Koldo Campos Sagaseta
El Latinobarómetro 2007, suerte de medidor de afectos y desafectos entre ciudadanos españoles y líderes políticos, que organiza, a falta de mejores oficios, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), ha dado sus resultados para el presente año. Chávez es el político peor valorado. Hasta George Bush ha quedado mejor.
No dudo en absoluto de la fiabilidad de la encuesta. Y tampoco me sorprende el escrutinio. Hace ya muchos años y consultas que en el Estado español se ha perdido algo más que la cabeza.
La duda que me queda es para qué se hace la encuesta. Y no lo digo sólo porque, en general, las encuestas sólo sirven para confirmar lo que todo el mundo sabe o para revelar lo que a nadie le importa. Lo digo porque los verdaderos resultados de la encuesta no son los ofrecidos. Lo que esta encuesta prueba no es la mayor o menor aceptación que entre la ciudadanía hispana tienen algunos líderes políticos, sino la formidable eficacia de los grandes medios de comunicación a la hora de conformar un pensamiento único y, lo que es peor, cretino.
El País, por ejemplo, es uno de los grandes triunfadores de la encuesta. Pocos medios, como el que se afirma independiente, han observado y mantienen una campaña de descrédito tan infame y constante hacia la figura del presidente Chávez y su gobierno. No se han quedado atrás El Mundo, ABC y otros periódicos a la hora de calumniar la revolución bolivariana. Y en el amplio y clonado frente común de canales y emisoras, Chávez ha sido también el más arteramente denostado, especialmente, desde que fuera interrumpido en una cumbre de presidentes por una grosera impertinencia real.
Si en lugar de malgastar esos recursos en encuestas por todo el Estado, el CIS se hubiera limitado a recoger el parecer de los ejecutivos de los grandes medios de comunicación, el resultado hubiera sido el mismo.
Las opiniones, los criterios, no surgen de la nada, no se constituyen por divina inspiración o soplo repentino. Se conforman a partir de las informaciones que se reciben, tanto como de las que se ocultan, y en función, también, de la frecuencia con que se reitere la dosis. El Latinobarómetro, en consecuencia, no mide la opinión de los españoles sino el grado de manipulación de que pueden ser objeto.
Y a juzgar por los resultados, el grado es tan amplio como tristes las consecuencias.
No importa qué manual de conducta, qué código moral o de justicia, qué mandamientos de qué iglesia tomáramos como referencia para valorar las figuras de Chávez y George Bush, no hay lugar ni para la discusión. Y ni siquiera hace falta ser eso que llaman… “objetivo”.
Hasta la fecha, el presidente venezolano se ha impuesto en todas las contiendas electorales en las que ha participado, procesos irreprochables, y cada vez con un mayor respaldo popular. George Bush es hoy presidente de los Estados Unidos gracias a un peculiar sistema electoral que convierte en ganador al segundo, gracias también a su hermano Jeb, gobernador de la Florida, y gracias, especialmente, al fraude.
Chávez no tiene sus ejércitos asolando los “oscuros rincones del mundo” que diría Bush, ni cárceles de exterminio en distintos países, ni bases militares en los cinco continentes, ni flotas en todos los mares, ni promueve guerras preventivas o bombardeos de rutina, ni campos de tortura. El presidente venezolano no es un criminal de guerra. Tampoco un alcohólico, un cocainómano al frente de los destinos del mundo, un ignorante patán sin escrúpulos, un contumaz mentiroso, psicópata impuesto a redimir el mundo exterminándolo.
Las razones de que en el Estado español se haya vuelto a aclamar a Barrabás tienen su explicación en el papel que juegan los medios nutriendo la opinión de la ciudadanía y el aborregamiento de una masa inculta y arrogante que hace tiempo que ya sólo interpreta el mundo a través de su cartera.
Eso, nada más, es lo que la encuesta revela. La eficacia con que los grandes medios de comunicación siembran y multiplican sus patrañas, y la credulidad de tanto idiota y tanto cómplice.
Fuente: Rebelión
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