Mientras W. Bush ejerce el muy socialista intervencionismo de Estado para salvar a los gigantes de las finanzas estadounidenses, no sólo Wall Street tiembla: quizá también el republicano McCain y el demócrata Obama, candidatos a la presidencia de EE.UU. ¿Quién y cómo les seguirá aportando fondos precisamente ahora, a poco más de tres semanas de las elecciones? No es una pregunta ociosa. Por ejemplo y entre otras cosas: el responsable de la campaña presidencial del republicano cobra 15.000 dólares por mes como presunto asesor de la firma Freddie Mac, una de las que originaron el caos.
Gran parte de los bancos y los despachos de Wall Street al borde de la quiebra, que el presidente estadounidense propone socorrer, ha financiado con abundancia las precampañas de ambos. Una investigación del Centro de Políticas Responsables (CFRP, por sus siglas en inglés), prestigiosa institución independiente que escudriña la influencia del dinero en las elecciones y las políticas norteamericanas, revela que los bancos comerciales y de inversión, las compañías de seguros, las inmobiliarias, grandes firmas de abogados y círculos financieros vienen sosteniendo tanto al republicano como al demócrata con no pequeñas sumas. Esto no es nuevo en el país del Norte: se estima que los dos partidos han recibido de esas fuentes más de 1600 millones de dólares desde 1997.
Los sectores inmobiliario y financiero, entre otros, le arrimaron –hasta ahora– al menos 30 millones de dólares a McCain. El CFRP no pudo determinar con exactitud el monto de lo que Obama recibió porque el equipo de su campaña se negó a responder las preguntas del Centro, pero éste pudo determinar que le acercaron más de 13 millones, a los que se sumaron 9,5 millones procedentes de la banca inversora, despachos de abogados y otros (www.opensecrets.org, 19-9-08). Desinteresadamente, por supuesto.
Los dos candidatos claman ahora contra Wall Street por la crisis –que sacude a EE.UU. en medio de una guerra que dura ya 5 años y del constante aumento de los precios en el mercado interno– y reclaman medidas regulatorias para ordenar las maravillas del libre mercado. Cabe dudar de su sinceridad. La banca inversora donó 9,9 millones de dólares a Obama y 6,9 millones a McCain; los bancos comerciales, 2,1 millones y 1,9 millones respectivamente. Algo es algo. Lehman Brothers, Goldman Sachs y otras compañías que contemplan el abismo son las que más han contribuido a la campaña de Obama. Merrill Lynch, Goldman Sachs y Citigroup, a la de McCain (phoenix.biz journals.com, 16-9-08).
Regular el mercado parece una misión imposible. Las elites empresariales estadounidenses –y no sólo– han logrado que la desregulación impere y el capital especulativo domine. Demócratas y republicanos comparten responsabilidades políticas en la materia: en 1999, el Congreso derogó la ley Glass-Steagall, de 1933, que separaba la banca comercial de la banca de inversión y de algún modo protegía a los depositantes de la especulación y de las inversiones de riesgo. Fue el resultado de un trabajo de cabildeo que duró dos décadas. La revocación de esa ley fue aprobada de manera aplastante: 90 contra 8 en el Senado, 343 contra 86 en la Cámara de Representantes. De los 45 senadores demócratas, 38 votaron a favor; de los 207 representantes del mismo partido, sólo 69 en contra. Es confusa la línea divisoria entre los unos y los otros. Si realmente existe.
El Congreso demócrata/republicano aprueba con pocas modificaciones, si alguna, las continuas demandas presupuestarias de la Casa Blanca, que insiste en su misión de “democratizar al mundo” empezando por Irak y Afganistán. El Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, y la catedrática Linda Bilmes han calculado en febrero de este año que el costo directo de esas guerras –sin tomar en cuenta la atención de salud de los veteranos–- decuplican el de la primera Guerra del Golfo, triplican casi el de la guerra de Vietnam y duplican el de la Primera Guerra Mundial (www.timesonline.co.uk, 23-2-08). El gasto por cada efectivo en la Segunda Guerra Mundial fue inferior a 100.000 dólares de 2007. En Irak es superior a los 400.000 y la factura total sería de 3000 millones de millones a fines de este año. Es imposible imaginar los kilómetros de altura que tendría esa cantidad apilada en billetes de 100 dólares.
El “sueño americano” de convertir a EE.UU. en gendarme del mundo, so capa de la llamada “guerra antiterrorista”, tiene pies de barro. La pregunta es qué curso tomarán las cosas en EE.UU. ¿La Casa Blanca insistirá con la estrategia de la fuga hacia adelante y abrirá otros frentes de guerra, en Irán tal vez? Irak y Afganistán no lo aconsejan. Claro que, decía Alejandro Dumas, un consejo sólo sirve para no tomarlo en cuenta.
Juan Gelman
Fuente: Página 12
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