28 abril 2005

Un aniversario olvidado: 1o de Mayo

Una manifestación a favor de la jornada de ocho horas se ha transformado en una fiesta de los trabajadores que se celebra cada año. ¿Cómo se ha producido esta universalización de una fiesta que simboliza un mejor porvenir para la humanidad?
Por Eric J. Hobsbawm, historiador.

La transformación de la esporádica reivindicación de la jornada de ocho horas en una fiesta anual de los trabajadores, y la ritual afirmación de todo lo que significa una clase y sus esperanzas, son fenómenos que no tuvieron nada de premeditados. Por el contrario, fueron imposiciones al movimiento obrero desde abajo, por hombres y mujeres que dieron su propia versión de lo que una fecha de esas características simbólicas debía significar: a la vez un gesto político y una fiesta, que se basaban en el convencimiento de que ese día no había que trabajar. La transformación de la fecha en una fiesta fue casi inmediata, a lo que contribuyeron las intenciones de los socialistas de dar a las manifestaciones el carácter más amplio posible, y evitar el tipo de enfrentamiento que defendían los anarquistas.

El hecho de que la Internacional hubiera elegido en 1889 una fecha tan representativa de la primavera fue un acierto. La primavera significaba nueva vida, renovación y crecimiento, y, tal como una amplia literatura muestra, el paralelismo entre el reverdecer de la naturaleza y el desarrollo de movimiento obrero se imponía por sí mismo. El motivo floral se convirtió en el símbolo básico de la ocasión. Las flores aparecen espontáneamente en las manos de una Marianne militante vestida de rojo que conducía a una muchedumbre de hijos del trabajo obviamente armados y listos para la lucha, en la portada de "Le Chambard Socialiste". Las flores rodean siempre los severos retratos de los siete delegados austriacos en el Congreso Internacional de 1889, distribuidos para el primer 1º de Mayo en Viena.

El elemento ritual fue inmediatamente reconocido no sólo por los trabajadores, sino también por los artistas, los poetas, los periodistas y los rimadores, que produjeron gran cantidad de pancartas, carteles, insignias y otros materiales apropiados para la ocasión (la mayor parte susceptible de una reproducción masiva y barata), y en especial multitud de publicaciones de periodicidad anual con salida el 1º de Mayo, que proporcionan una profusión de material ideológico e iconográfico. Hasta ahora únicamente los italianos han sometido esta conmemoración a una erudición artístico-histórica sistemática. Se conservan ejemplares de hasta 308 de tales efímeras publicaciones realizadas en Italia, sólo de 1890 a 1924, según el detallado "1º Maggio. Repertoro dei numeri unici" de la Fondazione Brodolini, editado por Maurizio Antonioli y Giovanna Ginex.

Clavel rojo

La iconografía pasa a ser más formal cuando el 1º de Mayo deja de ser visto como "la antecámara inmediata de la revolución", como a veces lo parecía en los primeros años utópicos, y se convierte en un regular "rito colectivo que requiere sus propias liturgias y divinidades", por citar las perspicaces observaciones de Giovanna Ginex en otro álbum asimismo conmemorativo ("Per i cent'anni della festa del laboro"). La creciente formalización de la asociación del día con las flores llama la atención. Aunque presente en la imaginería desde el comienzo, el vínculo formal por ejemplo, con el clavel rojo que adquiere un estatuto semioficial; en varios países no se establece hasta finales del siglo XIX. Su simbolismo se explica en el número de 1900 del periódico florentino del 1º de Mayo "Il Garofane Rosso", que aparece anualmente casi hasta la Gran Guerra.

Aunque se habló mucho, especialmente en los países católicos, del 1º de Mayo como el equivalente proletario de alguna festividad religiosa (generalmente la Pascua, a veces Pentecostés o incluso el Corpus Christi) no hay realmente ninguna señal de que los socialistas de esos países se inspiraran en el hecho religioso, por muy impregnados de sus tradiciones y prácticas que estuvieran sus miembros. En realidad, como deja claro el excelente volumen que acompañaba a la exposición austriaca "Die Roten am Land", el socialismo, al igual que otras "nuevas ideas", llegó a los ambientes tradicionales, como el mundo rural austriaco, con los ferrocarriles, con los que los construyeron y prestaban servicio en sus líneas, y con los nuevos tiempos que con ellos vinieron. Los que se sintieron atraídos por el socialismo fueron en primera instancia los rebeldes a la tradición y aquellos para los que no había un lugar específico en la sociedad tradicional: inmigrantes, residentes temporales, los no encuadrados en la estructura de la vida campesina (aquellos que se sentían una clase de trabajadores "nueva"). Era la ruptura con la tradición lo que constituía su fuerza: la promesa de un nuevo futuro. La peculiaridad del 1º de Mayo incluso para los creyentes proletarios consistía en que era la única festividad "exclusivamente" asociada con su clase, mientras que la exclusividad de las clases distaba mucho de interesar a la mayor parte de las confesiones cristianas.

Pero ¿cuál era la naturaliza de ese nuevo futuro? Todavía no estaba aquí, pero inevitablemente llegaría. De ahí el símbolo universal del sol naciente, por lo general radiante, pero a veces también abriéndose paso a través del humo de las fábricas. Representaba todo, desde los beneficios de la jornada de ocho horas, pasando por la libertad, la igualdad y la fraternidad, hasta llegar a "la emancipación del trabajo" o el "socialismo". La vía política hacia el futuro podía ser mostrada como en la alegoría austriaca de 1891 en la que Marx, con "Das kapital" en las manos, señala a través del mar hacia donde una isla aparece iluminada por el sol naciente de los lemas de la Revolución Francesa, mientras una flota de embarcaciones cuyas velas llevan los nombres de "Sufragio Universal", "Jornada de Ocho Horas" y "Protección de los Trabajadores" se dispone a levar anclas, sin duda tripulada por los trabajadores que rodean a Marx. Con mayor frecuencia, el futuro es sugerido en términos extremadamente generales por lo que Giovanna Ginex denomina "figuras femeninas alegóricas guiando una procesión que, a medida que pasa el tiempo, se hace menos realista y se transforma en una imagen alegórica o incluso épica, tomada de modelos franceses".

¿Quiénes eran esas mujeres jóvenes, presentadas generalmente a la manera estatuaria grecorromana o en el libre y fluido estilo "art nouveau"? Los conocedores de la iconografía pueden identificarlas a veces por sus atributos tradicionales, masónicos o de la Revolución Francesa. con mayor frecuencia como Libertad y a veces, más fiablemente, por la leyenda que las acompaña. Sin embargo, es importante que no tengan una significación universal inequívoca, ninguna marca general para su reconocimiento excepto la "juventud".

Las diosas

La Diosa de Mayo puede ser la Libertad, la Paz, o la Unión Universal, o el Sufragio Universal, o la Justicia, o la Aurora, o el Socialismo, o la Primavera. Porque es un error aplicar criterios iconográficos tradicionales a estas figuras Aunque los artistas puedan haber estado familiarizados con el viejo lenguaje simbólico, aquellos a los que ahora se dirigen podían ignorar que la antorcha y el hacha encarnaban la libertad. Por muy tradicional que fuera el vocabulario iconográfico, era otro lenguaje. Las diosas del 1º de Mayo eran la Esperanza, la Juventud, la Primavera, la Nueva Vida, pero quizá, sobre todo, la Esperanza (la confianza en la inevitable ascensión del sol de un futuro mejor al que apuntaban). El 1º de Mayo descansaba en la esperanza y el progreso. Algo empezó a apagarse después de la I Guerra, cuando los movimientos de los trabajadores fueron derrotados, apremiados o, alternativamente, institucionalizados como partes del gobierno o de la administración. El nacimiento del movimiento en nuevas regiones, el hundimiento de los antiguos regímenes, la revolución, el frente popular, la liberación, iban a revivirlo.

El fin del 1º de Mayo como "primavera de los trabajadores" parece estar marcado por un cambio iconográfico (el ocaso de la alegoría) y estilístico (el tránsito del arte oficial y del arte "avanzado" de fines del XIX a las vanguardias de los años 20). Ello plantea una cuestión importante. Los historiadores del arte, la literatura y la ideología no tendrán dificultad en seguir el rastro de las fuentes, influencias y desarrollos estilísticos de la imaginería y de los más pomposos, verso y retórica, porque fueron creados por profesionales, a menudo artistas especializados de habilidad y pericia considerables aunque no generalmente (el noruego Munch es una excepción) en la primera división del arte museístico. La imagen que crearon de este día ¿fue la propia de los trabajadores? o ¿cabe seguir la pista de la interrelación entre cultura escrita y oral, entre erudición y cultura popular? O, finalmente, ¿del intercambio entre los intereses de las masas y los de líderes y militantes?

El sesgo bibliográfico e iconográfico de las publicaciones recientes lo hace más difícil de lo previsible, porque muestran poco interés en recoger los recuerdos de los viejos trabajadores, que la exposición de pancartas de Turín utilizó con tan excelente resultado. Lo que necesitamos es más testimonios como el del viejo ex partisano Pietro Comollo en "Per un altra Italia", reflexionando sobre una vieja pancarta: "Esa pancarta era muy educativa. Estaban la hoz y el martillo... y luego estaba el sol del futuro, que era el sol del 1º de Mayo... Todo el mundo decía: "Esta es nuestra 'festa', la festividad de los trabajadores". La gente sabía vagamente que era un fiesta en memoria de los que lucharon por las ocho horas, los mártires de Chicago. Y esto es lo que la hace simbólica... para los trabajadores. Y luego estaba la "festa", el clavel rojo; era una manifestación de lucha, vino mucha gente, no sólo por el día libre, sino porque unía a todo el mundo. Hasta los anarquistas vinieron con todos sus símbolos".

En tanto que el internacionalismo de la ocasión era esencial e importante tanto para los artistas como para los trabajadores, de ello no se desprende que la celebración significara lo mismo para ambos. A los artistas les costaba un cierto trabajo encontrar las expresiones alegóricas para esa festividad, y generalmente se contentaban con hacer una lista de países o con lemas apropiados sobre la fraternidad humana inscritos en decorativas guirnaldas o cintas;; si era necesario, con éstas colgadas alrededor de un globo. Pero lo que conocemos de las reacciones espontáneas de los trabajadores sugiere que el significado del internacionalismo para aquellos que no tenían organizaciones tan masivas como las de ahora era el de decirse a sí mismos: "No estamos solos". Así conocemos por "The memory of May Day" que las primeras huelgas masivas en la industria polaca fueron provocadas por unos cientos de octavillas del 1º de Mayo que suscitaron "rumores sobre la existencia de una organización internacional imprecisa (sic) que defendería a los trabajadores de los regímenes capitalistas y del zarismo".

Los mártires

En otros casos imitaban la experiencia de las religiones universales. ¿Cómo explicar si no la resonancia en numerosos países latinos del caso de "los mártires de Chicago", a los que se suponía muertos por la causa por la que ahora se manifestaban los trabajadores de todo el mundo? Los "mártires' fueron una contribución anarquista adoptada por la masa de los trabajadores socialistas, porque no hay el menor rastro de ellos en la iconografía oficial de la época, con excepción de la de Latinoamérica. Sin embargo, sean cuales fueren las variaciones en la percepción, tanto para los artistas como para los manifestantes el grito de unión de Marx "Trabajadores de todo el mundo, ¡uníos!" era esencial, y el 1º de Mayo, la festividad simultánea de todos los países que se veían en él representados.

A pesar de las divergencias potenciales, tanto los propagandistas como los manifestantes compartían una concepción común del 1º de Mayo, en parte porque ambos, independientemente, lo asociaban con las mismas imágenes -primavera y flores-, y también porque los unos se adaptaban a los otros y aprendían de ellos. Los intelectuales sabían que su fuerza estaba en un "día de fiesta al margen de todos los calendarios" ("Aurora del Maggio", Milán, 1905), impuesto por las reivindicaciones de clase de los trabajadores, porque éstos espontáneamente lo hicieron así -y fue su insistencia en no trabajar lo que hizo que la jornada fuera un día de lucha y de fiesta-. Lo que los propagandistas celebraban y lo que les inspiraba era la extraordinaria popularidad del día entre los trabajadores, lo que posteriormente iba a conducir a regímenes tan hostiles como el de Adolf Hitler y el del mariscal Pétain a hacerlo más inocuo convirtiéndolo en una fiesta oficial, lo que, en realidad, también ha ocurrido con la UE.

Por el contrario, no hay razón para dudar que los lemas de los partidos socialistas de masa expresaban realmente lo que la mayoría de sus seguidores sentían pero eran incapaces de formular, como hacían muy especialmente los cuatro lemas que una y otra vez aparecían en las pancartas e insignias del 1º de Mayo: los "Tres ochos" (ocho horas de trabajo, ocho horas de esparcimiento, ocho horas de sueño), "El voto para todos", "Libertad, Igualdad y Fraternidad" y "Trabajadores de todo el mundo, ¡uníos!". Sin embargo, tras ellos estaba algo más grande y menos definible, tipificado por los dos símbolos que, al margen de la vieja iconografía, sobrevivieron más duraderamente: la bandera roja y el sol naciente.

Extracto del artículo publicado en "El País" (España) el sábado 9 de junio de 1990.

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