Nos hallamos en medio de un terremoto político en el mundo árabe y la tierra aún no ha dejado de temblar. Es arriesgado hacer predicciones cuando los sucesos son tan inciertos pero no hay duda de que el levantamiento en Egipto —comoquiera que concluya— tendrá un impacto drástico en toda la región y dentro de Palestina.
Si el régimen de Mubarak cae y es reemplazado por uno menos atado a Israel y a Estados Unidos, Israel será un gran perdedor. Tal y como Aluf Benn comentaba en el diario israelí Haaretz, “el poder desvanecido del gobierno del presidente egipcio Hosni Mubarak deja a Israel en un estado de angustia estratégica. Sin Mubarak, Israel casi se queda sin ningún amigo en Oriente Próximo; el año pasado, Israel vio como se desplomaba su alianza con Turquía” (en “Sin Egipto, Israel se quedará sin amigos en Oriente Próximo”, 29 de enero de 2011).
De hecho, Benn observa que “Israel se queda con dos aliados estratégicos en la región: Jordania y la Autoridad Palestina (AP)”. Pero lo que Benn no dice es que esos dos “aliados” tampoco permanecerán inmunes.
Durante las últimas semanas estuve en Doha para examinar los Documentos sobre Palestina filtrados por Al-Yasira. Estos documentos ponen de relieve la medida en que la separación entre la AP de Ramala, respaldada por Estados Unidos, y con Mahmud Abbas y su facción Fatah a la cabeza, por un lado, y Hamas en la Franja de Gaza, por otro fue una decisión política de las potencias regionales: Estados Unidos, Egipto e Israel. Esta política incluyó la implicación estricta de Egipto en el bloqueo a Gaza.
Si el régimen de Mubarak se va, Estados Unidos perderá una enorme influencia sobre la situación en Palestina, y la AP de Abbas uno de sus principales aliados contra Hamas.
Ya desacreditada por el alcance de su colaboración y su capitulación expuestas en los Documentos de Palestina, la AP se debilitará aún más. Sin un “proceso de paz” creíble para justificar su continuada “coordinación de la seguridad” con Israel, o ni siquiera su propia existencia, podría iniciarse la cuenta atrás para la implosión de la AP. Incluso el apoyo de Estados Unidos y de la UE al represivo Estado policial en ciernes de la AP puede resultar no ser ya políticamente sostenible. Hamas puede ser el beneficiario inmediato, pero no necesariamente a largo plazo. Por primera vez en muchos años estamos asistiendo a grandes movimientos de masas que, si bien incluyen a islamistas, no están necesariamente dominados o controlados por estos.
También hay un efecto de demostración para los palestinos: la capacidad de aguante de los regímenes de Túnez y Egipto se ha basado en la percepción de que eran fuertes, así como en su capacidad para aterrorizar a segmentos de su población y para cooptar a otros. La relativa facilidad con la que los tunecinos se han quitado de en medio a su dictador, y la velocidad con la que Egipto, y tal vez Yemen, parecen ir por la misma senda, bien puede enviar un mensaje a los palestinos de que ni las fuerzas de seguridad de Israel ni las de la AP son tan indomables como parecen. De hecho, la “disuasión” de Israel ya se llevó un buen batacazo por su incapacidad para derrotar a Hizbulá en Líbano en 2006, y a Hamas en Gaza durante los ataques del invierno de 2008-09.
En cuanto a la AP de Abbas, nunca se ha gastado tanto dinero de donantes internacionales en una fuerza de seguridad con resultados tan pobres. El secreto a voces es que sin la ocupación militar israelí de Cisjordania y el asedio a Gaza (con la ayuda del régimen de Mubarak), Abbas y su guardia pretoriana habrían caído hace mucho tiempo. Edificando sobre los cimientos de un fraudulento proceso de paz, Estados Unidos, la UE e Israel, con el apoyo de decrépitos regímenes árabes ahora amenazados por sus propios pueblos, han construido una casa palestina de naipes que es poco probable que permanezca en pie mucho tiempo.
Esta vez, el mensaje puede ser que la respuesta ya no es más resistencia militar sino más poder del pueblo y un mayor énfasis en las protestas populares. Hoy, los palestinos forman por lo menos la mitad de la población de la Palestina histórica —Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza juntos. Si se levantan colectivamente para exigir igualdad de derechos, ¿qué podría hacer Israel para detenerlos? La violencia brutal de Israel y su fuerza letal no ha frenado las manifestaciones regulares en los pueblos de Cisjordania incluidos Belén y Beit Ommar.
Israel debe temer que si responde a cualquier levantamiento amplio con brutalidad, su ya precario respaldo internacional podría comenzar a evaporarse tan rápidamente como el de Mubarak. El régimen de Mubarak, al parecer, está experimentando una rápida “deslegitimación”. Los dirigentes israelíes han dejado claro que esta implosión de apoyo internacional les da más miedo que cualquier amenaza militar externa. Según se desplaza el poder a los pueblos árabes y se leja de sus regímenes, puede que los gobiernos árabes no puedan seguir tan callados y cómplices como lo han sido durante años desde que Israel oprime a los palestinos.
En cuanto a Jordania, el cambio ya está en marcha. Presencié una protesta de miles de personas en el centro de Amán ayer. Esas protestas bien organizadas y pacíficas, convocadas por una coalición de partidos de la oposición islamistas y de izquierdistas, se vienen celebrando ya desde hace varias semanas en ciudades de todo el país. Los manifestantes exigen la dimisión del gobierno del primer ministro, Samir al-Rifai, la disolución del Parlamento elegido en lo que se considera por la mayoría las fraudulentas elecciones de noviembre, nuevas elecciones libres sobre la base de leyes democráticas, justicia económica, fin de la corrupción y cancelación del tratado de paz con Israel. Se produjeron importantes manifestaciones de solidaridad con el pueblo de Egipto.
Ninguno de los partidos presentes en la manifestación hizo llamamientos para que se lleven a cabo en Jordania el tipo de revoluciones que han tenido lugar en Túnez y Egipto, y no hay razón para creer que un acontecimiento así se produzca de manera inminente. Pero las consignas que se oían en las protestas no tienen precedentes en su audacia y en su desafío directo a la autoridad. Cualquier gobierno que sea más receptivo a los deseos del pueblo tendrá que revisar su relación con Israel y con Estados Unidos.
Sólo una cosa es segura hoy en día: pase lo que pase en la región, las voces del pueblo ya no pueden ser ignoradas.
Ali Abunimah
Traducción: Loles Oliván
Fuente: Rebelión
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