16 diciembre 2010

Gracias, Lula


Nunca antes, en la historia de este país, un metalúrgico había ocupado la presidencia de la República. ¡Cuántos temores y terrores surgían cada vez que usted se presentaba como candidato! Decían que el PT, a sangre y fuego, implantaría el socialismo en el Brasil.

¡Cuántas esperanzas reflejadas en la euforia que contagió la Explanada de los Ministerios el día de su toma de posesión! Transcurridos ocho años, he aquí que la aprobación de su gobierno alcanza el admirable índice del 84% que le consideran óptimo y bueno. Apenas le reprueban el 3%.

El Brasil cambió para mejor. Cerca de 20 millones de personas, gracias a la Bolsa Familia y otros programas sociales, salieron de la miseria, y unos 30 millones ingresaron en la clase media. Aún tenemos otros 30 millones sobreviviendo bajo el espectro del hambre y quién sabe si el programa Hambre Cero, con su carácter emancipatorio, la hubiese erradicado si su gobierno no lo hubiera cambiado por el Bolsa Familia, de carácter compensatorio, y que hasta hoy no ha encontrado la puerta de salida para las familias beneficiarias.

Usted rescató el papel del Estado como promotor del desarrollo y, a través de los programas sociales y de previsión, promovió la distribución de la riqueza que revitalizó el mercado interno de consumo. El BNDES hizo competitivas a las grandes empresas brasileñas en el mercado internacional. Ojalá que en el gobierno de Dilma sea posible destinar recursos también a proyectos de pequeño y mediano porte y a favorecer la investigación en ciencia y en tecnología.

Mientras que los países metropolitanos, afectados por la crisis financiera, luchan con la liquidez del mercado y paralizan el aumento de los salarios, usted amplió el acceso al crédito, aumentó el salario mínimo por encima de la inflación, mantuvo bajo control los precios de la canasta básica y exoneró los electrodomésticos y los automóviles. Hoy el 72% de los hogares brasileños poseen heladera, televisor, cocina y lavadora, aunque el 52% carezcan de saneamiento básico.

Su gobierno multiplicó el empleo formal, sobre todo en el Nordeste, cuyo perfil social ha sufrido un cambio espectacular para mejor. Hoy, en una población de 190 millones, 105 millones son trabajadores, de los que el 59.6% tienen contrato firmado. Es cierto que a muchos les falta una calificación profesional, pero se avanzó: el 43.1% completaron la enseñanza media y el 11.1% la enseñanza superior.

En política exterior el Brasil se afirmó como soberano e independiente, liberándose de la órbita usamericana, rechazando el ALCA propuesto por la Casa Blanca, apoyando a UNASUL y empeñándose en la unidad latinoamericana y caribeña. Gracias a su voluntad política nuestro país mira con simpatía la ascensión de nuevos gobernantes democráticopopulares en América Latina; condena el bloqueo de los EE.UU. a Cuba y defiende la autodeterminación de este país; invierte en países de África; estrecha relaciones con el mundo árabe; y denuncia la hipocresía de pretender impedir el acceso de Irán al uranio enriquecido mientras países vecinos suyos, como Israel, disponen de artefactos nucleares.

Su gobierno, Lula, inyectó autoestima en el pueblo brasileño y hoy es admirado en todo el mundo. Podría haber sido mejor si hubiera realizado reformas estructurales, como la agraria, la política y la fiscal; permitido la apertura de los archivos de la dictadura, en poder de las fuerzas armadas; y duplicado el presupuesto de educación, salud y cultura.

Nunca antes en la historia de este país un gobierno había respaldado a su policía federal para encarcelar a dos gobernadores, para capturar a políticos y empresarios corruptos, para combatir con rigor el narcotráfico. Es una pena que el Plan Nacional de los Derechos Humanos 3 -casi un calco de los 1 y 2 de FHCardoso- haya sido abandonado por prejuicios y por la cobardía de algunos ministros, que lo habían aprobado anteriormente y no tuvieron la honradez de defenderlo cuando oyeron las protestas de voces conservadoras.

Espero que el gobierno de Dilma complete lo que le faltó al suyo: la federalización de los crímenes contra los derechos humanos; una agenda más agresiva en defensa de la preservación ambiental, en especial de la Amazonía; la mejoría de nuestro sistema de salud, tan deficiente que obliga a 40 millones de brasileños a depender de los planes de empresas privadas; la reforma de las redes de enseñanza pública municipales y estaduales.

Su gobierno trató de crear, en la enseñanza superior, el sistema de cuotas, el ProUni y el ENEM, la ampliación del número de escuelas técnicas, mayor atención a las universidades federales. Pero será necesario que el gobierno de Dilma cumpla el precepto constitucional de invertir el 8% del PIB en educación.

Gracias, Lula, por no haber criminalizado a los movimientos sociales, por preservar áreas indígenas como Raposa Serra do Sol, por implementar Luz para Todos. Sí, ya sé que usted no hizo sino lo que era su obligación. Para eso fue elegido. Pero considerando al resto de gobernantes de nuestra historia republicana, rehenes de la élite y con asco del ‘olor a pueblo’, como uno de ellos confesó, hay que reconocer los avances y méritos de su administración.

Dios permita que, cuanto antes, logre usted despojarse de su papel presidencial y vuelva a ser un ciudadano militante en pro del Brasil y de un mundo mejor.

Frei Betto

Fuente: Adital


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