21 agosto 2010

Un crímen político: El caso Pasolini. Crónica de un asesinato




Corrían otros tiempos, y eso es lo que facilitó que los medios oficiales y el corrupto estado de Italia, convirtiesen el crimen en escándalo. Y en una sociedad en la que es más grave la homosexualidad que los crímenes fascistas o los asesinatos a cargo de los poderosos, no es de extrañar que las investigaciones fuesen pasadas por alto sin que muchos se preocuparan por ello.

Es un lejano recuerdo, pero recuerdo al fin, el que me queda acerca de aquellas portadas del rotativo semanal italiano L’Europeo, que sería el único medio de comunicación capaz de dar la cara a la hora de investigar y tratar el vil asesinato de Pier Paolo Pasolini. En realidad, como ocurre en otros casos de nuestros días, fue una escritora, Oriana Falacci, la responsable de buscar otras líneas de investigación que negaban la posibilidad de certeza en la línea seguida tras la captura y declaración de Pelosi, un miserable chapero y único acusado del crimen, que se encargaría de enredar toda la trama.

Aún hoy día no se sabe a quién o quiénes encubrió el tal Pelosi, pero lo que si es cierto es que las cosas no ocurrieron como se declararía y sentenciaría en el juicio. Pasolini era un ser molesto, muy molesto política y socialmente para todo el Estado de la corrupción que representaban los criminales de la Democracia Cristiana gobernante en Italia, para sus compadres de las mafias y para quienes, uno tras otro, se sucederían en los gobiernos cuasi anuales de esa triste historia del país mediterráneo, que aún hoy sigue en la misma posición de corruptos y mal nacidos en el poder.

Una valiente publicación recupera esa parte de la historia no resuelta, en una novela gráfica que mezcla el texto con los dibujos en El caso Pasolini. Crónica de un asesinato, cuyo autoría corre a cargo del dibujante italiano Gianluca Maconi. En realidad, la publicación se hizo en Italia hace cinco años, coincidiendo con los 30 años del asesinato del genial Pasolini, y con la liberación del supuesto asesino, Giuseppe Pelosi.

La obra recoge muy bien los distintos aspectos a tener en cuenta, sintetizando el carácter y la trascendencia del personaje en apenas unas viñetas, su línea de pensamiento filosófico, su carácter crítico, su sentido político, sus objetivos en la sociedad y para la sociedad. Puede que la cuestión se complejice a la hora de desarrollar el caso tras el asesinato, pero hay que tener en cuenta que eso es, precisamente, lo que trae a colación la obra que tenemos entre manos, ya que tenemos, por una parte, los hechos demostrados, por otro las versiones contradictorias y, finalmente, las indagaciones ajenas a los ámbitos judicial y policial, que son los que ofrecen mayores garantías.

No obstante, para aclarar la línea histórica y otras cuestiones marginales, tenemos los textos de apoyo, anteriores y posteriores, entre los que se incluye una extensa y detallada cronología del proceso seguido desde los previos al asesinato hasta julio de 2008.

Vivíamos en un mundo donde el objetivo de la perversión se situaba en cuestiones tan personales y privadas como el amor y la sexualidad, antes que en los crímenes, los políticos corruptos, los que encargan la muerte o la ruina ajena para lucrarse… y me equivoco si mantengo el verbo en pasado: es el pan nuestro de cada día, es la sociedad que hemos adoptado.

No hay que confundir con otras historias de tramas ocultas o de oscurantismo, que las hay y muchas, con intereses periodísticos y económicos diversos. Esta historia se limita a constatar hechos, a demostrar lo ocurrido hasta donde las pruebas lo permiten, pero se hace preguntas allí donde todas las evidencias fallan. Pero no es de extrañar, cuando en boca de Pasolini figuran declaraciones como "el poder es un sistema educativo que nos divide en oprimidos y opresores. Pero cuidado, es un mismo sistema educativo que nos forma a todos, desde las llamadas clases dirigentes hasta abajo, hasta los pobres. Por eso todos quieren las mismas cosas y se portan de la misma forma. Si tengo en mis manos un consejo de administración o una operación bursátil, sera esto lo que utilice. Y si no, usaré un palo". Así le refleja su autor, junto con el sentido iróico, casi cínico, en que dice a su entrevistador "qué bonito sería si mientras estamos aquí charlando, hubiese alguien en el sótano tramando un plan para quitarnos de en medio". Y el mismo autor, demuestra que no es precisamente tonto, cuando utiliza de fondo de imágenes, dibujos que aluden a hechos políticos de todo tipo en el discurso del cineasta filósofo, que repasa todo tipo de conflictos, desde las mafias hasta otros poderes reales o fácticos, como el de Israel, el de Estados Unidos, y se permite el lujo de traer a colación conflictos posteriores, más actuales, a la vez que los pasados, cuando retrara a los niños del napalm, pero luego saca una persona deteniendo los tanques como en Tian-anmen, cuando alude a los medios de comunicación y dice "dichosos vosotros, que estáis bien contentos cuando podéis ponerle al delito una buena etiqueta". Es en estos detalles en los que se capta la cercanía y la identificación de autor y retratado, o de los dos autores, por decirlo de una manera más justa.

Cierra el libro con una descripción de hechos y una serie de dudas planteables, el actor y director de cine Francesco Barilli, que acusa de nuevo a la magistratura italiana de haber cerrado los ojos de manera interesada, ante el crimen de Pasolini, quedando de esta manera un libro simétrico, que se abre con la introducción del que fuera director del diario comunista italiano L’Unitá hasta 2005, Furio Colombo, que es quien hará de personaje en el cómic creado Maconi, en relación a una entrevista con Pasolini, gracias a la cual fue el último en hacerlo, el día de su asesinato. Pero por si fuera poco, y pudiera quedar frío, no quiero dejar de lado el compromiso de gente como Alberto Moravia, que ya en el momento de la despedida del personaje, "ante todo, hemos perdido a un poeta… es una pérdida irreparable para sus amigos, para quienes lo estimaban, para el pueblo italiano. Con él hemos perdido un testigo constante de las contradicciones de nuestro teimpo, que trataba de provocar reacciones activas y benéficas en el cuerpo inerte de la sociedad italiana". Moravia se encargó de hacer esa despedida y ese lamento, que lo convierte en un auténtico ser de carne y hueso, más que en la deidad que muchos quisieran que fuese, para poder seguir apedreándole a través de sus ideas. De esta manera, el cadaver fue mancillado por sus enemigos (seguramente, enemigos del pueblo), pero sus ideas o, más bien, sus dudas y planteamientos, quedan incorruptas.

Julio Castro

Fuente: laRepúblicaCultural.es


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