Argumentación de Luis Puig
20/10/2010 - Cámara de Diputados
sobre la ley de caducidad
Mi amigo estaba molesto con los argumentos que se manejan en el debate sobre la Ley interpretativa de la Ley de Caducidad. Mi amigo es de esos frenteamplistas del 71 que ha mantenido su independencia dentro de la coalición y en las siete elecciones en las que la coalición ha participado desde entonces, nunca repitió su voto.
En el 71 votó la 9988 de Michelini-Roballo; en el 84 votó al PDC (808) para que sacara una banca; en el 89 a la Vertiente (77) por Arana; en el 94 votó a la 78 por Nin Nova; en el 99 a la 2121 de Asamblea Uruguay por Danilo; en el 2004 a la 1001 del implotado PCU para que entrara Marina; y en el 2010 al PS (90) por Daniel Martínez.
-“Yo analizo lo que voto. Voto por el Frente Amplio, pero dentro del FA busco que mi voto sea útil. Elijo una lista para apoyar a un grupo o para que saque una banca un dirigente. Voto al Frente, no al presidente. Voto al programa, no liderazgos”, me explica con contundencia, como si yo lo estuviera entrevistando.
Mi amigo también elije cuándo no votar o votar en blanco. No firmó para alguno de los plebiscitos de empresas públicas porque entendía –dice- la importancia de exigir mejoras en la gestión de los servicios. Fue de los que voto en blanco en las últimas municipales y, para mi sorpresa, de los que no puso la papeleta rosada en octubre.
Cuando me dijo que no había siquiera firmado para que se realizara el nuevo plebiscito del 25 de octubre, quedé mirándolo en silencio. Esperando su explicación, porque lo sé un luchador contra la impunidad y un muy duro crítico de la Ley de Caducidad e, incluso, del Pacto del Club Naval.
Mi amigo es un sujeto político y nada de lo que hace o deja de hacer carece de motivo. Lector avanzado en filosofía y doctrina, cuidadoso analista de las coyunturas (difícilmente se equivoca en un pronóstico) y puntilloso estudioso de las normas o reglamentos, muchas veces me impacta con la lógica simplicidad de sus argumentos.
-“Yo soy político no activista social. No estaba a favor de que el Frente Amplio hiciera la Ley interpretativa de la caducidad hace dos años y no estuve a favor de que las organizaciones sociales, con el PIT-CNT a la cabeza, fueran los que promovieran un plebiscito para algo que necesita una solución política”, me dijo, e hizo una pausa.
Esperé que siguiera, porque comprendí que tenía un argumento elaborado. Mi amigo es de esos que juega ajedrez, mira la jugada a tres bandas, que entiende los entretelones de los congresos, que comprende la política como un arte de lo imposible… “Lo posible es fácil, no necesitás hacer política para eso”, me dijo alguna vez.
Mi amigo también es un apasionado del fútbol. Hincha de Peñarol y admirador de dirigentes como Cataldi, que ganaban en la cancha pero no perdían en la liga, la federación o la Fifa. “Si lo dice el reglamento andá a quejarte a Tanganica” respondió una vez a mi protesta sobre el invento de la tabla anual para definir el Uruguayo.
-“¿Entonces?...”, le di pie para que siguiera cuando la pausa se había hecho larga y había tomado dos sorbos de whisky mientras yo esperaba que redondeara su idea. Es que cuando mi amigo la tiene clara, disfruta de los silencios como si estuviera resolviendo un crimen en una novela de Agatha Christie.
-“Entonces… que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”. Esta vez la pausa fue breve y no lo interrumpí. “Entonces… que no se mezclan tararitas y bagres, que una cosa es un recurso ciudadano y otra cosa la política de los políticos, que yo voto a mi partido, a su programa y reclamo que lo cumpla…”
- “¿Podés ser un poco más claro?”
-“Lo que digo, es que no me banco que ahora se habla de mayorías y minorías y de voluntades del pueblo. Las falacias de falsa oposición ya las desenmascaró hace mucho tiempo Vaz Ferreira. Y vos que sos periodista, deberías entender lo que te digo, porque son los medios de comunicación en los que trabajás los que oscurecen lo que es claro”.
- “No te entiendo…”, dije con sinceridad y un poco de expectativa.
-“Decíme, Sanguinetti o Lacalle, ¿no fueron presidentes por voluntad del pueblo, aunque no tuvieron la mitad más uno de los votos en las tres elecciones que ganaron?. ¿Las leyes que aprobaron sus bancadas y los decretos que firmaron, incluso la Ley de Caducidad, no eran representativas del sistema institucional en que vivimos?”
- “Si pero a ambos se les hicieron plebiscito. A Lacalle se le derogó la Ley de empresas públicas y a Sanguinetti se le hizo el plebiscito contra la ley de impunidad, aunque el voto amarillo le ganó al verde. Además, cuando fueron electos no se había hecho la reforma que colocó al balotaje”, intenté debatir.
-“¿Y qué tiene que ver el balotaje?. Eso define al Presidente. Las leyes las aprueba el Parlamento. El Presidente puede reglamentarlas y, en todo caso, vetarlas. El Parlamento puede levantarle el veto y el Presidente, puede disolver al Parlamento y llamar a nuevas elecciones legislativas. Pero el Presidente propone, no hace leyes”.
Sabía que mi amigo me había hecho entrar en su trampa argumental. Con curiosidad por saber a dónde quería llegar, tome un sorbo largo del amarillo y le hice un gesto al mozo para que sirviera otra vuelta. Me hubiera gustado prender un cigarrillo, pero respetuoso de las normas, me quedé con las ganas y esperé que mi amigo continuara…
-“El Parlamento es el que tiene que resolver un lío que armó el propio Parlamento. Yo firmé y voté la papeleta verde en el referéndum del 89, porque así lo definió el Frente Amplio. Y en el plebiscito de 1989 el soberano votó la papeleta amarilla, que ganó por 300 mil votos…El amarillo le ganó al verde y tá, como dice Mujica…”
-“¿Entonces vos sos de los que consideran que el tema está laudado y que no se tiene que dejar si efectos la Ley de Caducidad?”, le dije con un tono más alto, no por enojo, sino por preocupación de que un tipo como mi amigo no entendiera lo que significa vivir en la impunidad y las implicancias culturales que eso ha generado.
-“¿Yo dije eso?. No. Dije que entonces ganó el amarillo, porque había un voto amarillo contra un voto verde. Después, se cambió el reglamento, y aunque se bajó el porcentaje de firmas que se necesitan para convocar a un referéndum, el nuevo sistema obliga a tener la mitad más uno de los votos. Juegan en contra los votos en blanco y anulados”.
- “¿Para vos, entonces, no tenía que promoverse el plebiscito porque en la votación se peleaba con una sola papeleta contra todos los demás votos, los que no sabían , los que votaban en blanco, los anulados o los indiferentes, y se iba a perder?”, traté erróneamente de interpretarlo, sin saber aún la conclusión de su argumento.
- “No fue por eso. Fue porque creo en la política y en mi partido… Te explico. Cuando ganó Tabaré Vázquez el programa de gobierno resuelto en el Congreso decía que no se tocaría la Ley de Caducidad. Por eso Tabaré dijo que no podía anular la ley y no la tocó. Lo mismo ocurrió con la ley del aborto y Tabaré la vetó, y chau”.
- “Pero, entonces, ahora, el Frente Amplio tiene que anular la Ley de Caducidad porque así lo estableció el quinto congreso extraordinario en diciembre de 2009, cuando incluso se mandató un apoyo expreso a la juntada de firmas para promover la reforma constitucional que permitiera anular la ley”, le dije con firmeza
- “Ahora estás entendiendo… Durante el gobierno de Tabaré Vázquez el Frente Amplio no podía impulsar una ley interpretativa para anular la Ley porque no estaba en su programa de gobierno, que es lo que votó la ciudadanía. Y ahora, puede hacer esa ley que deja sin efectos la caducidad, porque así lo dice su programa de gobierno...”
- “Pero el Frente Amplio en el quinto congreso aprobó apoyar la anulación de la Ley de Caducidad. Y ahora vos me decís que no firmaste y que tampoco votaste la papeleta rosada. ¿Cómo me explicás tu voto, vos, que sos tan riguroso de las resoluciones, los estatutos y los mandatos de tu partido?”
- “Todavía no llegaste… Yo apoyé la anulación de la Ley. Dije que había que anularla. Incluso, a quienes me preguntaron, les dije que firmaran por el plebiscito y votaran la papeleta rosada… Pero yo apoyé y apoyo la anulación, no firmé ni voté una papeleta de un plebiscito que habían impulsado organizaciones sociales y no el Frente Amplio”.
- “No te entiendo. Tipos como vos son los que al final no ensobraron las papeletas rosadas en las listas del 25 de octubre”, le dije ya caliente. “¿Qué clase de sujeto político sos que decís una cosa y hacés otra? ¿Qué tipo de respeto tenés entonces a la decisión de tu partido? ¡A vos no te importan las mayorías ni el soberano!”, le espeté.
- “Por el contrario. Yo soy hincha a muerte del soberano, soy parte de él, porque no milito en ningún sector de mi partido. Voto a mi partido y en mi partido. Como tal tomé decisiones sobre lo que me pidieron que decidiera. Y por eso no puse la papeleta rosada en un referéndum que ya habíamos perdido con el voto verde del 89…”
A esa altura ya no entendía nada. Mi amigo sonaba seguro y calmo, estaba convencido de lo que me decía, pero yo no terminaba de captar su lógica y mucho menos cómo, si estaba en contra de la impunidad, no había firmado ni votado la papeleta rosada en el plebiscito de octubre… “Te escucho”, le dije en un último intento de comprenderlo.
- “Al soberano, al pueblo, se le preguntaron cuatro cosas el año pasado. El 25 de octubre se le pidió que decidiera sobre la reforma constitucional del voto rosado, que decidiera sobre la reforma del voto del exterior con la papeleta blanca y que decidiera la composición del Parlamento. Después, en el balotaje, que decidiera al presidente…”
- (Me mantuve en silencio).
- “Como soberano, yo no voté la reforma constitucional del voto rosado, voté la papeleta blanca del voto consular, voté que el pelado Martínez fuera senador porque me calentó lo que pasó en el congreso y después voté al Pepe como presidente. Fueron cuatro decisiones independientes que tomé como ciudadano, como soberano…”
- “¿A dónde vas?”
- “A que son cuatro decisiones independientes del soberano. Todas ellas válidas, legales, constitucionales, democráticas y mayoritarias. Por eso, una cosa es una cosa y otra cosa otra cosa. Que no me hagan sofismas, aforismos, silogismos o rosalismos. Yo voté para que el Frente Amplio tuviera mayoría parlamentaria. Eso voté”.
- “Entonces”.
- “Entonces, cuando el soberano le da la mayoría parlamentaria al Frente Amplio el 25 de octubre, lo faculta a hacer lo que tiene que hacer como Poder Legislativo. Es decir, hacer leyes. Y esas leyes las hace de acuerdo al programa de gobierno que como partido político le propuso al soberano y que el soberano decidió”.
- “Creo que te empiezo a entender…”
- “Lo que te digo, es que es tan valido el pronunciamiento del soberano en contra del voto verde o su indiferencia al voto rosado, como su pronunciamiento a favor de una mayoría parlamentaria de un partido político que le propone un programa de gobierno, donde se incluye la anulación de la Ley de Caducidad”.
- “Es decir…”
- “Es decir, que el soberano lo que no votó al no poner el voto rosado fue una reforma constitucional para anular la ley, pero a la vez, cuando votó la mayoría parlamentaria del Frente Amplio, aunque no fuera por la mitad más uno de los votos, que no se exige, lo facultó, como soberano, a cumplir su programa de gobierno y anular la ley. Eso”.
- ¿Pero esa mayoría parlamentaria que hoy tiene el Frente Amplio puede, según tu opinión, revertir la decisión soberana que el pueblo tomó en el plebiscito del 89?”
- “Son dos cosas distintas. Unos son bagres y otros tarariras. El soberano mantuvo el voto amarillo al no votar el voto rosado… Pero a la vez, el soberano aceptó revertir la mayoría parlamentaria de 1986 que por un voto aprobó entonces la Ley de Caducidad, al darle mayoría parlamentaria al Frente Amplio y su programa de gobierno”.
- “Entonces, para vos, ¿el Frente Amplio no desconoce al soberano al aprobar la ley interpretativa que deje sin efectos la Ley de Caducidad como pide la Corte Interamericana de Derechos Humanos?”
- “Para nada. Al pueblo lo que es del pueblo y al Parlamento lo que es del Parlamento, o sea, hacer leyes por las mayorías legislativas que establece la Constitución, según el programa de gobierno sometido al decisión del soberano, que después también eligió al Pepe de presidente en el balotaje y reafirmó su apoyo al programa de gobierno”.
- “Ahora te entendí. No se reformó la constitución para anular, pero sí se otorgó la mayoría parlamentaria para hacerlo. Dos decisiones independientes del soberano pueblo a través del voto secreto y universal… Interesante argumento… Pero, decime, ¿vos entendés que se puede anular una ley, cosa que también se debate?
- “Esa es otra historia, Arturito. Sólo te voy a recordar que en todos los países del mundo, la ley madre, en realidad, no es la Constitución de la República, sino su Declaratoria de la Independencia, y si lees la Declaratoria de la Independencia uruguaya, entenderás que nacimos de una anulación”.
Con mi amigo, terminamos la noche de boliche y copas, discutiendo si J.R. podía cambiarle la pisada a Nacional, si Peñarol podía repetir el campeonato, la importancia de Tabárez en la conducción de la celeste, el incidente de los Forlán y Tenfield y nuestra esperanza de que se debata seriamente sobre el tema de las drogas…
Cuando llegué a casa, puse el Google y busqué la Declaración de la Independencia… y leí:
“Texto de la Declaratoria de Independencia de la Provincia Oriental (Uruguay), 25 de agosto de 1825:
“La Honorable Sala de del Río de la Plata, en uso de la Soberanía ordinaria y extraordinaria que legalmente inviste, para constituir la existencia política de los pueblos que la componen, y establecer su independencia y felicidad, satisfaciendo el constante, universal y decidido voto de sus representados; después de consagrar a tan alto fin su más profunda consideración; obedeciendo la rectitud de su íntima conciencia, en el nombre y por la voluntad de ellos, sanciona con valor y fuerza de ley fundamental lo siguiente:
1 - Declara írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre, todos los actos de incorporación, reconocimientos, aclamaciones y juramentos arrancados á los pueblos de la Provincia Oriental, por la violencia de la fuerza unida a la perfidia de los intrusos poderes de Portugal y el Brasil que la han tiranizado, hollado y usurpado sus inalienables derechos, y sujetándole al yugo de un absoluto despotismo desde el año de 1817 hasta el presente de 1825. Y por cuanto el Pueblo Oriental, aborrece y detesta hasta el recuerdo de los documentos que comprenden tan ominosos actos, los Magistrados Civiles de los pueblos en cuyos archivos se hallan depositados aquellos, luego que reciban la presente disposición, concurrirán el primer día festivo en unión del Párroco y vecindario y con asistencia del Escribano, Secretario, o quien haga sus veces á la casa de Justicia, y antecedida la lectura de este Decreto se testará y borrará desde la primera línea hasta la última firma de dichos documentos, extendiendo en seguida un certificado que haga constar haberlo verificado, con el que deberá darse cuenta oportunamente al Gobierno de la Provincia.
2 - En consecuencia de la antecedente declaración, reasumiendo la Provincia Oriental la plenitud de los derechos, libertades y prerrogativas, inherentes a los demás pueblos de la tierra, se declara de hecho y de derecho libre e independiente del Rey de Portugal, del Emperador del Brasil, y de cualquiera otro del universo y con amplio y pleno poder para darse las formas que en uso y ejercicio de su soberanía estime convenientes.
Dado en la Sala de Sesiones de la Representación Provincial en la Villa de San Fernando de, la Florida, etc. Juan Francisco de Larrobla, Presidente, Diputado por el Departamento de Guadalupe. - Luis Eduardo Pérez, Vice Presidente, Diputado por el Departamento de San José. - Juan José Vázquez, Diputado por el Departamento de San Salvador. - Joaquín Suárez, Diputado por el Departamento de la Florida. - Manuel Calleros, Diputado por el Departamento de Nuestra Señora de los Remedios. - Juan de León, Diputado por el Departamento de San Pedro. - Carlos Anaya, Diputado por el Departamento de Maldonado. - Simón del Pino, Diputado por el Departamento de San Juan Bautista. Santiago Sierra, Diputado por el Departamento de las Piedras. - Atanasio Lapido, Diputado por el Departamento de Rosario. - Juan Tomás Núñez, Diputado por el Departamento de las Vacas. - Gabriel Antonio Pereira, Diputado por el Departamento de Pando. - Mateo Lázaro Cortés, Diputado por el Departamento de Minas. - Ignacio Barrios, Diputado por el Departamento de Víboras. - Felipe Álvarez Bengochea, Secretario”.
Entonces, terminé de entender a mi amigo… el soberano.
Roger Rodríguez
Fuente: La Onda Digital
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