04 setiembre 2005

CARTAS DESDE EL FRENTE




* La guerra es casi siempre una inmoralidad, en la medida en que supone un ejercicio de brutal exterminio e inmolación colectiva, que responde --en muchos casos-- a soterrados intereses económicos que medran con el sufrimiento ajeno.

HUGO ACEVEDO

En "Cartas desde el frente", el crítico escritor y cineasta norteamericano Michael Moore recopila desgarradores testimonios de numerosos soldados ocupantes de Irak, que también están sufriendo las consecuencias de la inmoral aventura imperialista.

Como se sabe, Moore adquirió notoriedad por títulos referentes como "Estúpidos hombres blancos" y "¿Qué han hecho con mi país?" Es también notorio su éxito como director de cine, por sus laureados documentales "Bowling for Columbine" y "Fahrenheit 9/11", que cosechó la Palma de Oro del Festival de Cannes.

El osado escritor lanza una nueva cruzada contra las agresiones militares perpetradas por Estados Unidos contra Irak y Afganistán, mediante la publicación de cartas de soldados, familiares y veteranos de otros conflictos bélicos anteriores, quienes corroboran que la guerra es una experiencia demencial que sólo acarrea dolor, angustia y sufrimiento incluso a las propias fuerzas invasoras.

Sólo una acotada proporción de las cartas incluidas en este documento son anónimas, ya que muchos de los remitentes se identifican con nombre y apellido, demostrando que la verdad nunca le teme a las eventuales represalias.

Michael Moore reitera sus ácidas críticas contra George W. Bush y su corte de obsecuentes, entre los que incluye naturalmente a la prensa funcional al gobierno, que renuncia a su deber de informar, en un país en el que supuestamente ese derecho está plenamente garantizado por las normas legales.

Desde los primeros testimonios incluidos en este removedor libro, aflora la crudeza de la pesadilla compartida por ocupados y ocupantes del devastado Irak, expuestos cotidianamente al terror de una violencia ciega e irracional.

Cada mensaje alimenta la sensación de estupor y de que en el invadido país se está viviendo un infierno, en el que abundan los muertos, los mutilados y los desaparecidos en acción.
Muchos de los protagonistas del aún no dirimido conflicto bélico han perdido contacto con la realidad, con el mundo exterior, con sus familiares y sus más entrañables afectos.
Mientras experimentan una sensación permanente de angustia, mastican la rabia y la impotencia por haber sido inmoralmente engañados y empujados a una guerra injusta, en la que --casi todos-- son víctimas.

Algunos mensajeros asumen plenamente, que esta es una guerra privada entre el clan Bush y el derrocado dictador iraquí Saddam Hussein y que las nunca encontradas armas de destrucción masiva son apenas un grotesco pretexto para apropiarse de un territorio ajeno.

Casi todos perciben que detrás de este conflicto artificial, pero no menos doloroso y devastador, subyacen los intereses económicos de oscuros personajes pertenecientes al entorno del inquilino de la Casa Blanca.

Otros soldados asignados a la misión en tierras iraquíes, denuncian la irracional dilapidación de los dineros públicos de los contribuyentes norteamericanos, en una aventura militar sólo destinada a favorecer a los intereses del gran capital.

Varios remitentes califican el proyecto de reconstrucción del arrasado país como una burda patraña, al tiempo de fustigar las prácticas de corrupción habituales en funcionarios del gobierno que están radicados en el lejano país.

Abundan las cartas en que se acusa al gobierno y a los mandos militares de exponer a las tropas a paupérrimas condiciones de supervivencia, por falta de alimentos, suministros y equipos.
Según los testimonios, otra de las traumáticas situaciones que deben padecer los uniformados es el rechazo y el odio de la población civil, lo que los condena a la soledad y el aislamiento.

Otro inconveniente no menor que comparten los soldados estacionados en Irak es el relativo al tórrido clima imperante, que dificulta notoriamente la adaptación a un medio siempre hostil.
Sin embargo, la mayoría confiesa que el peor enemigo es el miedo que se ha apropiado de la tropa, que no permite ni siquiera dormir por temor a un ataque rebelde sorpresivo.

Los remitentes también emiten gruesos epítetos contra la compaña engañosa de la Casa Blanca, que proclama la "liberación" de un país gobernado por un régimen títere del imperialismo, que ciertamente nada tiene de democrático.

Abundan las denuncias de las actividades desarrolladas por las multinacionales del petróleo, que están perpetrando un inmoral saqueo de los yacimientos petrolíferos de Irak, en un momento en el que el precio internacional del crudo está en plena estampida.

Muchas de las cartas incluidas por Michael Moore en este libro demuelen la conjura de silencio montada por el gobierno norteamericano, mientras la situación empeora cotidianamente y el número de soldados ocupantes muertos crece incesantemente.

Otra de las rémoras de esta guerra que está documentada en varios mensajes, es la irracional medida de enviar reservistas sin experiencia de combate al campo de batalla.

Según los propios denunciantes, estos jóvenes firmaron contratos de enrolamiento con el gobierno no sólo por el dinero, sino también porque se les convenció de que se trataba de una misión patriótica y en defensa de la seguridad de los Estados Unidos.

Un soldado, cuya elocuente carta se publica textualmente en este libro, no duda en calificar a Bush de "terrorista", y se compromete a luchar contra los intereses que representa el presidente norteamericano.

Hay también quienes no dudan en pronosticar que Irak se transformará en otro Vietnam, país asiático que, entre las décadas del sesenta y el setenta, se transformó en martirizado escenario de una de las guerras más sangrientas de la historia contemporánea.

En la segunda parte de este contundente libro, el escritor y cineasta norteamericano compila cartas de militares radicados en otras regiones del planeta, como el brutalmente devastado Afganistán, Corea del Sur y la Península Balcánica.

Los dos primeros mensajes apuntan su artillería hacia el propio Bush, acusándolo de encabezar un "eje del mal" junto a sus consecuentes colaboradores.

Los soldados lanzan munición gruesa contra el mandatario, afirmando que mientras se invierten sumas siderales en presuntos proyectos de reconstrucción de países extranjeros, se están retaceando recursos para atender a millones de norteamericanos con necesidades básicas insatisfechas, incluyendo la carencia de la asistencia sanitaria que les debería proveer el gobierno.

Muchos de los mensajes procedentes de otros epicentros de conflicto sugieren que existe un mayoritario estado de indignación por la política exterior de la Casa Blanca.

También se hace notar el indudable trasfondo social que tiene la guerra, ya que la mayoría de los soldados enviados a las zonas más calientes pertenecen a familias pobres, que se han transformado en víctimas propiciatorias de un bien orquestado proyecto colonizador.

La tercera parte de este libro sin dudas conmovedor, recoge testimonios de veteranos de guerras anteriores, que la emprenden sin piedad contra el presidente Bush, al que acusan de haberle mentido a la población mediante estrategias de manipulación colectiva.

Los remitentes desestiman de plano las excusas de la Casa Blanca, que invocó la necesidad de invadir Irak para capturar las armas de destrucción masiva e instaurar un gobierno democrático.

Uno de los relatos más conmovedores es el de un ex combatiente de la guerra de Vietnam, que denuncia la pérdida de numerosos compañeros en un conflicto absurdo, la manipulación de los soldados mediante drogas alucinógenas y la virtual destrucción de la voluntad y la capacidad de discernimiento de la tropa.

Michael Moore completa el extenso catálogo de testimonios con cartas de familiares y amigos de los soldados, indirectamente afectados por la situación.

Para el lector, estos mensajes resultan experiencias aún más impactantes, porque desnudan el drama de miles de familias, el dolor de quienes han perdido a seres queridos en el campo de batalla y las destrozadas vidas de viudas y pequeños huérfanos.

Incluso, muchos le preguntan a Bush y a los congresistas que votaron la invasión a Irak, si aceptarían enrolarse en la fuerza y soportar el infierno que viven cotidianamente sus familiares.
"Cartas desde el frente" es un contundente testimonio de la barbarie instalada en un país devastado, relatada por sus propios testigos y protagonistas, que están condenados a luchar en una guerra absurda, injusta e inmoral.

Asimismo, este libro constituye un fuerte alegato antibelicista y una enérgica condena a la mentira y la manipulación de la que ha sido objeto el pueblo norteamericano, que está costeando de su propio bolsillo una aventura militar que sólo le acarrea sufrimiento y desprestigio.

Fuente: La República Posted by Picasa

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