueblo oriental tras los designios del imperio británico, mancha ética y moral que el Partido Colorado jamás podrá limpiar de su historial, bastante ensangrentado por otra parte.

“Olvido y perdón” a los torturadores y asesinos, palos a los excluídos que duermen en las playas de Punta del Este y asociados al imperialismo en su ofensiva sobre América Latina, el pragmatismo no ofrece límites éticos o morales, tampoco los tienen quienes se afilian a su filosofía, por eso los pragmáticos se tornan capaces de cualquier cosa.

Los sobrevivientes

El rasgo que caracterizó la generación de Ernesto Che Guevara fue el “entregar la vida por la revolución social”, profesión de fe nacida en la lucha social en toda América Latina, determinación subjetiva previa a la opción política por la vía armada. La teoría marxista era la misma para todos, pero la mirada guerrillera la interpretaba a la luz de esa decisión de poner el cuero en la estaca, mirada muy diferente a la de quienes optaron por la lucha electoral y parlamentaria.

Cuando a los sobrevivientes de la derrota nos sacaron de los calabozos en marzo de 1985 y se nos impuso la legalidad tutelada, aquel rasgo “entregar la vida” quedó como suspendido en el aire, fué sustituído por la “intención revolucionaria”, definición muy etérea, casi que inasible, pues no implicaba otro compromiso que repetir algunas fórmulas y consignas. Como consecuencia lógica y natural del cambio en la subjetividad, la mirada de los sobrevivientes fue dejando de ser guerrillera y las cosas se comenzaron a intepretar desde una óptica muy diferente, pues ya no había que poner el cuero en la estaca.

Para dilucidar los misterios de la deriva, la clave está en esa diferencia, una cosa fue el compromiso práctico de los ’60 y otra, totalmente distinta, la vaguedad de un horizonte sin salas de tortura a partir de 1985. La pérdida de Raúl Sendic dejó el barco al garete, sin ancla a la revolución, de inmediato el derrumbe de los muros dió el golpe de gracia y abrió paso a los elementos ideológicos, producto de la derrota, que hasta entonces se mantenían en estado latente, el barco fue arrastrado por corrientes y remolinos poderosos, se negó la posibilidad de hacer la lucha revolucionaria y, como forma de diluir la propia, se hizo responsable de ella a las generaciones venideras, el arte de lo posible se volvió arte de la no transformación, de conformarse con lo que hay. Aceptar la changa de amortiguadores en la lucha de clases... fue apenas un pasito más.

Ha muerto Julio Dewaily, el flaco, timonel que nunca equivocó el rumbo, tupamaro en Nuevo París y Belvedere y donde fuere, los verdugos no pudieron quebrar su entereza, era de la estirpe del Gorila Ramos, el Gallego Más Más y el Gato Sosa, salió del Penal de Libertad tan digno como había entrado. Al aire libre fue creciendo su autoridad moral, supo salir del infierno y ayudar a muchos a salir de él, intransigente en luchar contra la privatización de los casinos muncipales, en plena democracia se jugó la ropa por el MLN(T) a riesgo de su propia libertad, acaudilló la movilización del oeste montevideano contra la privatización del agua, fue de los más firmes luchadores contra la impunidad de los terroristas. Su “intencionalidad revolucionaria” se tradujo en hechos, en práctica, en acumulación de conciencias y voluntades tras las banderas de la emancipación, los cánticos de sirena no pudieron ablandar sus convicciones, se negó a transar con los que transan y murió tan hereje como nació, un tupamaro.

Como propuse en la primer frase de este ensayo, a pesar de lo prolongado del divague, he intentado explicar el insólito hecho de un ex-guerrillero asumiendo como presidente de la república, explicarlo buscando sus raíces en la historia del batllismo, autor intelectual del régimen político moderno del Uruguay, entenderlo como respuesta a las consecuencias de la exclusión social y política de sectores cada vez mayores de asalariados. Por muy porfiado que uno sea, la prédica revolucionaria no encuentra eco en el ejército de empobrecidos por los dueños del Uruguay, las víctimas del sistema capitalista no son receptivas a la voz revolucionaria, cabe reconocer que no es tiempo de insurrecciones, aunque las llamaradas estén alumbrando por toda América Latina.

Tal vez, como dicen muchos, sea cierto que no se puede hacer otra cosa, es lo que hay, valor... bueno, pues que lo hagan Astori y Vázquez!. Que ellos olviden y perdonen a los criminales o se asocien a la intervención de los EEUU, verdaderamente no me duele, son lo que son, sus actitudes políticas son coherentes con sus discursos de toda la vida, no engañan a nadie. Sin embargo, no creo que se haya sobrevivido a la derrota y el verdugueo para esto, no creo que los sobrevivientes deban ser los responsables de sostener el régimen democrático burgués, generando la confianza y el consentimiento sin los cuales no funciona la dominación pacífica. Duele ver a sobrevivientes de la gesta revolucionaria paseando del brazo con quienes no debieran, a los que cargan la mochila de los caídos siendo funcionales sino al sistema que quisimos voltear, si uno fuera creyente les diría, con el Flaco Dewaily...¡qué dios los ayude!.


1 graffiti:

Frentista

Sin dudas cualquier cosa sirve para pegarle al Pepe, Que triste y lamentable actitud, de una pobreza moral y ética que provoca tanto lastima como asco.
Ya pronto estarán haciendo alianzas con Asamblea Popular, infantilismo de izquierda de la mejor especie.