Monumento a los últimos charrúas
Una matanza de indios inauguró la independencia del Uruguay.
En julio de 1830, se aprobó la Constitución nacional, y un año después el nuevo país fue bautizado con sangre.
Unos quinientos charrúas, que habían sobrevivido a siglos de conquista, vivían al norte del río Negro, perseguidos, acosados, exiliados en su propia tierra.
Las nuevas autoridades los convocaron a una reunión. Les prometieron paz, trabajo, respeto. Los caciques acudieron, seguidos por su gente.
Comieron, bebieron y volvieron a beber hasta caer dormidos. Entonces fueron ejecutados a punta de bayoneta y tajos de sable.
Esta traición se llamó batalla. Y se llamó Salsipuedes, desde entonces, el arroyo donde ocurrió.
Muy pocos hombres lograron huir. Hubo reparto de mujeres y niños. Las mujeres fueron carne de cuartel y los niños, esclavitos de las familias patricias de Montevideo.
Fructuoso Rivera, primer presidente del Uruguay, planificó y celebró esta obra civilizadora, para terminar con las correrías de las hordas salvajes.
Anunciando el crimen, había escrito: Será grande, será lindísimo.
La avenida más larga del país, que atraviesa la ciudad de Montevideo, lleva su nombre.
Tomado del libro Espejos, de Eduardo Galeano.
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