18 julio 2008

Los 80 años del Palacio Salvo



Foto: Mike (SqueakyMarmot)



Palacio Salvo, tu historia es un álbum de leyendas e imágenes del viejo siglo.


En 18 y Andes estaba la confitería La Giralda, donde entre masitas, champagne y gaseosas se estrenó La Cumparsita.


Los riquísimos hermanos Salvo por principios de los 20 compraron la esquina, y con el arquitecto italiano Palanti decidieron levantar un edificio de hotelería similar a los de Roma y París.


En el gran foso que hicieron para los cimientos se encontraron cañones y carromatos de guerra de la época colonial. Se empezó a construir por 1922 y en el 28 terminaron el que sería por años el edificio más alto de América del Sur.


Quisieron hacer un hotel, pero la idea fue demasiado ambiciosa y hubo que venderlo por apartamentos.


El Palacio Salvo tenía un mellizo, casi idéntico, en Buenos Aires. Era el llamado Palacio Barolo, ubicado en Avda. de Mayo, que también fue diseñado y construido por el maestro Palanti que en ambos edificios colocó misteriosos relieves, baldosas y azulejos representando figuras esotéricas. Se dice que era un apasionado por el misticismo, y en los dos palacios plasmó un mensaje iniciático basado principalmente en la Divina Comedia de Dante.


Su arquitecto quiso que el Salvo, al igual que el Palacio Barolo, tuviera en su cúpula un gran faro, pero no se le autorizó porque decían podía afectar a las naves que entraban al Puerto.


En los años de gloria tuvo un teatro de variedades donde cantó Charlo, Hugo del Carril, y en lo internacional recibió a Josephine Baker, que donó todo lo recaudado al Hospital de Niños. Fueron visitas habituales de ese escenario las compañías teatrales de Paquito Bustos y Enrique Serrano.


Apenas se doblaba de 18, había una gran mesa llena de libros y revistas donde se podía ver conversando con el librero al gran Paco Espínola, que siempre visitaba a una poetisa muy amiga que vivía en un apartamento del gran edificio.


En el palacio hubo un restaurante de lujo que jamás logró competir con el linajudo El Aguila, y terminó cerrando.


Por el año 34, en una mágica medianoche, las ventanitas y balcones se llenaron de curiosos que miraban asombrados el pasaje del Graf Zeppelin.


Los bailes del Salvo fueron muy populares entre los vecinos montevideanos por la jerarquía de orquestas como las de Canaro, que cuando llegaba contratado por el Chanteclair de Andes y Colonia, también se presentaba a precios accesibles en los altos del Palacio.


En su entrepiso funcionaron radios que brillaron en la época de las fonoplateas. En la Nacional debutó T. Racciatti y en la América fueron quizás los últimos radioteatros en vivo a cargo de los queridos Julio Alasio y Aurora Rodríguez.


Ya más cercanos en el tiempo, el Palacio Salvo albergó a Germán Araújo, quien con su cotidiano "Diario 30" enfrentaba a la dictadura. También ahí estuvo Alfredo Percovich, otro baluarte de la resistencia contra el fascismo.


Testigo del tiempo, emblema de la ciudad y eterna postal de Montevideo. Eso es el Palacio Salvo que sigue brillando con sus resplandecientes recuerdos.


Fuente: 1410 AM Libre






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