El juez Baltasar Garzón ha dejado en Lisboa una lección de lo que es o debe de ser el Derecho. La verdad es que, en sentido estricto, en el acto organizado por la Fundación de lo que se habló fue de Justicia. Y de sentido común: de los delitos que no pueden quedar impunes, de las víctimas, que tienen que ser resarcidas, de los tribunales, que tienen que levantar alfombras para ver qué hay por debajo del horror. Y tantas veces, por debajo del horror hay intereses económicos, delitos claramente identificables perpetrados por personas y grupos concretos que no pueden ser ignorados en estados que se proclaman de derecho. Quién sabe si los responsables de los crímenes contra la humanidad, que de otra forma no puedo llamar a esta crisis financiera y económica internacional, no acabarán procesados, como en su día lo fueron Pinochet o Videla u otros dictadores terribles que tanto dolor sembraron. Quién sabe.
El juez Baltasar Garzón nos ha hecho entender la importancia de no envilecerse una vez para no ser viles siempre. Quien conculca una vez los derechos humanos, en Guantánamo, por ejemplo, tira por la borda años de derecho y de respeto. No se puede ser cómplice de este caos internacional que la administración Bush ha generado en medio mundo. Ni los gobiernos, ni los ciudadanos.
Un auditorio multitudinario y atento siguió las intervenciones del juez con respeto y consideración. Y aplaudió como quien oye no verdades reveladas, sino la voz efectiva que el mundo necesita para no caer en la permisividad de la abyección.
La Fundación está contenta: hemos hecho lo que hemos podido para recordar que hay una declaración de Derechos Humanos, que éstos no se respetan pero los ciudadanos tenemos que demandar que no sean papel mojado. Baltasar Garzón cumple su parte y haberlo puesto de manifiesto esta tarde en Lisboa ya nos congratula.
José Saramago
Fuente: El cuaderno de SaramagoFotografías: Fundación José Saramago
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