Matar a todos
Las venas abiertas de la impunidad
La coordinación represiva que operaba en nuestra región y aun fuera de ella en el marco del Plan Cóndor, fue una de las herramientas de exterminio más devastadoras de las dictaduras del Cono Sur, responsables de la muerte de numerosos opositores políticos refugiados en países de la región.
Hugo Acevedo
Dos de las víctimas más célebres de esa mafia multinacional uniformada fueron los ex legisladores Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, brutalmente asesinados en Buenos Aires, en uno de los peores magnicidios que registra la memoria colectiva.
Obviamente, esa maquinaria infernal fue responsable de miles de crímenes y desapariciones, muchos de los cuales permanecen impunes, al ser amparados sus autores por leyes que maniataron a la Justicia.
En abril de 1995, a diez años de la reapertura democrática, fue hallado, en el balneario El Pinar, el cadáver de un ciudadano chileno. El cuerpo presentaba dos balazos en la cabeza.
El asesinado era Eugenio Berríos, un químico trasandino que integró la Dirección de Inteligencia del Ejército de su país, durante la salvaje dictadura encabezada por Augusto Pinochet, quien derrocó al gobierno constitucional del socialista Salvador Allende, en 1973.
El científico, que desarrolló una segunda versión del letal gas sarín, destinada a aniquilar a opositores políticos, fue sacado clandestinamente de Chile en 1991 por integrantes de la inteligencia militar de su país y trasladado a Uruguay.
En nuestro país, donde presuntamente debía refugiarse para eludir las requisitorias de la Justicia trasandina, intentó escapar a sus guardaespaldas captores en el balneario Parque del Plata.
En una operación conjunta de Inteligencia que corroboró que las fuerzas represivas del denominado Plan Cóndor estaban intactas en la región, el cautivo fue secuestrado y asesinado, entre enero y marzo de 1993, fecha que coincide con la visita de Augusto Pinochet a Montevideo, durante la presidencia del nacionalista Luis Alberto Lacalle.
Como se sabe, tres militares uruguayos permanecen presos en Chile, luego que el actual gobierno de Tabaré Vázquez accedió al pedido de extradición de la Justicia trasandina, que había sido reiteradamente negado por las administraciones anteriores.
En "Matar a todos" el cineasta uruguayo Esteban Schroeder ensaya una minuciosa adaptación de "99% muerto", la novela del periodista y escritor Pablo Vierci, con el propósito de arrojar luz sobre el oscuro episodio.
El eje narrativo de este proyecto cinematográfico conjunto entre Uruguay, Chile y Argentina, no gira en torno al personaje del siniestro químico, privilegiando, en cambio, la investigación de su desaparición y posterior asesinato.
Aunque posee un formato de thriller, este es un filme eminentemente político, que explora los diversos entretelones del caso y las connotaciones emergentes de la impunidad con que operaban los servicios secretos, en plena democracia.
No es casual que el personaje central sea la asistente de un magistrado interpretada por Roxana Blanco, hija de un general retirado que, en el pasado, fue una figura clave de la represión.
El relato pone particular énfasis en la conflictiva relación entre la mujer, que estuvo presa y fue torturada durante el gobierno autoritario, el padre y hasta un hermano militar, que está visiblemente implicado en la conspiración.
La incorporación de otros personajes, como el periodista chileno que aporta abundante información a la pesquisa, un ex novio de la protagonista y hasta el indiferente magistrado, coadyuvan también a conformar el complejo rompecabezas de la intriga.
La narración transcurre sin mayores caídas de tensión, un indudable mérito de Shroeder, quien elabora un producto de esmerada calidad cinematográfica, que jamás cede a la tentación de los convencionalismos habituales en el género.
Aunque soslaya todo propósito discursivo, "Matar a todos" es un filme potente, frontal y removedor, que denuncia las devastadoras consecuencias de la coordinación represiva y la por entonces extrema fragilidad de las democracias de la región.
Son realmente muy convincentes las interpretaciones de Roxana Blanco, Walter Reino, César Troncoso y Jorge Bolani, al frente de un reparto multinacional realmente competente, que hasta incluye una breve participación del actor argentino Darío Grandinetti, entre otros.
Aunque no alcanza la intensidad dramática ni la dimensión documental de la novela, "Matar a todos" confirma la plausible evolución del cine nacional, que comienza a ingresar en un tiempo de maduración y mayor compromiso con los temas más urticantes de nuestro pasado reciente.
Fuente: La República
Ya dejaste tu graffiti?
Publicar un comentario